Asesino Cándido

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-¿Joven? ¿Está usted bien?- Volvió a decir la mujer con un tono de preocupación.

-¡Disculpe, doncella!- Exclamó yéndose presurosamente esquivando a la multitud de la sala, no podía seguir así y necesitaba salir apretando los puños controlando su ira del momento.

Al salir de aquel espacio, abrió su mano derecha pero notaba algo en ella y efectivamente sostenía un pincel ensangrentado. Una sangre rojiza, como el vino tinto con ligeros tonos de un color algo parecido al carmesí.

La sangre empezó a brotar y brotar sin parar, como si saliese de sus propias manos, goteando hasta chocar el suelo bruscamente. Leonard tenía que cubrir dichas manchas rojas que dejaban un camino espantoso pero ya era demasiado tarde para actuar al instante. A su alrededor las siluetas enmascaradas que pasaban por su lado inquirían cuál sea lo que caía, observaban su manga empapada y él se iba tapando de forma sutil hasta echar a correr a toda velocidad.

Una gran masa parentela se dio cuenta del asunto y lo perseguían sin descanso...

-¡Asesino!- Gritó un hombre anciano intentando atraparle pero debido a su condición de acarrear un bastón consigo para poder moverse le sucumbía a lo imposible.

-¡Homicida, criminal!- Vociferó otro hombre, algo más joven de lo que aparentaba, pero Leonard era más rápido y más voraz que él.

Las cámaras y los periodistas no tardaron en aparecer para grabar y comentar sus teorías para aterrar a cualquier frágil ser adicto a las pantallas.

Pero como cualquier ser humano en esta desdichada vida, sus fuerzas terminarían siendo en vano a más no poder, y el inocente chico escapó apresurándose al primer bosque más cercano para perder de vista a esa concurrencia desinformada.

Leonard a duras penas podía respirar, su corazón estaba muy acelerado, casi como la velocidad de la luz en la teoría de la relatividad. Él no era alguien malvado, nunca pensó como se sentiría el ser acusado de algo que no tiene nada que ver o de algo que no esté involucrado pero fue así, y no tiene a nadie para que le pueda ayudar a que termine la incertidumbre.

O eso creía él...

Recapacitó en que tipo de lugar estaba presente...

-Oh, sí. El bosque de ayer...- Susurró con asombro en su rostro.

Este extraño paraje empezaba a tranquilizarlo, a hacerle sentir seguro a pesar de todo lo anterior, cree que aquí no le harían daño o por lo visto no gente de la raza humana, llena de rencor y poder. Enseñando la que les conviene sin compasión, controlando a la población con su nefasta moralidad diciendo en que deben creer y como deberían actuar. Manipulándote a placer como un esclavo pensando que tiene toda la libertad absoluta, Una sociedad repleta de cinismo y desigualdad...

El Arte Maldito [INCOMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora