11. La verdad oculta.

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— No corras con el vaso.

Camus llamó la atención a Écarlate que estaba por ir a toda velocidad hacia la puerta principal, al escuchar venir a su tío Kardia.

El pequeño miró a su padre, el vaso con chocolatada, su padre, el vaso, su padre...

Estaba indeciso.

— Deja el vaso en la mesa porque si te lo llevas, te vas a caer — advirtió el mayor con ese tono paternal que despertaba rebeldía.

— ¡Pero no se me cae, papá! — empezó su hijo con puchero. — Ya soy niño grande, no soy Krest.

— Mira que si se te cae, Écarlate, te voy a hacer fregar el suelo de rodillas...

El pelirrojo mayor se dio cuenta de que acababa de usar el mismo tono de su madre.

¿Cuándo se convirtió en una mini Fluorite?

Se estremeció de horror y el pequeño aprovechó para hacer lo que quiso.

Realmente Écarlate llevaba un buen equilibrio con el vaso de plástico en sus manitas, pero no contó con que en el piso, estaba ese carrito que Sisyphus le pidió que guardara cuando llegaron. Por supuesto, como no obedeció...

— ¡Waaaaaaaaaa!

Sólo se oyó un: ¡Pim, pum, papas!

Como algunos dirían: "azotó la res" o bien, "se cayó el burro". 

— ¡Écarlaaateee! — se oyó inmediatamente el grito del gigante, que diga, de papá Camus.

El niño no sólo había pisado el carrito, sino que obviamente resbaló, perdió el equilibrio y se fue de boca con el vaso. Por supuesto, la chocolatada tenía que caer en algún lado y eligió justo a Milo porque fue el único tarado de los recién llegados, que no se quitó del camino.

Kardia y Dégel no era que tuvieran mejores reflejos, ni porque estuvieran más distantes que evadieron el desastre. 

No, señor...

En realidad, esa chocolatada iba a caer originalmente en el de cabellos verdes, pero al convivir con esta manada de potros sin domar, apenas se dio cuenta que el pequeño venía corriendo con un vaso en las manos lleno de "vaya usted a saber qué", Dégel como todo buen Dandy, se hizo a un lado y por eso, Écarlate se encontró cara a cara con Milo.

Eso era traición pura del acuario mayor y cobro de deudas sin pagar para el escorpión menor...

Ahora el rubio no sólo tenía el cuello rojizo por las manos de Dégel, sino el pantalón mojado en la entrepierna con chocolatada, el rostro fastidiado y por supuesto, muchas ganas de matar a Kardia porque sus carcajadas se oían hasta el primer piso.

Desde la cocina, el enojado pelirrojo mayor venía como una aplanadora y en su boca resonó la frase favorita en la casa de los Roux:

— ¡Te lo dije! — miró el espectáculo — ¡Todo te entra por una oreja y te sale por la otra!

— Te quejabas de mí y mírate, Camus... suenas igualito a mamá — se mofó Dégel y recibió tal mirada iracunda, que mejor se calló, pero su sonrisa fue imborrable.

— ¡No te pedí tu opinión, Dégel! — soltó el pelirrojo.

Total, había regaño para todos los que se atravesaran en el camino del gigante, que diga, de Camus.

El pequeño Écarlate empezó a gimotear y su padre no cedió un ápice con esas lagrimitas. Oh, no. Ya se sabía todos los trucos del pelirrojo menor. Eso sí, se acuclilló revisando a su hijo con cuidado y suspiró aliviado al ver que estaba bien.

Propuesta Indecente [Milo y Camus | +18 | Yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora