XXV: Colapso.

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Con Jorin a mi lado siguiéndome el ritmo, veía pasar las casas de Leydenar como espectrales imágenes difusas. Mi vista estaba fija en la meta, y todo lo demás era un mero borrón en mi vida. Yo, un Cuervo de la Bruma. El haber creído durante un largo rato que no me habían elegido solo hacía que ahora valorara muchísimo más el ser aceptado para unirme a sus filas. Ya me imaginaba aprendiendo bajo el tutelaje de Gaelan, Nils, Idilien, Jennem, incluso de Milos. Cuántas aventuras viviríamos juntos, recorrería el continente entero en busca de un gran contrato que me permitiera amasar riquezas. Incluso soñaba con lo que vendría luego; quizás llegara a comprar unas buenas tierras en un lugar alejado, un lugar donde formar una familia junto a mis seres queridos. Era un hermoso final para la historia que se me venía encima.

A pesar del entusiasmo, comencé a sentir el cansancio cuando estábamos por llegar a la casa de mi abuelo. Para mi consuelo, Jorin parecía estar a punto de derrumbarse por el esfuerzo, jadeando sonoramente y sujetándose los costados con las manos para recuperarse. Lo miré con una sonrisa de excitación, encontrándome como siempre la expresión más afable que conocía. Verlo tan feliz me hizo recordar el amargo rato que habíamos pasado previamente, así que opté por pedirle disculpas una vez más.

―No te preocupes, Rae― contestó él apretándome el brazo con cariño―. Era una situación complicada, realmente creías que no iban a elegirte. Hubiera sido una enorme injusticia que no te eligieran, porque eres por lejos el mejor guerrero de los dos. Yo hubiera reaccionado igual de haber estado en tu situación.

Jorin era una persona maravillosa, pero era pésimo mintiendo. Alguien como él jamás hubiera caído tan bajo como yo, él hubiera estado feliz por ver a su compañero cumpliendo su sueño, no hubiera actuado como un chiquilín caprichoso y maleducado. Quizás suene repetitivo, pero no puedo dejar de insistir en lo feliz que me hacía tener a una persona tan maravillosa como amigo. Volví a abrazarlo cálidamente, y retomamos nuestra marcha hacia la casa de mi abuelo, esta vez a un ritmo más lento, recuperando energías luego de un día repleto de emociones y ejercicios fuertes.

Cuando finalmente llegamos, me asomé por una pequeña ventana que daba al taller de mi abuelo. Allí lo encontré, tallando meticulosamente una pieza de madera recién cortada. A la distancia lo oía tararear una de sus melodías favoritas. Me quedé unos instantes observándolo tan ensimismado en su mundo de artesano, y solo la voz de Jorin hablando con otra persona me hizo girar. Jorin estaba a unos cinco metros de distancia, parado sobre la calle de tierra, y junto a él estaba Marilen. Por los gestos que hacía mi amigo, me convencí de que le estaba contando todo acerca de la prueba con los mercenarios. Se mostraba feliz y orgulloso de lo que había hecho, pero en sus ojos también se veía el nerviosismo y el miedo. No entendía por qué estaba tan asustado, probablemente porque yo no tenía a alguien que significara tanto para mí como Marilen para Jorin. Observarlos interactuar así era algo sumamente nuevo para mí, estaba viéndolos como una verdadera pareja por primera vez en mi vida. Jorin se balanceaba de un lado a otro, mirando a mi hermana con gesto torcido. En un momento parecía que se echaría hacia atrás, pero Marilen se lo impidió. Lo tomó de la mano, lo atrajo hacia su cuerpo, y lo besó con una fuerza que me conmovió a la distancia. Jorin le acarició el rostro y la nuca durante el beso, embargado por la pasión de la muchacha. Sonreí a lo lejos, sabiendo que habían conseguido superar el obstáculo que les había surgido.

Eché un rápido vistazo al taller de mi abuelo, y como todo seguía igual, me acerqué a mis amigos, quienes afortunadamente ya se habían separado, limitándose a tomarse de la mano y mirarse con esa dulzura que los jóvenes enamorados poseen. Carraspeé para llamarles la atención. Jorin giró brutalmente sonrojado, mientras Marilen me miraba con una tranquilidad que me arrancó una sonrisa.

―Lamento interrumpir su momento romántico― dije a modo de broma.

―No lo lamentas, pero no te preocupes― minimizó Marilen―. Jorin me contó sobre la prueba.

Stormbringers I: Los Colores de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora