Cuento

14 2 0
                                    

Érase una vez dos desconocidos que navegaban en la búsqueda de un destino brillante como el sol, Melissa y Sebastian. Melissa era tan pura como el agua y tan blanca como el cuarzo, creyente de los finales felices e inteligente como pocos. Sebastian era lo contario, impuro al igual que un ángel caído y mestizo como sus antepasados, creyente de la malicia de las personas y astuto como la serpiente.

Estos dos personajes se toparon mientras navegaban hacia sus destinos ideales. Melissa iba a su trabajo de medio tiempo en su pequeño pueblo, con el cual pagaba su universidad, estudiaba de noche porque se le facilitaba la organización de su día. Sebastián era de la capital, pero estaba de viaje por los negocios de su empresa, la cual era herencia de su familia. Él siempre viajaba cómodamente por avión, pero esta vez quiso viajar en carro para poder despejar su mente. A la mitad de su viaje toma un descanso en un pueblo llamado New Irlan, era un lugar muy transcurrido por personas que viajaban, ya que sus residentes eran como dulces que te alegraban el día.

Sebastian estaciona en frente de una cafetería para poder comprar un buen café frio y comerse un dulce pan relleno de crema. Dentro del lugar estaban ocupadas todas las mesas y explotaban de charlas diferentes; llegando al mostrador pidió lo que deseaba y se marchaba para poder seguir su viaje, pero al momento de irse una chica lo llama para preguntarle

-¿Te quieres sentar aquí?-

Era Melissa que estaba tomando un café antes de ir a su trabajo, Sebastian acepta, ya que le molestaba la idea de ensuciar su auto de café o crema. Al sentarse, Melissa le sonríe y lo único que logra ver eran perlas que brillaban en su boca. Por un momento quedó cautivado por ella, pero reaccionó al rato.

Melissa curiosa de Sebastian le empieza a preguntar cosas básicas como ¿cuál era su nombre? ¿a qué se dedicaba? y ¿qué hacía en ese pueblo? Sebastian le contestó, pero sin revelar mucho. Melissa notó que él era muy frio con sus palabras, entonces trató de hacerlo sonreír, lo cual no logró, él era una persona solitaria que solo trabajaba para conseguir una buena capital en donde poder vivir, lo cual sabía que no podía perder mucho tiempo en cosas ridículas o divertidas.

Sin embargo, Melissa era todo lo contario, y por ello quería hacerlo sonreír como si su vida dependiera de eso.

Ella le sacaba conversación mientras él tomaba su café. Se fueron conociendo el uno del otro y eso les hizo tener más confianza, se contaban anécdotas e historias de la juventud, notándose similitudes en sus historias. Pasó una hora y los dos seguían hablando, hasta que Melissa vio su reloj y notó que iba tarde, entonces le dijo a Sebastian que le diera su número para poder hablar en otro momento, lo guardó y así se fue Melissa a su trabajo.

Sebastian quedó solo, pero no le importó porque con solo esa charla le hizo sonreír por su ironía, no podía creer que dos personas tan diferentes lograran llevarse bien, a pesar de que un ángel es al bien lo que un demonio es al mal.

Sebastian salió de la cafetería sonriendo. A pesar de que este encuentro no termine en un final feliz o un "vivieron felices para siempre", sí termina con un ejemplo más de que la vida termina dándote personas que complementan tu destino y te acompañan, aunque sea por solo una hora.


Dos caminos, un encuentroWhere stories live. Discover now