Capítulo 1

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Naga contempló la espuma de su cerveza. Las pequeñas pompas morían conforme el gas de la cerveza escapaba y perdía, se acababa.

El gas, el dinero... todo se acaba, pensó ella. Como las fantasías. Como mi estúpida ilusión con Lina.

La hechicera dio otro sorbo a la bebida. El bar estaba abarrotado. En la barra, hombres y mujeres jugaban a ver quién gritaba más alto. El aire apestaba a cerveza y la cabeza de la Serpiente Blanca estaba atestada. Un sólo pensamiento lo colmaba todo:

Estúpida, estúpida repetía. Estúpida.

Aún recordaba la cara que había puesto al verla. La mañana estaba despejada y allá, a lo lejos, apareció su cabeza pelirroja. Lina avanzaba por el sendero, con su cuerpo de metro y medio, con su melena larga al viento. Naga alzó primero la sonrisa y después la mano.

Llevará otra ropa, pensó, pero no ha cambiado nada. Sigue siendo igual de canija.

—¡EH, enana! ¡Ya era hora!

Lina le devolvió el saludo. Habían quedado en encontrarse de nuevo en Zoana. Y, después de tantos años, por fin volvían a verse. La sonrisa ya le escurría por la cara. Naga estaba emocionada. De pronto, una cabeza rubia asomó por el sendero. ¿Qué era eso? ¿Quién estaba con ella? La hechicera entrecerró los ojos. Vio un cuerpo embutido en un abrigo blanco. Vio una silueta tiesa, sin curvas, y la sonrisa se le agrió en el acto. Era un hombre.

¿Un hombre? ¿Qué cojones hace un hombre acompañando a Lina? Pero no, no. No. Lina es independiente y viaja sola. A fin de cuentas, era demasiado arisca como para aguantar la mierda de nadie.

Pero, al rato, la pareja llegó a su altura y Lina se encargó de romper sus ilusiones. Lo primero que hizo fue presentar al muchacho:

—¡Buenas, Naga! Cuánto tiempo, ¿eh? Mira este es Gourry, es mi... compañero.

Compañero...

Naga miró al merluzo de arriba abajo. Tenía una sonrisa bobalicona en el rostro y unos ojos azules igual de estúpidos.

El resto no importaba. Es más, ni siquiera se acordaba. El alcohol se había encargado de difuminar la mañana. Naga debió de presentarse en algún momento y, después, fueron a acabar con las despensas del reino. La comida se alargó y se juntó casi con la cena. Así que, ya entrada la noche, los tres rodaron juntos hasta un hostal en el que hospedarse.

Ahí estaba ella ahora, en la barra de ese bar de mala muerte, intentando hacerse a la idea de que el amor de su vida tenía un "compañero''. La muchacha resopló de nuevo. Volvió a levantar su cerveza.

De pronto, una voz sonó a su espalda.

—¿Naga?

La aludida se volvió y, por supuesto, ahí estaba. El compañero de Lina. Ese Geoffrey, Garfield... como se llamara.

—Ah, eres tú —La muchacha miró a su izquierda y derecha, pero ninguna pelirroja acompañaba al gigante rubio—. ¿Dónde te has dejado a Lina?

—¿No está contigo?

—¿La ves aquí acaso? —ladró la otra de mala gana.

El chico torció la cabeza. Naga casi pudo oír el chirriar de los engranajes dentro de su cabeza.

—Pues ahora que lo dices... no. Bueno, habrá salido a cazar bandidos entonces. —contestó mientras le daba la espalda—. Iré a por ella.

La Serpiente Blanca bufó y eso retuvo al mercenario en el sitio.

—¿Por qué?

—¿Cómo? ¿Por qué, qué?

—Qué por qué vas a ir a por ella. Ya es mayorcita, ¿sabes? No necesita que ningún grandullón la proteja.

—Oh, créeme, lo sé.

Esa respuesta la dejó perpleja. No era lo que se esperaba. Se esperaba discursitos machistas que empezaban con "Es que Lina es una chica y por eso..." o incluso un "pero cazar bandidos es peligroso". Desde luego, "lo sé" no estaba dentro de ese repertorio.

—Lo sé —repitió Gourry—. A veces voy para ayudar a los pobres bandidos y, otras, a llevarle algo de picar para más tarde. Sé que no me necesita. Pero me gusta estar ahí.

La hechicera alzó una ceja, volvió a su cerveza y ladró un "¡Uhm!" a modo de respuesta. Se negaba a dejar que ese imbécil le cayera bien ahora.

—¿Sabes? Creo que hoy se las puede apañar sola —sentenció entonces el merluzo. Después alzó una sonrisa y continuó— ¿Quieres compañía?

No, no la quería. No la suya.

—Haz lo que te dé la gana —respondió ella.

Gourry se acercó a la barra y pidió una cerveza. Luego, se la quedó mirando.

Mierda, mierda. Ahora voy a tener que hablar con este, ¿verdad? Mierda.

—Bueno, Garfield...

—Gourry —corrigió él.

—Eso. ¿Cuánto tiempo llevas viajando con Lina?

—Pues...no lo sé. Bastante.

—Y ¿dónde os conocisteis?

—Ya sabes, por ahí.

Las manos de la muchacha se tensaron en torno a la cerveza. Ese tipo la estaba poniendo de los nervios. Ahora entendía las menciones de Lina a su "cerebro de medusa".

—Ho ho ho. Dime, muchacho, ¿hay algo que sepas?

—Bueno, sé que no te caigo bien.

El vaso se le resbaló de las manos y cayó con un estrépito al suelo de madera.

—¿Disculpa?

Naga se le quedó mirando. Sus ojos azules estaban fijos en los suyos y en su cara ya no había atisbo de sonrisa.

—Pero no sé exáctamente por qué. Aunque me hago una ligera idea...

—No, no te la haces —se apresuró a decir ella.

—A ti te gusta Lina.

Todo se acabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora