Nos volveremos a ver. Parte 2

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Yo: ¡Amigos míos...!

Alguien... probablemente: ¡No trae el final! ¡Mátenlo! >:v

Yo: D:

Primero que nada, una disculpa por tardar tanto con esta historia, y una segunda disculpa por dar tantas largas.

Como lo puse en la broma del principio, este capítulo no es el final, a pesar de que en el capítulo pasado pude haber dicho que sí. Al parecer no estoy calculando bien lo largo que pueden llegar a ser los mismos capítulos, y no solo los engaño a ustedes, sino que también a mí mismo, así que lo que haré es no volver a sacar conclusiones tan apresuradamente.

Bueno, dicho esto, los dejo con el capítulo, no sin antes agradecer a Mikoto Uchiha por preguntarme acerca de la historia hace unos días. De verdad, gracias, por tu interés en mi historia.

~O~

Ni siquiera escuchó su propio grito de dolor.

Evidentemente, la transición a piedra no era algo simple. Los segundos se convirtieron en interminables minutos de agonía para ella, pero ese era su castigo y sabía que pronto todo terminaría. Al menos, al ser destruida, esperaba no sentir nada.

Era una lástima no poder decir lo mismo en ese momento. Poco a poco, el intenso dolor que le fue provocado por ese rayo iba desapareciendo, al igual que la sensación en sus extremidades. Primero fueron los dedos de sus manos, unas manos que aún guardaban el recuerdo de la sensación al tomar de las mismas a aquella humana; así mismo, fue perdiendo la sensación en ambos brazos, y después en ambas piernas.

A medida que avanzaban los segundos, en su rostro comenzó a sentir algo similar al congelamiento, primero en sus mejillas, después en sus orejas y, finalmente, en su nariz y labios, esos que aun guardaban la esencia de su gran amor. Y, finalmente... oscuridad.

Una oscuridad que no duró mucho, pues casi de inmediato, pudo ver lo que en el reino humano llamaban como «la luz al final del túnel».

No entendía como de encontrarse en una sala de castigo en el castillo, encadenada de pies y manos, ahora despertaba, libre de sus extremidades, en un lugar desconocido para ella, y, probablemente, para todos los seres vivos de las islas.

Se trataba de un lugar sin arriba ni abajo, ni izquierda, ni derecha; solo un infinito de color blanco, un blanco que jamás hubiera podido imaginar.

Levantándose, se dio cuenta que al igual que el tono del lugar donde se encontraba, sus ropas también habían cambiado de estilo. No se trataba del uniforme de «lacaya» al que se refirió estando en esa celda, se trataba de un conjunto más parecido a la ropa que llegó a usar cuando era más joven, cuando conoció a Luz, además de añadir unos guantes y una capa. Todo su conjunto del mismo tono de blanco que la habitación, además de tener hermosos detalles en dorado.

—¿En... en donde estoy? —Mencionó apenas incorporándose—. ¿Ya estaré...? —Volvió a decir mientras se examinaba a sí misma.

—No, hija del Titán —Resonó fuertemente por todo el lugar, algo que hizo que Amity se colocara rápidamente a la defensiva.

—¡¿Quién dijo eso?! —Preguntó con las palpitaciones de su corazón al límite.

Intentó usar su magia, pero nada salía de sus manos, y al darse cuenta de eso, no pudo hacer más que cerrar sus manos en forma de puño y esperar lo que fuera.

—Tranquila, no soy nadie que intente lastimarte, y aunque quisiera, no podría —alegó aquella voz con eco, suave y tranquila, que transmitía paz una vez que era escuchada.

Sé lo que hiciste, y aún así, te amo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora