11. III

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Los mayores estaban casi con el corazón en su mano, y es que si los menores se habían estado desmayando.

Estaban sumamente atentos cuidando que no fueran a caer y lastimarse gravemente, por lo cual los vigilaban de cerca se encontraban en el apartamento de los menores que estaban tirados en el sofá.

- ¿Se encuentran bien? -cuestiono Dazai sin saber si estar divertido o preocupado.

El albino iba a contestar cuando tuvo que ir corriendo al baño a vomitar, mientras al azabache le volvía a dar una punzada de dolor.

Llevaban así ya algunos días, estaban en la décima semana de embarazo, y Yosano les había dicho que era normal, que los síntomas estaban algo incrementados, pero que se estabilizarían, y al menos los menores esperaban ansiosos ese momento.

El albino estaba completamente mareado, por lo que Dazai insistió en que se acostara, llevaron también al azabache que se quejaba constantemente por el malestar, lo acostaron en la cama, donde los mayores vieron como los chicos simplemente se acurrucaron quedándose profundamente dormidos, mientras se abrazaban.

-De verdad se les está haciendo difícil -susurro el castaño a lo que el pelirrojo asintió.

-Mis respetos a ellos, no sé si yo podría -el castaño sonrió mientras alzaba una ceja, un poco escéptico, pero no dijo nada.

El albino despertó a la mitad de la noche, habían comenzado a dormir mucho, incluso en el día, Yosano les había explicado que se debía a que sus cuerpos se adaptaban a la cantidad de químicos y hormonas que tenían que generar para poder mantener sano al bebé.

Malo fue que lo noto, sentía en todo su ser la necesidad de comer, y no, no cualquier cosa, mandarinas, el albino suspiro mientras tapaba su rostro con sus brazos intentando encontrarle sentido ¿Dónde rayos podría conseguir mandarinas a las 2:18 de la madrugada?

Noto como el azabache se despertaba y suspiraba pesadamente a tiempo que se acercaba a él.

-Empiezo a odiar esto... es una aberración -murmuro el azabache haciendo que el albino volteara a verlo.

-Qué cosa.

-Tengo un antojo...

- ¿Mandarinas?

El azabache suspiro exasperado.

-Odio las putas mandarinas, como por que se me antojan... y a esta hora.

El albino suspiro divertido y se levantó Akutagawa se movió rápidamente mareándose un poco, pero deteniendo en un rápido gesto al albino.

-A dónde vas.

-Pues a buscarte algo.

-Jinko no sea tonto ¿Qué vas a encontrar a esta hora?

El albino sonrió.

-Se donde buscar -dijo simplemente antes de besar la sien del azabache y levantarse.

Sabía que los mayores se habían quedado en el cuarto de invitados, pues acordaron que sería más seguro debido a los desmayos, salió lo más silencioso posible para no despertarlos, tomo las llaves y salió.

No tenía miedo de caminar a esas horas por las calles, tenía su habilidad, y tenía su vista y olfato y si quisiera solo podía evitar los lugares en donde percibiera que hubiera personas.

Para su suerte sabia donde había un supermercado 24 horas, había comenzado a notar que el azabache cambiaba muy rápido de humor y prefería tenerlo contento, y si, encontró mandarinas, muchas, aprovecho para comprar más cosas que había estado teniendo de antojo el azabache, helado, galletas, y otras cosas que en cualquier otro momento le hubiera dado risa que se le antojaran, pero no lo hacía ya que a él también se le antojaba, sip, compartían absolutamente todos los síntomas.

Corazones comprometidos AtsuAku M-pregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora