XVII: Los Cuervos de la Bruma.

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Corrimos en dirección al noreste de la aldea como si la tormenta nos persiguiera. Nils se reía animadamente al vernos cruzar las calles con los rostros enrojecidos por el calor y el esfuerzo, trotando unos pasos más atrás y haciendo gestos conciliadores a los transeúntes que miraban preocupados a aquel grupito corriendo frente a sus casas. No habíamos sido los únicos en oír los cuernos de anuncio de la vanguardia mercenaria, así que cerca del límite de la aldea, allí donde las casas dejaban lugar a las primeras granjas periféricas linderas al camino que llevaba al norte, comenzamos a ver los primeros amontonamientos de gente. En el límite norte de la aldea se encontraba el distrito ynweno, así que no me sorprendió ver pañuelos y colores por todos lados al llegar al principio del gran camino. Erian y su madre ya estaban allí, acompañadas por decenas de curiosos ynwenos que miraban hacia el norte con las manos haciendo visera para proteger sus ojos del sol imponente. Conseguimos ubicarnos en la larga fila que corría paralela al camino, y aguardamos con expectación a que los guerreros llegaran a la aldea.

―¡Ya veo los estandartes!― gritó Jorin completamente emocionado, señalando con el dedo a la primera fila de soldados que marchaban.

A mi lado, una niña gritó de manera similar pero hablando en ynweno. Miré a Marilen, y me asintió con los ojos, diciéndome tácitamente que la chica había gritado lo mismo que mi amigo. Me puse en puntas de pie y me apoyé sobre el hombro de Jorin, intentando ver a la distancia. Aprovechando que era bastante más alto que la mayoría de los allí reunidos, no tuve dificultades para vislumbrar el estandarte de los Cuervos. Sin mucha originalidad, los mercenarios marchaban detrás de una insignia gris con un cuervo negro con las alas bien desplegadas. Lo mejor del blasón sin dudas eran los ojos y el pico del ave, teñidos de un rojo sangre que le confería a la insignia un dramático y poderoso efecto.

Pasó lo que para mí fue una verdadera eternidad hasta que finalmente la vanguardia de la marcha llegó a los límites de la aldea. A esas alturas apenas podía contener mi emoción, comportándome civilizadamente únicamente porque Nils estaba a mi lado y no quería decepcionarlo actuando como un crío emocionado, cosa que en realidad era. Cuando los soldados estaban a unos treinta metros de distancia, uno de ellos tocó otra vez el cuerno. Esta vez, el grupo se separó en dos: gran parte de los soldados volvieron sobre sus pasos y se dedicaron a buscar un lugar para acampar, mientras que una veintena de guerreros siguieron adelante, cargando el estandarte con ellos.

―Hmm, no hay suficiente pompa― comentó Milos, quien sin que me diera cuenta se había ubicado a mi lado―. Qué decepción, qué decepción.

―Son guerreros, no un circo itinerante― protesté con rabia, dispuesto a que nadie me quitara la diversión.

―Cállate, tonto― bufó Milos, dándome un golpe suave en la nuca―. Por lo general primero dejan pasar a las dewrienn antes de entrar a las ciudades, lo que hace que sea una verdadera fiesta.

―¿Traen dewrienn?― se interesó Marilen, quien ya había perdido la timidez en presencia de Milos.

―Toda compañía ynwena trae a un ejército de dewrienn entre sus filas, es algo básico― contestó Milos como si fuera lo más obvio del mundo―. Nuestras compañías no son codiciadas únicamente por nuestra habilidad para matar, sino que también brindamos un espectáculo memorable. Tener centenares de bestias asesinas de tu lado es buena cosa, pero tener también una docena de mujeres hermosas bailando y lanzándose antorchas en llamas mientras hacen una danza imposible... bueno, digamos que mejora bastante las cosas.

―¿Y por qué no están aquí entonces?― pregunté, escondiendo mi decepción. Sí, ver bailarinas lanzándose antorchas de fuego me hubiera gustado, lo admito.

―Deben estar cansadas por la marcha. Llevamos varias semanas en los caminos, no deben tener muchas ganas de bailar para bárbaros malolientes como ustedes― se burló Milos.

Stormbringers I: Los Colores de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora