Mi encuentro con Otto me dejó con el espíritu inflamado y listo para la batalla. Repentinamente la marcha del ejército me parecía lenta e interminable; de haber podido, hubiera espoleado a mis compañeros para que se apresuraran. De poco hubiera servido realmente, ya que una hora después de mi discusión con Otto, los mensajeros comenzaron a subir y bajar por las filas de soldados, advirtiéndonos que finalmente habíamos llegado a la colina donde los sureños aguardaban.
Delante de nosotros justo frente a la empinada colina boscosa donde los estandartes sureños ya se veían, había una larga llanura que nos permitiría extendernos por completo antes de comenzar la lucha. Los sureños no se movieron mientras nuestro ejército se desplegaba, aunque estaba seguro de que algunos exploradores contemplaban nuestros movimientos con recelo. A pesar de estar en una nueva veintena, yo seguía bajo el liderazgo del capitán Caestar, quien ocupó el flanco derecho de la formación. El izquierdo quedó en manos de Brucell Finnean, mientras que el centro lo ocuparon los hombres liderados por Cennell. Los jinetes, liderados por el propio rey Swaney, su cuñado lord Aerebert y el estratega Saeven, volvieron grupas y fingieron una retirada. Caestar nos advirtió que era una estratagema, ya que cuando la batalla hubiera comenzado, los jinetes cargarían por detrás de los sureños, tomándolos por sorpresa y destruyendo sus defensas.
―Básicamente tenemos que sobrevivir allá arriba hasta que el rey llegue para quedarse con toda la gloria― murmuró Blackwall con descontento. El herrero se había acomodado a mi lado, asegurándose él mismo de que mis armas estuvieran listas para el combate―. Siempre es igual, bah.
Sonreí y dejé que mi maestro y amigo gruñera a placer. Interpreté su fastidio como una manera de relajar las tensiones previas a la gran batalla. A mi lado, Urien y Aremis rezaban en silencio, mientras Zagan afilaba metódicamente la punta de su lanza. Todos en mi veintena llevaban escudo y lanza, y algunos pocos, entre ellos yo, también portábamos una espada. Mis compañeros estaban bastante bien pertrechados en comparación a otras veintenas del ejército, así que tenía la esperanza de que saliéramos bien parados de la contienda. Después de todo, solo teníamos que sobrevivir hasta que los jinetes del rey llegaran, ellos se encargarían de la gran masacre.
Toqué el pomo de Erynfalk para ganar confianza. Mis compañeros soltaron un grito que me hizo sobresaltar, temeroso de una emboscada enemiga. No obstante, Blackwall me señaló la causa de la exaltación y me relajé. Vi bandadas de cuervos volando sobre la colina, sobre el campamento de los hombres de Magiar. Un hombre de la primera fila clavó su lanza en el suelo, escupió siete veces, dio siete vueltas alrededor de su lanza, y luego volvió a mirar hacia el cielo. Los cuervos siguieron volando por encima del enemigo incluso cuando el desaforado hombre gritó. A su lado, todos los hombres comenzaron a gritar y a golpear las lanzas contra sus escudos.
―¿Por qué hacen eso?― pregunté extrañado.
―Buscan presagios positivos antes de luchar― contestó Blackwall mirando al poseído hombre, quien brincaba y soltaba improperios contra nuestros todavía ocultos enemigos―. Es una antigua tradición que nuestro pueblo conserva desde su épocas nómades. La tradición dice que si los cuervos no cambian de lugar luego del ritual de la lanza, significa que la suerte está de tu lado.
―No pareces muy convencido de que así sea, Blackwall― comenté con sorna.
―Lo único que me da confianza a la hora de la guerra es un buen acero y un escudo de roble firme― escupió Blackwall―. Los demás rituales son una estupidez.
―¿No crees en la buena suerte?― cuestioné.
―Claro que sí, pero la suerte no te acompañará solo porque bailes alrededor de un palo, muchacho. Los rituales de buena suerte son una absurda mentira que nos contamos para tener la sensación de que podemos ser dioses del destino por un instante. Aquí lo único que importa es qué tan bien luches, nada más.
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Stormbringers I: Los Colores de la Guerra
FantasyUn hombre atrapado entre el pasado y el presente, atrapado en un mundo que cambia y avanza mientras espera que llegue lo único que necesita. La aventura de un niño que soñó con ser guerrero, y que tuvo la desgracia de ver su sueño cumplido en el mo...