El café derramando

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Salí de mi casa a las 2 de la tarde, con el cabello mojado aún. Estaba llegando tarde. La mayoría de la gente supone que no deberías llegar tarde el primer día, no soy la mayoría. Sin embargo, esta vez no llegué tarde porque mi intención era ser distinto, sino que había salido de fiesta la noche anterior.
Decidí -o más bien me obligaron a- tomar este empleo de verano en un café literario porque rompí el bajo de mi ahora ex compañero de banda, Alex, en una presentación mientras estaba borracho. Fue un penoso accidente que estaba destinado a pasar, las cosas no iban bien con la banda; supongo que no tener guitarrista no lo complicaba menos.

- Soy Damon, Albarn -. le dije al que sería mi jefe por el resto del verano.
- Ah, sí. Albarn. El dolor de cabeza. Tus padres me rogaron para que te de el puesto -contestó sin siquiera verme a los ojos, sentí vergüenza por mis padres
- Él mismo.
- Trabajarás en el depósito -genial, esconderme en un depósito lleno de libros para que no rompa nada. Seguro mis padres dieron una buena imagen de mi- hasta el lunes siguiente cuando el encargado de la caja vuelva y pueda enseñarte a trabajar.

Me indicó el camino al depósito, por un largo pasillo casi escondido detrás del mostrador. Cuando entré podia sentir el polvo del aire afectar mis entrañas. Me dejó una lista de pedidos que tenía que empaquetar y se marchó.
Pasé la tarde entera apilando libros en las repisas, acomodandolos, poniéndolos en una caja y sacándolos de las mismas. Podía jurar que había dejado de ver letras y empezado a ver formas sin sentido.
Estuve así hasta eso de las 6 de la tarde, cuando caí rendido y necesité un café. Por suerte los empleados podíamos servirnos cuanto café quisiéramos, sólo tenía que ir a la parte donde los clientes ordenaban. Salí por el pasillo, aturdido de ver tanta luz y colores pasteles, fuí hacía la parte de las mesas.

Había una sola persona ahí, un chico de cabellos marrón, que se veía completamente absorto en su libro -leía 'El Retrato de Dorian Gray' de Oscar Wilde-.
En otra situación hubiera ido hacía él solo con tal de sólo hablar con un ser vivo, pero no quise molestar su lectura. Tenía la mirada seria y traía unos anteojos que lo hacían ver como un abuelo que estaba a segundos de quedarse ciego.

Cuando preparé mi café estaba destinado a volver hacia el depósito. Entonces hice algo muy estúpido; quise pasar delante del espejo que está detrás de la mesa del chico, para arreglar mi cabello, pero tropecé contra su mesa tirando mi café encima de su ropa.
- Lo siento mucho, voy a pagarle su café -dije mientras intentaba limpiar las manchas con una servilleta.
El chico se sonrojó y vió mis intentos inútiles de limpiar su camiseta.
- ¿No crees que sería mejor si intentas limpiarlo con una toalla húmedo? -respondió sin atreverse a verme a los ojos.
- Cierto. Claro. No se me había ocurrido -me quedé asintiendo, debí haber parecido un estúpido.
- Entonces...-.

Le lleve su toalla sintiendo pena por el pobre chico. Seguramente entro al café en busca de tranquilidad cuando vió que no había ni un alma aquí adentro.
- Lo lamento mucho, en serio, hoy es mi primer día y ya estoy causando desastres -le dije mirándolo a los ojos. Tenía ojos bonitos. No más que mis ojos azules, claro, pero había algo en ellos que brillaba con cierta ternura cuando lo tocaba. Tal vez el café lo había quemado y sólo quería llorar.
- No te preocupes, podría haberme pasado a mi también. Salvo que en ese caso hubiera acabado en que me despidan con mi suerte.
- Me llamo Damon, ¿y tú?
- Graham Coxon -contestó amablemente, como si yo hubiera sido la primera persona que le haya preguntado eso en siglos.
- Gusto en conocerlo, señor Coxon.
- Temo que no puedo decir lo mismo señor Damon -soltó una pequeña risa que solo pude detectar porque estaba viéndolo de cerca.

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⏰ Última actualización: Apr 26, 2022 ⏰

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