Ser tus Ojos || ROMANOGERS || Lady Evans x Asterie

10. Coágulos

Disclaimer: Los Vengadores no nos pertenecen, son de Disney y de Marvel. Solo la historia y los personajes a los que no reconozcan son nuestros. 

Perdón la demora. 

Sabiendo que su hermana no la encontraría en ese momento, Yelena supo lo que tenía que hacer. Con paso apresurado, caminó hacia la habitación del Capitán América. Se detuvo unos pasos, pensando que podía decirle al hombre. Casi no convivían, a menos que estuviese su hermana de por medio. Golpeteó la puerta algo impaciente, hasta que escuchó la voz del soldado.

—¿Nat?

—Mi hermana está ocupada—comentó la rubia—Pero yo quería hablar contigo.

Steve se incorporó con dificultad en la cama, viendo fijamente a la rubia quién se sentó enfrente del soldado.

—¿Pasó algo con Natasha?—preguntó, preocupado.

—Mi hermana necesita dejar de entrenar. No podemos confiar en ella para que lo haga. Y solo tu puedes convencerla de hacerlo

El Capitán se sorprendió, negando con la cabeza antes de poder formar palabras exactas acerca de lo que quería decir.

—Ella es perfectamente capaz de decidir lo que puede o no hacer.

Yelena alzó una ceja, un gesto perfectamente aprendido de su hermana.

—He intentado tocar todas las heridas, pero ni siquiera eso funciona—se lamentó—Solamente conseguí una bofetada.

—¿Natasha te golpeó?

—Ya hemos peleado antes...—Yelena bajó la mirada—No es una novedad.

—No me estaría buscando si no fuera algo difícil

—Tu puedes convencer a Natasha de que me perdone...pero que lo estoy haciendo por su bien. Estoy segura de que, si vuelve a pelear, su vista lo resentirá. Temo que se quede completamente ciega después de esto.

—¿Por qué dices eso?

—Lo que mis padres han estado trabajando con los cerdos en los últimos años me indica que ellos ya se han resignado a que se quede ciega.

Natasha debería avergonzarse por estar detrás de la puerta escuchando aquello, pero no podía evitarlo. Después de un largo entrenamiento con Alexei, en el que había terminado por hacerlo puré, entre risas, decidió darse una ducha y volver con Steve. No esperaba encontrar a Yelena y no quería hablarle, así que no iba a entrar hasta que terminara aquella conversación.

—¿Qué han estado haciendo?—cuestionó—¿Lo de las feromonas?

Ambas hermanas, sin darse cuenta, hicieron el mismo gesto de tensión. Cruzaron los brazos y fruncieron el cejo.

—¿Cómo sabes eso, Rogers?—cuestionó Yelena, enojada.

—Es...—Steve tomó aire—Hablé con tu padre hace unos días, cuando le pedí matrimonio a tu hermana.

—¿Por qué nunca nos dijo nada?

—Ambos queríamos hacer las cosas bien—Steve veía fijamente al reloj de la pared—¿Qué quieres que te diga, Yelena? Amo a tu hermana y me voy a casar con ella; pero así es como sé que ustedes son lo más importante en su vida. Quería que sus padres estuviesen en la boda, tener las oportunidades que no tuvieron en Ohio.

Escondida entre la puerta y un sofá, la pelirroja se cubrió la boca para no llorar. Podía haber muchas personas, pero nadie sería como Steve. Nadie podría llenar ese espacio que le enseñó que se podía amar completa y desinteresadamente a alguien como ella.