1° año, Capítulo 1: La carta, el tren y el comienzo

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 30 de Agosto, 1965

 Despierta, pequeño dormilón.

Escuchó una voz familiar despertarlo de su maravilloso sueño en donde había estado corriendo por las praderas de su queridísimo Cardiff, explorando algunos castillos medievales que en su tiempo habían albergado tanta gloria y grandeza entre sus paredes, pero que actualmente estaban reducidos a un par de ruinas, para luego estirarse en el suelo a admirar ese gris y nublado cielo de verano, «¡Cómo extraño esa ciudad!», pensó mientras, aún somnoliento, apretaba sus ojos con fuerza en un vago intento de retener esas imágenes unos segundos más en su mente, a la vez que levantaba levemente su "mirada", más bien sus ojos cerrados, y, al mismo tiempo decía "sólo unos minutos más", o al menos eso pensó él, ya que de su boca entreabierta no salieron más que unos leves e inentendibles balbuceos, para luego volver a apoyar su cabeza en la almohada.

 Vamos, hay que desayunar.

Insistió aquella voz, pero ahora en un tono mezclado risueño y amoroso. Berbi sólo pensó en poder agarrar su cobija y cubrirse completamente con ella, a ver si de esa manera se le permitía volver a dormir unos minutos más, sin embargo, no tuvo éxito alguno, ya que al parecer su cobija había decidido abandonarlo en algún momento de la noche, por lo que no tuvo más opción que, contra su voluntad, ceder ante la presión, o más bien a la falta de excusas, y comenzar a abrir los ojos lentamente. Se restregó la cara con su mano derecha para intentar adaptarse a la luz mientras en su mente hacía una nota de vengarse de quién había abierto sus cortinas y sobre todo, vengarse de quien lo estaba despertando tan temprano ¿Quién se atrevía a no respetar sus horas de sueños? ¡Ni judas era tan cruel como para despertar a Jesús!, o eso al menos le habían dicho en las aburridas y tediosas clases de catecismo de su colegio. Aún adormilado volvió a levantar la cabeza mientras miraba a su alrededor desorientado, haciendo una rápida revisión de la situación actual en la que se encontraba, pudiendo notar que su almohada mantenía la figura de su cabeza hundida en ella y que gran parte de sus cobijas azules estaban esparcidas en el suelo, al igual que casi la totalidad de su ropa, también pudo notar que había alguien sentado junto a su cabeza, cosa que le asombró, ya que, por unos segundos había olvidado que alguien lo estaba despertando, sin embargo, esta vez la felicidad fue más grande que el sueño, haciendo totalmente tolerable y placentera la tarea de mantenerlos abiertos y despiertos.

— Papá...  Lo abrazó aún somnoliento mientras apoyaba su cabeza en sus piernas, se sentía completamente feliz de tenerlo en este momento exclusivamente para él, como hace días no había podido disfrutar, y no dudó en dejar evidenciar su sonrisa.

 Pequeño dormilónSonrió mientras le acariciaba con cuidado el cabello casi blanco completamente despeinado, a la vez que añadía con un tono amoroso y risueño— Creo, coronel Aeneas, que anoche se liberó una gran batalla en este cuarto, ¿no?...

Berbi volvió a mirar a su alrededor, pero esta vez lo hizo detenidamente, pudiendo notar y analizar el gran desorden que había en su mitad del cuarto, ropa arrugada por todos lados, en la cama sólo quedaba la almohada con la funda arrugada en la esquina (puesto que tenía la manía de mantener dicha parte agarrada mientras dormía), la parte de su cuerpo que no estaba colgando de ella y la sábana blanquecina de algodón a medio salir que cubría el colchón, también pudo ver en el espejo que su cabello estaba completamente hecho un lío, incluso le cubría gran parte de su cara, y en su mejilla se marcaba aún el hilo de baba que por la noche había recorrido por su cara y que acabó en la almohada que estaba húmeda, intentó limpiarla con su dedo mientras sonreía por ese lío de gran tamaño, la verdad es que siempre se enorgullecía saber que podía provocar todo eso mientras dormía, y no pudo evitar pensar que hace unos años le hubieran regañado seriamente por mantener su espacio con tan poco orden, pero hoy todo era distinto, ahora si quiera le llamarían la atención por eso, incluso sabía que en un rato más su padrino le ordenaría todo aquello mientras le daba algún sermón sobre la importancia de la limpieza y el orden, pero sin mucho éxito, pues estaba seguro que él era consciente de que volvería a ordenarle todas las veces que fueran necesarias. También se detuvo a admirar el lado del cuarto que le pertenecía a su hermana, en el cual estaba todo tan ordenado y prolijo, incluso se veía tan estirado el edredón rojo sobre la cama que hasta daba la sensación de que tenía una madera bajo de él, y qué decir sobre su ropa que colgaba de forma planchada y estaba organizada por colores en el closet, o todos sus accesorios para el cabello que los mantenía organizados en el tocador de una forma tan precisa que sabía exactamente cuando uno le faltaba, era increíble pensar que hasta en eso eran distintos ellos dos. El chico suspiró levemente por el sueño más que por la mezcla de emociones que le provocaba su cuarto y añadió.

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