Profundas XVIII

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La ventana de madera, vieja y blanca, estaba abierta, permitiendo que el viento frio de la mañana lluviosa entrase al cuarto, moviendo vehemente las cortinas claras, haciendo que el pelirrojo temblara un poco, jalando un poco más de la cobija que cubría su cuerpo.

Eran exactamente las ocho de la mañana; Jimin reposaba sobre el colchón calientito y suave. Recién había despertado y se mantenía, perezosamente, en la misma posición.

Park sabía que Jungkook ya no estaba ahí y ese era el motivo de toda su melancolía, se sentía tan vacío sin la presencia del Diablo, eso lo lastimaba, lo dejaba vulnerable, de una manera indescriptible.

Se volteó, con extrema dificultad, quedando con el estómago arriba. Sentía adolorida cada parte de su cuerpo. Parecía que había luchado con un animal salvaje y que terriblemente había perdido.

Estiró su cuerpo, con lentitud, bostezando y luego limpió sus ojos, no podía negar que durmió intensamente bien, después de todo estaba rodeado por los brazos calientes de Lucifer, los cuales lo protegían de todo mal.

Los luceros perezosos recorrieron la habitación, un breve panorama y el susto le llegó en seguida. El dormitorio estaba patas arriba, su ropa estaba por el piso, algunos objetos caídos alrededor de su cama, los que antes estaban apoyados en la pared, estaba en medio del cuarto. Tal vez eso explicase, detalladamente, por qué le dolía tanto la cadera.

Ni siquiera notó que la noche anterior Jeon y él habían tenido sexo demasiado salvaje, fueron ágiles además del límite y estaba tan sumergido en el calor del momento que no percibió que el Diablo casi lo partió a la mitad. Sin embargo, de alguna forma masoquista, el pelirrojo se sentía bien, estaba feliz por haber entregado su cuerpo por completo, por tener el pene del Demonio tan dentro de él por haberlo hecho un hombre satisfecho, como ningún otro lo hizo, y por encima de eso, por tener el privilegio de probar el verdadero placer.

Instantáneamente sus mejillas hinchaditas quedaron rojas, las manos se dirigieron al rostro angelical, cubriéndolo vergonzosamente.

—Cielos…—soltó en un susurro.

No solo por el dolor el su culo, pero también por el enorme desastre que debería arreglar antes que su madre o su padre tocaran la puerta, sino el castigo sería justo y sin piedad.

Se sentó, haciendo un show de muecas, frunció el ceño a medida que mordía los labios secos, en un intento por alivianar el dolor.

Sus ojos rodearon el cuarto una vez más, pero se detuvieron en el celular que estaba en la mesita de noche, notando que encima del mismo había un papelito rojo. La ceja rojiza se levantó, una leve sonrisa le invadió su rostro y en su corazón deseó, millones de veces, que no fuese un papel cualquiera.

Se estiró, tocando el celular con dificultad y fue acercándolo con la puntita de los dedos hasta lograr agarrarlo.
Sin rodeos colocó el smartphone a su lado y dio total atención a la hojita, la abrió, aun sonriendo.

“Babe, sabes que me gustas mucho. Siempre estaré en tu corazón y tú en el mío. Por favor, cuídate mucho y acuérdate: Dios aun te escucha, pero solo el Diablo te responde.”

Frunció el ceño, mostrándose un gesto intrigado. Jimin no entendía a Jungkook, nunca lo entendió, tal vez faltase un axioma mayor en el interior del Diablo para contarle alguna verdad escondida.

Pero en ese instante solo se preguntó una cosa: ¡¿Por qué baby con e?!

Dobló el pequeño papel y lo sujetó con ambas manos, llevándolas al pecho, ya sentía dolor en su rostro de tanto sonreír de oreja a oreja; cerró sus luceros y deseó solo la presencia del Diablo, para que al fin estuviera completo.

Caliente como el infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora