Terminó en el final del pasillo, viendo el cadáver de uno de los niños ser triturado por los doctores caníbales.
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Año 2009.
Todo ocurrió con el nacimiento de Jennifer, el cual fue en un lugar desconocido, o eso fue lo que le dijeron, puesto que no tenían los suficientes datos de su paradero.
Cada día se aproximaba a la recepción, poniéndose de puntas para hablar con la señorita Stacy, quien la recibía amablemente con un par de galletas y una dulce sonrisa.
Preguntaba de vez en cuando si alguien decidió adoptarla, pero la respuesta siempre era un "no". Esto no la decepcionaba, puesto a que también estaba conforme con el hospital que le ofrecía tan buena hospitalidad.
¡Buenos días, señor pez! ¿Está usted feliz? Lo veo haciendo muchos globitos con su pequeña boca. - Añadió de una forma optimista, como si el animal le fuese a responder. - Hoy tendré una excelente tarde con Elizabeth, tomaré mi medicina y luego platicaré con ella, como personas adultas que somos. ¡Ya debo irme! - E hizo una reverencia para marcharse.
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Jennifer llegó apresurada a su habitación, sentándose en su sillita, esperando a que sea la hora de merendar. Jugaba con sus pequeños pies, balanceándolos repetidas veces mientras cruzaba sus manos y las colocaba sobre sus rodillas.
Allí, su enfermera hizo presencia con dos tacitas con té y una porción de budín sobre una bandeja. La dejó encima de una mesita que estaba al frente de la infante y se quedó a una distancia prudente, mirándola.
¿Cómo está, doncella de Londres? - Habló la mujer sin sonar divertida, siguiéndole el juego a quien esperaba ansiosa a su amiga.
Estoy bien, Anastasia, pero Elizabeth no ha llegado todavía. De casualidad, ¿Usted la vio? - Cuestionó.
Oh, acaba de llegar. La dejo para que pueda entablar una breve charla, se acerca la hora de sus pastillas, jovencita.
En realidad, ella estaba loca, porque todo se trataba de una amiga imaginaria. Su locura sobrepasaba los extremos, a tal punto de hablar de su compañera de té como si nada.
Quien la atendía siempre tuvo un poco de miedo, puesto que cada vez que la niña contaba una experiencia, añadía cosas sin sentido alguno.Entonces, mi querida, ¿Es cierto que viste cabezas de bebés volar? ¿Cómo eran? ¿Les cantaste para que vuelvan a su lugar? - Decía tranquilamente, pretendiendo escuchar a alguien inexistente, porque a pesar de que tuviera problemas mentales, realmente no había nadie.
Luego de una hora y media el doctor tocó la puerta, entrando con el frasquito de pastillas que le correspondía a su paciente.
Oh, mi querida Jenny, lamento interrumpir tu conversación, pero Eli ya debe irse, ¿De acuerdo? Tengo que darte tu medicación, sino ya sabes lo que va a pasar.
En realidad, Jennifer no tenía ni idea de lo que le podía pasar si no tomaba su pastilla correspondiente, pero prefería no discutir sobre su estado. Ésta le asintió, consumiéndola y pasándola con un vaso de agua. Ni hablar del horrible sabor que tenía, era inaguantable.
¡Puaj! ¡Todo sea por ver a mi compañera un día más! ¡Hasta mañana, cariño! - Se despedía de su amiga imaginaria mientras el doctor alzaba una ceja confundido.
La niña prosiguió a recostarse en su cama, esperando a que los otros niños vengan, porque no pensaba dormirse sola.
Después de una media hora, todos estaban allí. Unos tenían la mirada perdida, otros cicatrices en sus muñecas, y los afortunados solo marcas en el cuello provocadas por ellos mismos.¡Ante usted me postro! He venido a verla, yo soy el rey de mi propio palacio.
- Un niño se presentaba ante ella, arrodillándose y entregándole su espada de madera, que en realidad era un pequeño palo de madera. - He visto que tiene una belleza sin igual, sus ojos verdes parecen bosques frondosos sin salida.Pero si no tuvieran salida, ¿Qué sentido tendría explorarlos? Ninguno, joven rey. No recibiré su regalo hasta que le halle el final a su propio laberinto. - Lo rechazó de forma descordial, más para no verlo tan mal, le dio un beso en su mejilla, dándole las buenas noches. - ¡Descanse!
Ella no se hablaba con los demás, más gracias a ellos tenía la seguridad de acostarse a dormir tranquila.
Todo estaba normal a la medianoche.
La mayoría de los que estaban presentes en sus camas se hallaban durmiendo, excepto un niño que siempre golpeaba suavemente una pelota de tenis contra la fría pared. A él le costaba conciliar el sueño.
Oye, Bill, ¿No crees que estás jugando un poco tarde? Me refiero a que estás solo... — Habló la pequeña, como si el comentario se lo diera una persona normal.
Jinny, ¿No crees que es un poco tarde para ti? Yo creo que estás nerviosa porque sabes que mañana nos harán los exámenes físicos. Vete a dormir. — Refunfuñó, molesto. Dejó la pelota debajo de almohada, recostando la cabeza. — ¿Nos adoptarán?
Es Jenny, no Jinny. Y no, eres demasiado feo para pertenecer a una familia de clase, al igual que yo. Estamos perdidos. — Asustada, se levantó de su cama, tomando a su peluche de gato negro, sosteniéndolo en sus brazos. Corrió hacia donde él se encontraba, recostándose a su lado. — Si logras salir de aquí, nunca te olvides de mí, ¿Si? — Sus preciosos ojos verdes se iluminaban con la esperanza de escuchar una respuesta, pero él ya se había dormido. — Mhm. Buenas noches, pecas. — Y cayó dormida en un sueño profundo que se abarcaba en unicornios vomitando sangre multicolor. —
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Viajando en la oscuridad.
HorrorJennifer es una niña hospitalizada que busca respuestas a los experimentos que se realizan en dicho lugar.