Capitulo 2: Anomalía

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08 De Marzo

Hospital de Emergencias, Buenos Aires / 10 :42 am

En la habitación, un hombre atendido en la cama con una venda en la frente, observa las noticias de cómo la gente opina de lo que dijo el presidente. La mayoría estaba en contra y comienza las manifestaciones. Luego un enfermero entro avisarle algo.

—Disculpe, señor Hubner, su hijo ya se encuentra aquí —avisó el médico con un tono de respeto y seriedad.

—Hazlo pasar, por favor —dijo el hombre, bajando el volumen de la televisión con una mezcla de curiosidad y expectativa.

Luego, Himeya entró en la habitación con una expresión dubitativa, sintiéndose un tanto incómodo. Mientras tanto, el médico se retiraba del lugar, dejándolos a solas.

—Hola, padre —saludó Himeya.

—Himeya, al fin te decides a verme. ¿Cómo has estado? —preguntó su padre con una voz llena de nostalgia y anhelo.

—Muy bien. Tengo la mañana libre, pero tengo que volver a los entrenamientos más tarde. ¿Cómo estás tú? —respondió Himeya con una mezcla de cautela y genuino interés.

—Ahora estoy mejor, el accidente que tuve fue algo extraño. No recuerdo cómo sucedió, pero estaré en casa en unos dias  —comentó su padre, tratando de encontrar las palabras adecuadas mientras luchaba por recordar los detalles.

—¿De verdad no recuerdas? —quiso saber Himeya, con una mezcla de sorpresa y preocupación.

—No, parece mentira, pero yo me asusté mucho al estar aquí. Tu madre me dijo que sufrí un accidente cerca de una gasolinera. Lo vi en las noticias, hubo un choque entre 4 camiones. Mi auto quedó destrozado y yo sobreviví de milagro —explicó su padre, con una voz llena de asombro y gratitud.

—Aun así, me alegra verte tan bien, padre. Has tenido mucha suerte de sobrevivir —comentó Himeya, con una expresión de alivio y afecto.

—Lo sé, hijo. Y estoy muy agradecido por ello. Pero también lamento haberte causado tantos problemas a ti y a tu madre. No he sido el padre que merecías —admitió su padre con pesar y arrepentimiento.

—No te preocupes por eso, padre. Tú siempre has hecho lo mejor que has podido por nosotros. No tienes que pedir perdón por nada —lo animó Himeya, tratando de transmitirle consuelo y comprensión.

—Eres muy generoso conmigo. Quisiera poder recompensarte por todo el tiempo que te he hecho perder —dijo su padre con un tono de ilusión, mezclado con un poco de tristeza.

—Padre, no tienes que recompensarme nada. Solo quiero que te pongas bien y que puedas regresar a casa —le dijo Himeya con cariño y determinación, tratando de transmitirle calma y apoyo.

—Solo quiero decirte que estoy feliz de que hayas cumplido tu sueño, eres un gran piloto de avión. Hace mucho que no te veo volar, ¿sabes en qué estoy pensando? —dijo su padre, con un tono nostálgico y una chispa de emoción en sus ojos.

—Será mejor que dejes ver esas noticias —dijo Himeya, tomando el control remoto y apagando la televisión—. Estás delirando, padre. Esto es muy serio —expresó con preocupación y determinación, tratando de proteger a su padre de ideas confusas.

—Yo escuché al presidente diciendo que matarán a los terroristas en vez de ayudar a las personas. No hay un plan para evacuar a la gente —mencionó su padre, con una mezcla de frustración y desesperación.

—Quizá la solución sea eliminarlos. Además, nosotros, los élites, estaremos aquí para protegerlos. Es nuestra misión. No dejaremos que se apoderen de la ciudad —explicó Himeya, aunque sabía que aún no estaba en ese rango, con una mezcla de convicción y determinación.

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