El de las visitas

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Madison se reúne con Vera en el pequeño parque al lado del hospital en el que están Laurent y Jay. Madison lleva el pelo suelto y ondulado, un top negro, unos vaqueros rosa palo y unas Vans blancas.
En cuanto aparece, Vera corre hacia ella y la abraza entre sollozos, Madison palidece, traga saliva angustiada.
—Jay tiene una concusión —solloza Vera.
—¿Qué coño es eso? —Madison le mira angustiada.
—Es una lesión traumática leve —Madison suspira aliviada—. Pero, podría tener amnesia.
Madison se lleva las manos a la cabeza.
—¿Eso es todo? ¿No? —la joven se muestra nerviosa.
—De momento sí —murmura Vera.
—¿Cómo de momento? ¿Puede ser un diagnóstico equivocado?
—No han encontrado nada más Madison.
—¿Puede recibir visitas?
—Sí.
Madison asiente. Vera le hace un gesto para que la siga y las dos entran al hospital. Atraviesan diferentes pasillos, suben por las escaleras hasta la siguiente planta. Vera se detiene ante una puerta, Jay esta en su interior, tumbado en la camilla, descansando.
—¿Ha despertado en algún momento?
—Me temo que no —Vera mueve la cabeza de un lado a otro.
Madison avanza hasta situarse a la derecha de la cama, le coge la mano a Jay, la joven se emociona, aunque hace un esfuerzo para disimularlo.
—¿Se sabe algo de Laurent? —murmura Madison con la voz rota.
Jay le aprieta la mano, Madison ahoga un grito.
—¿Lo has visto? —la joven mira a Vera—. Me ha estrechado la mano.
—Ha reaccionado al escuchar, ¿Laurent?
El chico empieza a parpadear, y poco a poco muy lentamente comienza abrir los ojos, al principio le cuesta, le molestan las luces y los rayos de Sol que entran por la ventana.
—¡Ay Dios mío! ¡Gracias! —grita una mujer que entraba a la habitación.
A parta a las amigas de Jay de un empujón, se lanza sobre Jay, y le abraza, lo estrecha entre sus brazos apegándolo a su pecho mientras le besa la sien repetidas veces.
—¿Y esta loca quién es? —murmura Madison desconcertada.
—¡Soy su madre! —vocifera la mujer—. ¿Y tú quién eres niña impertinente?
—Señorita Siovanni, somos sus amigas —murmura Vera.
—Perdonad jóvenes, pero he pasado mucho tiempo alejada de mi pequeño.
—Lo decidiste tú —le espeta Jay.
Madison y Vera se miran asombradas.
—Será mejor que nos vayamos —susurra Madison y esboza una sonrisa fingida.
—Esperas, decís, ¿qué sois mis amigas?
Las chicas se miran entre sí, asienten nerviosas, angustiadas.
—Lo siento, pero no me acuerdo de vosotras, ¿cuántos años tenéis?
—Tenemos dieciocho años —murmura Vera incómoda.
—¡Ala! Yo tengo dieciséis —sonríe Jay.
Las jóvenes se miran entre ellas, asustadas.
—¿Sabéis dónde está Laurent? —el joven mira a su alrededor—. Me parece raro que no haya venido siendo mi mejor amigo —masculla.
—Verás... Jay...
—¡Fuera! —grita la madre.
—¿Pero qué? —Madison le mira extrañada.
—¡Qué os marchéis! ¡Jay tiene que descansar!
La mujer posa cada mano en la espalda de cada joven y las lleva hasta la puerta, las saca al pasillo y cierra.
—¿Pero qué hace esta mujer? —susurra Madison.
—Lo que cree que es mejor para su hijo.
Una doctora camina hacia las chicas, les dedica su mejor sonrisa y entra en la habitación de Jay. Vera y Madison se acercan a la puerta y pegan la oreja.
—¿Escuchas algo? —murmura Madison nerviosa.
—Todavía no ha hablado.
—No escucho una mierda —susurra Madison.
—¿De qué coño están hechas estas puertas?
—¿Qué estáis haciendo jovencitas?
Las chicas se sobresaltan e inmediatamente se dan media vuelta. Una mujer adulta, con el pelo recogido y la tez morena, les mira con caea de pocos amigos.
—Se lo podemos explicar —dice Vera nerviosa.
—Nuestro amigo está ahí dentro, y su madre nos ha echado —le explica Madison.
—Creemos que tiene amnesia, no nos recuerda y dice que tiene dieciséis años.
—Entiendo que estéis preocupadas —la mujer suaviza el gesto de su torso—. Pero no podéis quedaros en la puerta, escuchando.
La doctora que les sonrió sale de la habitación, las jóvenes se giran y la miran esperando a que les cuente algo.
—¿Cómo está el paciente Higgs? —le pregunta la mujer que hablaba con ellas.
—Parece sufrir una amnesia retrógada.
Las jóvenes se miran entre ellas, se aprieten las manos con fuerza, están aterrorizadas, preocupadas por Jay.
—Gracias Higgs.
La doctora <<sonrisas>> se marcha. Vera y Madison miran a la doctora, Olsen, lo pone en su identificador plateado y metálico.
—Vuestro amigo está bien, una amnesia retrógada se caracteriza por el olvido de los recuerdos.
Las amigas suspiraran aliviadas.
—¿Y qué se puede hacer?
—En la mayoría de los casos, la amnesia se resuelve sin tratamiento. Sin embargo, la psicoterapia puede ser eficaz en algunos pacientes y la hipnosis es una opción de recordar ciertos recuerdos olvidados —Olsen traga saliva—. Lo más importante es el apoyo familiar para ayudar a vuestro amigo a recordar.
—Gracias doctora Olsen —murmura Madison más aliviada.
La mujer asiente, esboza una sonrisa y se marcha.
—¿Nos pasamos a ver a Laurent?
—Por supuesto —asiente Madison.

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Las chicas llaman a la puerta, abren y se asoman esbozando una sonrisa.
—¿Se puede? —dicen ambas al unísono.
Laurent esboza una amplia sonrisa, Gabi les lanza una mirada asesina.
—¡Chicas! Pasad, pasad —responde Laurent sonriente.
—¿Cómo estás? —murmura Vera caminando hacia él.
—Magullado —sonríe Laurent.
El joven tiene el brazo roto y varios hematomas por todo el cuerpo, Jasper le dio una buena paliza.
—Me alegro de que estés bien, dentro de lo que cabe —susurra Madison.
—Pensaba que no lo contaba —susurra Laurent cabizbajo.
—Luego vuelvo —interrumpe Gabi.
Vuelve a mirar mal a las chicas, y sale de la habitación.
—¿Cómo está Jay? —susurra Laurent preocupado.
—Verás...
—¿Ha pasado algo? —el joven hace un movimiento brusco y aprieta los dientes para aguantar el dolor.
—Tranquilo, tranquilo —dice Madison.
—Tiene amnesia retrógada, ha olvidado cosas.
Vera hace un gran esfuerzo para contener las lágrimas. A Laurent le cambia el rostro, tiene una gran debilidad por Jay, eran mejores amigos.
—Pero reaccionó a tú nombre, despertó gracias a ti —sonríe Madison intentando animar a su amigo.
—¿Y qué se puede hacer para ayudarle?
—Según la doctora Olsen, la amnesia no suele tratarse, aunque la psicoterapia y la hipnosis suelen ayudar, aunque nos ha dicho que lo más importante es el apoyo familiar.
—¿Familiar? —Laurent suelta un bufido—. Su madre se fue a vivir su vida como actriz, y su padre nunca le perdonó que fuese homosexual.
—Nosotros también somos su familia —susurra Vera y esboza una pequeña sonrisa.
Laurent se muestra cabizbajo, apenado, los ojos se le tornan vidriosos y por mucho que lo intenta, las lágrimas acaban brotando.
—Eso te incluye a ti Laurent —musita Madison cogiéndole de la mano—. Tú más que nadie eres parte de su familia, de la familia que nosotros escogemos, eres su mejor amigo.
Madison esboza una sonrisa amplia.
—Gracias chicas, pero no creo que quiera verme.
—Preguntó por ti —susurra Vera—. Jay cree que tiene dieciséis años, en este momento, sigues siendo su mejor amigo.
—Pero es por la amnesia —se queja Laurent.
—Tal vez, la amnesia sea tú segunda oportunidad de solucionar las cosas —murmura Madison—. Él te necesita, y de verdad creo que tú eres el más indicado para ayudarle.
—¿De verdad lo pensáis?
—Por supuesto —sonríe Vera—. Tú siempre has estado ahí, siempre serás su mejor amigo.
—Lo mismo pasa con el primer amor, ese nunca se olvida —sonríe Madison—. Pues el primer mejor amigo, tampoco.
—Gracias, por venir a verme y por ayudarme.
La puerta se abre y entra Max y Nora.
—¿Cómo está el mejor compañero de piso? —grito Max y esboza una gran sonrisa.
—¡Chicas! —exclama Nora sorprendida.
—Siempre haciendo el ridículo Max —se ríe Laurent.
—El piso no es lo mismo sin ti, Laurent —los jóvenes se estrechan las manos.
—Cuanta testosterona —Vera pone los ojos en blanco. Las tres chicas sonríen.
—Me diste un gran susto —musita Nora—. Me alegra que estés bien.
—Solo espero una gran fiesta de bienvenida —sonríe Laurent.
—¡La tendrás! —contesta Max entusiasmado.
—Tengo que irme —murmura Vera—. Los exámenes no se estudiarán solos.
—¿Hay exámenes? —Madison suena asombrada.
—Suficiente los han atrasado con todo lo que ha pasado —le responde Nora.
—Seguro que tú estás ansiosa por hacerlos y vomitar dieces por todas partes —Madison le hace burla.
—Eres una idiota —sonríe Nora.
Vera y Madison se despiden de sus amigos, entra abrazos, risas y besos. Salen de la habitación.
—Me alegra ver a Laurent más animado.
—Me gustaría poder pasar más tiempo con Jay —murmura Madison.
—Mientras esté aquí su madre, no nos dejará.
—Entiendo que esté preocupada, pero ha tenido años para recuperar el tiempo perdido con su hijo.
—Todos merecemos una segunda oportunidad al menos una vez en la vida —musita Vera.
Las chicas caminan hasta el ascensor, un hombre se acerca y les esboza una sonrisa, ellas se la devuelven.
—Voy a ser padre —susurra entusiasmado—. Siempre he querido ser padre —añade rebosante de felicidad.
—¡Enhorabuena! —le dicen ambas a la vez.
—Gracias —sonríe.
Madison mira la pegatina identificadora que llega pegada en la camisa de cuadros. El ascensor llega con un sonido agudo. El hombre entra y mira a las chicas.
—¿No entráis?
—No, nosotras nos íbamos, úselo mejor usted, estará deseando de reunirse con su mujer y su hijo.
—Gracias —sonríe el hombre.
Las puertas del ascensor se cierran. Vera mira a Madison.
—¿Estás bien? —la amiga se muestra preocupada.
—Era mi padre —susurra anonadada—. Newt Webloom —añade conmocionada.

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