Ella tiene razón, aunque me joda tanto dársela.
—No pienso justificarme por mis acciones, ni siquiera pienso pedirte que me disculpes por todo lo que pasó, porque sé que no lo merezco, pero la verdad es que tuve miedo. No pensé que las cosas se iban a salir de control. Es cierto que fui un egoísta, un caprichoso y un cobarde, me dejé llevar por la impotencia, la frustración de que me alejaras de ti cuando quería conocerte. Tu constante rechazo me llevó a actuar a la ligera. Pero yo no quería que te hicieran nada. Cuando supe lo que te pasó, yo no sabía qué hacer. Mi papá me había dicho que dejara todo en sus manos, pero no sabía que tenía pensado hablar con el rector para expulsarte.
—Cuando tuviste oportunidad de interceder por mí, fuiste capaz de decirle a todos que yo era una problemática y que considerabas, al igual que tu papá, que me expulsaran injustamente. Luego de eso, pudiste seguir tan tranquilo con tu vida como si nada, aún sabiendo que por tu miserable culpa no solo me echaron del colegio, sino que estuve con una fractura que me limitó por mucho tiempo.
—Entiéndeme, tenía miedo.
—Si realmente estabas tan arrepentido y tenías algo de sentido común, pudiste hacer lo correcto, pero indirectamente estabas de acuerdo en eso. Haya sido por miedo o lo que fuera, patrocinaste esa injusticia. Después de todo, debías proteger tu cabeza, para que al final la mía fuera la única que tuviera que correr. Dime, ¿cómo pudiste quedarte con la conciencia tan tranquila después de eso? Tú y tu papá estaban cortados con la misma tijera, igual que esos estudiantes basuras que les siguieron la corriente y se unieron para hundirme.
—A veces el miedo nos lleva a tomar malas decisiones que en nuestro sano juicio jamás haríamos, Jimena. No pienso hacerme pasar por el más santo o por la víctima, porque sé bien que obre mal y la única víctima aquí eres tú. Me equivoqué y admito mi falta. Muchas veces me recriminé lo que hice, también enfrenté a mi padre, pero ya no había nada que se pudiera hacer, pues tú desapareciste. No creas que no me sentí culpable todos estos años, que olvidé lo que te hice como por arte de magia o que lo superé, porque es algo que no se supera, solo se aprende a vivir con ello, porque no queda de otra. La vida es tan cruel que nos vuelve a cruzar de nuevo. No sé si solo para hacerme sentir una mierda y estrujar esa herida que creí que había sanado hace mucho tiempo, para que te dijera todo esto o para volver a recalcarme que por más que quiera tenerte, esa sombra del pasado siempre estará ahí para atormentarme y recordarme lo imbécil que fui y que el quererte todavía, en estos momentos ni nunca, haría alguna diferencia.
—Así que después de negarlo tanto, ahora resulta que no me equivoqué y, con solo ejercer un poco de presión, la verdad por fin sale a la luz — se levantó de su silla, ignorando la llamada que le entró y colocando el celular boca abajo en la mesa—. El chico inalcanzable, prepotente, egoísta y caprichoso se enamoró de mí— me levantó de la silla por el cuello de la camisa, encaminándome de nuevo a su habitación y me arrojó a la cama como si fuera un trapo.
Se paseó por la habitación de un lado a otro, hasta que de repente, se bajó su ropa interior sin previo aviso, cambiándosela frente a mí a una segunda pieza de cuero, del que sobresalía el dildo que usó la primera vez conmigo. Lo reconocí por el tamaño y color. Pasé saliva al verla tan sonriente. ¿Este será su desquite?
—Ven aquí — señaló con su dedo índice a sus pies.
No entiendo. ¿Qué está planeando?
—Te daré una oportunidad para demostrar de qué estás hecho. Eres muy bueno hablando, hasta casi caigo en ese juego de palabras, pero ¿serás igual chupando? Muero por descubrirlo.
Esta mujer tiene la habilidad de cambiar mi ánimo con solo unas cuantas palabras. Definitivamente no fue un tornillo lo que se me aflojó anoche, fueron todos. Lo supe cuando sin siquiera esperar sus indicaciones de cómo debía acercarme, yo mismo gatee a sus pies. Si esta es la única manera de ablandar ese corazón de piedra, entonces estoy dispuesto. Después de todo, me gusta tener estos momentos con ella.
—Anoche me rompiste el corazón, supongo que hoy me tocará romper el tuyo— acarició ligeramente mi mejilla, hasta que sus manos se aferraron a mi cabellera—, pero no sin antes adueñarme de esa boca que tan amargamente bien me sabe.
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Sigilo [✓]
RomanceNo hay secreto que dure cien años. Oscar Collins; es un hombre prepotente, prejuicioso y orgulloso. Su forma de ser desde su adolescencia le ha creado mala fama y todavía a estas alturas de su vida, le es difícil adaptarse a la sociedad. Oscar se...