Capítulo 8: "Habla conmigo"

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Era jueves por la mañana, estábamos transcurriendo el primer módulo de clases con la Srta. Torres.
La cual había estado extraña desde el viaje al camping, ella simplemente se negaba a tener una conversación de más de tres monosílabos conmigo. No estaba segura de si su repentina confesión había hecho esto, o solo ya no le agradaba.

Por otro lado, tenía una travesura para hacer hoy. Si Penélope pensaba que saldría limpia de esta pelea, estaba muy equivocada. Hace algunos días había robado su diario, hice miles de copias de las páginas más jugosas que encontré y las pegué por toda la escuela.

Solo faltaba que saliéramos al primer receso para que todos las vieran.
Obviamente mi marca estaría en cada una de ellas. Todo esto lo hice con la ayuda de mis amigas.

Mientras todo el alboroto ocurría, planeaba acorralar a Calliope para saber qué sucedía. Quería dejarle en claro que jamás diría una palabra acerca de lo que me había contado, no sería una perra, no con ella.

Entendía que ambas sabíamos muchos secretos acerca de la otra y no quería joder la reciente comunicación adquirida entre nosotras.

Tampoco quería que ella pensara que solo soy una estúpida niña. Soy más que eso. En sí, Calliope me agradaba y no quería que nuestra relación "amistosa" terminase.

La campana por fin sonó, todos los alumnos comenzaron a salir con rapidez del salón. Dejándonos a solas. Caminé rápidamente hasta la puerta y me coloqué frente a ella, impidiéndole el paso a Callie.

—¿Qué haces? —frunció el ceño.

—Insisto para que hables conmigo —tragué saliva. —No sé por qué me ignoras, pero quiero saberlo... Por favor.

Ella se quedó algunos segundos en silencio, observándome. Sus ojos me escanearon por completo.

—No es... Creo que no debemos tener este tipo de conversaciones, yo soy tu profesora.

—¿Es por lo que me contestaste en el bosque? Sabes que jamás se lo diría a nadie... Ni siquiera la parte en la que lloraste— intenté explicarle. —Sé que fue algo íntimo pero...

—Por eso mismo, tú y yo no deberíamos tener ningún tipo de inti...midad —ella comenzó a titubear y trabarse, visiblemente nerviosa.

—¡Solo dime que te sucede! —rechisté.

—¡Arizona, déjame salir! ¡Por favor! —me exigió.

Calliope intentó pasar sobre mi muchas veces, pero no iba a moverme. Esto no se iba a terminar tan fácilmente. Soy una persona insistente, que consigue lo que se propone.

—Por favor —pidió nerviosa y cansada.

—Dime qué te sucede —ordené firme.

La morena estaba visiblemente nerviosa, intentó nuevamente sacarme de allí, pero yo era persistente.
Se me ocurrió que sería una gran idea —sarcásticamente hablando— tomarla de la cintura con fuerza.

Esta, fue una de las peores ideas que tuve a lo largo de mi maldita vida.

—¿Qué haces? —preguntó casi sin fuerzas.

—Solo quiero saber qué te ocurre —susurré con vergüenza, mis mejillas estaban rojizas.

Su cuerpo estaba tan cerca, que comenzaba a sentir sus pechos pegados a los míos por sobre mi ropa. Mi ritmo cardíaco comenzó a subir, estaba completamente caliente por esta mujer.

¡Carajo, Arizona! ¡Ahora no!

Repasé mi labio inferior con mi lengua y lo tomé entre mis dientes. Esperando que mi pesada respiración no se escuchara lo suficientemente fuerte como para que Calliope la oyese.

—Suéltame, por favor. No quiero que esto se vuelva algo incorrecto —me rogó.

Pero mis manos no querían moverse de allí. La tenía agarrada con la fuerza suficiente. Esto me parecía demasiado surrealista.
Hace tan solo semanas, la odiaba completamente, ahora, solo quería tenerla en mi cama.

Estaba encendida por esta mujer, y sabía que ella sentía lo mismo. Pero era mi profesora de literatura, esto estaba tan prohibido que me encendía.

—Arizona —nuevamente me llamó.

Estaba segura de que si Calliope miraba hacia abajo, vería el charco de agua debajo de mí.

¡Esto es jodidamente ilegal, despierta!

—Lo siento —por fin la solté. —No volverá a suceder Srta. Torres. —titubee.

Salí corriendo de la habitación, mis mejillas estaban que ardían de tanta vergüenza y mis manos sudaban.
Caminé hasta mi casillero, metí mi rostro y grité.

Qué estúpida era por pensar que había tensión sexual allí.

Pensé que mi boca había gritado por si sola en cuanto escuché un chillido. Giré mi mirada y allí estaba Penélope con muchas hojas en sus manos, estaba como loca.

La broma, ya lo olvidaba.

Sonreí triunfante hacia ella.

—No sabía que estabas tan enamorada de todo el equipo de porristas —me burlé.

—Eres una perra —me gritó en el rostro.

—¿De verdad? —pregunté sarcásticamente. —¿Entonces tú qué eres? —fruncí el ceño. —Tal vez puedas entrar en la categoría de "Patética" —jugué con ella durante varios segundos.

—¿Esta es tú venganza?

Dejé escapar una gran carcajada.

—¿De verdad crees que solamente esto será lo que te haré? —negué. —Vas a pagármelas todas.

Me acerqué a ella hasta acorralarla contra los otros casilleros.

—Vas a rogarle a tus padres que te saquen de esta escuela. Te voy a hacer chillar hasta que no puedas más, maldita escuincle traicionera.

Sus ojos se agrandaron como platos, dejándome saber lo aterrada que estaba. Todos sabían que yo podía ser la persona más leal, pero en cuanto me lastiman, puedo ser la peor persona del mundo.
Iba a hacerle la vida imposible a esta pelirroja, y ella lo sabía.

Penny se escapó de mis garras rápidamente, ya que la Srta. Torres iba pasando por allí, observando la situación.
En vez de decirme algo o discutir conmigo, me dió apenas una mirada de regaño y siguió su camino.

Sabía que, por ahora, lo mejor era mantenerme alejada de ella. Tal vez era lo que la morena quería desde el principio, pero nada era congruente.

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