¿Quién eres, Caroline?

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Mientras Leonard andaba en su testarudas teorías y pensamientos en modo de resarcirse, empezó a escuchar tristes vagidos como los del llanto de un bebé al fondo del bosque, liderado por una intensa obsesión para saber que o quién se supone que estaría llorando en aquel preciso instante. Se escuchaba realmente triste, aterrador, animal. Seguro que era una persona débil.

Pudo ver a ese alguien entre los árboles en un rincón y le resultó un tanto familiar, otra vez esa mujer de ojos resplandecientes. Le parecía raro que esté siempre allí, aunque por otro lado ya se sabía que el punto de encuentro es común. Estaba enfadado porque sus lamentos no le dejaban concentrarse.

La mujer se acercó a él tranquilizándole, su rostro reflejaba que esta vez era sin intención hostil como si quisiera unirse a él en dicho retorcido plan, pero no hablaba y dicha mirada era de un color rojizo puro. Leonard pensó que tal vez era muda y se suponía que era gracias a Dios que consiguió entenderla. Aún no se terminó de fiar tanto de ella.

Por un momento, ahora que la veía de cerca no le parecía tan aterradora como en la ilustración, podía ver como es en realidad. Finalmente a él no le parecía atroz o deforme, esos ojos color caramelo eran totalmente iguales que el néctar provenido del eucalipto y posteriormente creando aquel agradable color que tanto le favorecían, no le importaba que tal tonalidad se haya cambiado a rojo. Su color de cabello era tan negro como el Vantablack, un material tan oscuro que absorbe casi un cien por ciento de la radiación de luz visible. Todo era completamente hermoso, esas imperfecciones impuestas por su odiada sociedad eran deliciosas para él. Él cree no era nada ante ella, su belleza le hipnotizaba más que su propia egolatría.

En cambio, para la anónima damisela que estaba delante de él, en su mente podría describir a Leonard como un ángel caído en el cielo, un hijo perdido de Afrodita con aquel fino cabello rubio oscuro con esos preciosos hilos que formaban reflejos dorados en él, ojos claros y azulados como el Larimar, una de sus piedras preciosas favoritas. Su elegancia también era asombrosa para ella, está contemplando a su propio creador y ahora sabe como es, creía que era cualquier persona que le estaba controlando como hace muchos años, al ver que estaba equivocada ya no quiso hacerle sufrir más, porque al igual que él, tiene sentimientos, ella siente, su corazón palpita y palpitará para siempre... O eso es lo que ella cree.

Dejaron de lado el verse cara a cara, y Leonard procedió a comprobar si era cierto que no podía hablar.

-La expresión facial es uno de los medios más importantes para expresar cuál sea de los motivos que usted quiera transmitir.- Susurró Leonard al ver lo que ella quería.

Ella tampoco respondió a su comentario, entonces lo que razonó Leonard hizo que comprobara su teoría de que era muy probable de que ella sea muda, pero no le importó.

El ligero viento que movía las verdosas y delicadas pequeñas hojas acompañadas de las ramas de esos altos y robustos árboles en los que se encontraban, empezó a ser más ingente y más veloz de forma imprevista, el exorbitante cielo se nubló al mismo tiempo, el río también fue rápido, llegando a ser agresivo mientras la corriente pasaba turbulentamente por la pendiente de las montañas. Todo era tan rápido, hasta el propio tiempo lo sabía.

Tuvieron que largarse del lugar, la suave brisa que antes se presentaba empezó a convertirse en un viento catabático y marcharon a la galana mansión de Leonard, nada más que entrar la querida invitada escribió su nombre en un papel en letra gótica y él miró lo que escribía detenidamente.

"Caroline" se encontraba plasmado, se llamaba Caroline. Leonard se quedó estupefacto al mirarlo todo, ¿Cómo una simple pintura podría tener tanta historia? ¿Cuál es el secreto que aún le queda por conocer?

Ella simplemente se fue de la sala al confirmar su nombre delante de él, caminó sin decir nada y con los brazos cruzados paseando por todos los rincones de la enorme estancia sin pensárselo dos veces.

Este dejó el papel, por la izquierda se dió cuenta de que había otro de sus miles de libros. Probablemente lo dejó ahí antes de irse y se le olvidó recogerlo, era normal por la gran cantidad que tenía en su biblioteca personal, pero como no sabía cuál de todos era para poner en su estantería con la categoría exacta decidió darle un vistazo por mera curiosidad.

El título era "Almas Resucitadas Ensangrentadas" de uno de sus autores favoritos de la época, dejó la obra en su correcto puesto y se dirigió a su habitación, pero se topó con una extraña sorpresa. Era Caroline con una espada sacada de algún lugar, pero ese lugar no sabía cuál era ni mucho menos iba a ser su casa. Miró un momento el lienzo donde antes había hecho la prueba visual de los lápices de dibujo y ahora ahí había dibujado una espada ahí, exacta a la que llevaba ella en la mano... ¿Cómo Caroline podía saber esto, por qué era tan misteriosa? Pensó el joven.

El Arte Maldito [INCOMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora