Parte 32

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Ethan no ha dejado a Nora entrar en nuestras habitaciones porque, y cito, nuestras habitaciones son un lugar sagrado solo para nuestro deleite y, cualquiera que entre sin su consentimiento (porque el mío no importa) lo hace bajo riesgo vital.

Río mientras termino de colocarme la máscara de pestañas.

No es que me importe, la verdad nunca antes he tenido personas haciendo cosas por mí y, por muy arraigada que sea la costumbre entre los Demonios, no es algo a lo que vaya a acostumbrarme. 

Me incorporo en la banqueta del tocador y camino hasta el vestidor. Observo mi imagen en los espejos de cuerpo entero que hay en él. He tardado alrededor de quince minutos en secarme el pelo con secador, está ondulado y brillante, hoy voy a llevarle suelto, a Ethan le gusta. Mi maquillaje es delicado y natural y... Se me hace un nudo en el estómago al ver la ropa interior que llevo, un sostén straples de encaje rojo a juego con las bragas. 

Entonces recuerdo las palabras de él hacia mi cuerpo y me animo.

Muevo los papeles de seda que cubren el vestido que Ellienne me regalara y lo saco de la caja. Tardo unos minutos en meterme en él y otros más en subir la cremallera que tiene. Me coloco frente a los espejos y me quedo sin habla al ver mi reflejo. 

Deslizo las manos sobre la suave tela del vestido; es lo más ajustado y corto que he vestido en mi vida, con hombros descubiertos y de un color rojo sangre oscuro. Subo sobre mis nuevos zapatos favoritos, unos Jimmy Choo Cosmic Pump cuyo color hace juego con el vestido, coloco las cinco pulseras doradas en mi muñeca izquierda y me estoy colocando los zarcillos cuando le siento llegar al vestidor.

Me vuelvo y le veo en la entrada, lleva ambas manos a su pelo y las desliza sobre él mientras me mira larga y fijamente. Mira en todas direcciones como si estuviese buscando algo o alguien y vuelve a mirarme a mí, abre la boca, la cierra de golpe y empieza a jadear mientras mira en todas direcciones otra vez. 

Se detiene de golpe y me mira con los ojos como platos, asustado.

- No vas a...No puedes...Evangeline...ángel...– tartamudea y me preocupo – ¡No vas a ir a ninguna parte vestida así! – dice gravemente –

La fuerza de sus palabras más el semblante grave que tiene hace que mi autoestima baja a menos cero grados.

- Sé que esto es diferente a lo que suelo vestir pero, jamás pensé que algo así me quedaría tan mal. – lloriqueo –

Giro sobre los tacones de aguja, no quiero que me vea ahora mismo.

Sus manos están sobre mi cuerpo dándome la vuelta en menos de un segundo, coloca una mano bajo mi barbilla y me obliga a levantar el rostro. Su mirada es de absoluto arrepentimiento y, algo más.

- ¿Quién ha dicho que lo que traes te queda mal?

Con un gruñido de miedo me sostiene por el cuello con la mano que le queda libre para sujetarme mientras pega aún más su cuerpo al mío. Nuestras bocas se unen y nuestras lenguas batallan entre sí. Se aparta de la nada, dejándome jadeando y necesitada de más. Su pecho de acero se mueve agitadamente contra el mío. Apoya la frente contra la mía y su aliento mentolado me embriaga.

- Te ves...fenomenal. – dice – Eres mi mejor sueño húmedo hecho realidad. – uno el entrecejo ante su comentario, no le creo – ¿No me crees?

Toma una de mis manos y la lleva a su entrepierna, abro los ojos de par en par, estupefacta al percibir su enorme erección.

- Simplemente no quiero que esto se repita en todos los hombres que alcancen a verte esta noche. – esboza una pequeña sonrisa y traza círculos con su nariz en la mía – No quiero tener que asesinar a la mitad de la población masculina francesa en una sola noche, mucho menos delante de un Arc. ¿Quién sabe lo que me haría Rebecca?

Luz [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora