Interludio ― En el oscuro fondo.

5 0 0
                                    

Dashi soltó un largo suspiro y se atrevió a levantar la mirada por primera vez en muchísimas horas. Sabía que se encontraría un bello rostro conmovido y lleno de lágrimas, un rostro triste y abatido, y probablemente un rostro curioso. Se sorprendió al ver que los tres estaban secándose lágrimas de los ojos.

Eres un viejo prejuicioso, pensó para sus adentro, mirando al conde Corton, quien hacía un esfuerzo descomunal por esconder sus emociones. No has aprendido demasiado, querido viejo.

El anciano se sirvió una copa de vino aguado, la bebió lentamente, y se puso de pie ante la atenta mirada de sus niños. Oh, sus niños, no los merecía. Ellos eran su último rayo de luz en el oscuro fondo del pozo.

―Dashi, tu historia es increíble― susurró Mirei, rompiendo el silencio tras un largo rato. Sus ojos estaban rojos por tanto llorar, y el maquillaje que los cubría se había corrido un poco. Corton lo notó y le acarició el rostro para ayudarla a limpiarse. La chica sonrió y le agradeció el gesto. Incluso Wenz sonrió al ver la amabilidad del hijo del Conde―. No pensé que las partes bélicas fueran a resultarme tan entretenidas, pero por momentos sentí que estaba allí luchando junto a los tuyos.

―Le agradezco a la vida que no tengas que luchar por tu vida, querida Mirei― sonrió el viejo con dulzura.

―¿No se lo agradeces al Rey Celeste?― preguntó Corton.

Mirei y Wenz lo miraron con los ojos bien abiertos, sorprendidos de su pregunta. Dashi lo miró atentamente, buscando malicia y sorna en sus palabras. No halló nada más que una genuina curiosidad. Curvó sus labios en una triste sonrisa y negó con la cabeza.

―El Rey Celeste lleva siglos muerto para el mundo, mi señor, de nada me serviría agradecer o pedir protección a un dios muerto― contestó monocorde.

Corton parecía deseoso de seguir debatiendo el tema, pero finalmente se convenció de no continuar. Dashi sonrió. Para el futuro Conde, un muchacho criado en un mundo que llevaba siglos sin dioses, la religión era algo pintoresco, un dato curioso como una anécdota de guerra. No lo juzgaba, no tenía por qué hacerlo. El tiempo les había dado la razón a esos hombres que predicaban en contra de las religiones; el mundo había continuado su curso sin dioses. De hecho, el mundo era mejor ahora que los hombres no se mataban en nombre de un dios.

―¿En qué estás pensando, Dashi?― preguntó Mirei tomándolo de la mano y acariciándole los nudillos―. ¿Estás pensando en tus amigos?

―Llevo siglos sin pensar en ellos, así que los dejaré que me acompañen por esta triste y larga noche― contestó el viejo con dolor en la voz―. Vienen a visitarme después de muchísimo tiempo, así que lo mínimo que puedo hacer por ellos es darle la bienvenida que se merecen. Si tan solo sus rostros fueran difusos y borrosos...

―Oh, no, no llores, Dashi, no podría tolerarlo― balbuceó Mirei, tomándole el rostro entre sus manos y apoyando su frente sobre la suya―. Por favor, no llores.

―No lloraré, mi pequeña, no lloraré. Seré valiente por ti.

―Ese es mi Dashi― canturreó la muchacha, abrazándolo con todas sus fuerzas.

Había hecho un esfuerzo descomunal por no llorar por sus amigos caídos, pero ahora que esa muchacha lo abrazaba, su esfuerzo previo quedaba reducido a la nada en comparación al que estaba realizando ahora. Cerró los ojos y así los mantuvo hasta que la chica finalmente lo soltó. Corton se acercó a ella, la rodeó con los brazos y le acarició la cabellera con los dedos, mirando al viejo con una mezcla de respeto y admiración. Dashi le sonrió y le dio las gracias.

―No quiero sonar impaciente― comenzó el noble, rascándose el cuello para disimular su incomodidad―, pero, ¿cuándo seguirás con tu relato, Dashi?

―Me temo que necesitaré un buen tiempo para recuperarme de todo esto, mi querido señor― se excusó el viejo, haciendo un mohín―. Espero sepan entenderme.

―Desde luego, desde luego― dijo rápidamente Corton, aunque siguió mirándolo a los ojos―. De todos modos, ¿podemos venir a visitarte? Ya sabes, para conversar y pasar un rato. Tu relato fue muy agradable.

―Debemos darle tiempo, Corton, Dashi necesita poner sus ideas en orden, necesita encontrar la paz― explicó Mirei con paciencia.

―Pero...

―Cariño.

―Niños, niños― intervino Dashi con una débil risa―. Me encantaría que vengan a visitarme cuando lo deseen. Soy un mero huésped aquí, así que siempre encontrarán mis puertas abiertas. Aunque no hablemos de mi historia, siempre serán bienvenidos en estas estancias.

―Te tomo la palabra, Raeven― dijo Corton guiñándole un ojo. El nombre le agrió el humor al viejo, pero lo disimuló para no arruinar el momento de intimidad que estaban viviendo―. Ahora deberíamos dejarte descansar, estoy seguro de que lo necesitas.

―Ciertamente, mi señor, mis viejos huesos necesitan descansar y recuperarse luego de una noche de emociones intensas. Y ustedes serán jóvenes y vigorosos, pero también necesitan un buen rato de descanso.

Los chicos se rieron, pero el noble desechó la idea con la mano.

―Estoy para ir en busca de unas copas, la noche todavía es joven, ¿no creen?― Mirei sonrió y le apretó el brazo―. ¿Qué me dices tú, Wenz?

―¿Yo?― se sorprendió el tímido muchacho, sonrojándose abruptamente como si no hubiera pasado las últimas horas en compañía del hijo del Conde.

―Claro, tú. Ya sabes, el rubiecito con cara de tonto― se burló Corton, ganándose una mirada cargada de reproche de Mirei―. Oh, vamos, era una broma. ¿Quieres venir, Wenz? Conozco una viñedo que sirve unas bebidas descomunalmente deliciosas, deberías conocerlo.

―Lo... lo siento, debería volver con mi familia― contestó Wenz, haciendo que el viejo se entristezca por su negativa. Casi que tuvo ganas de abrazarlo y consolarlo―. Te agradezco, mi señor, pero no puedo.

―Si vuelves a llamarme mi señor en estos ámbitos, te arrancaré los pelos y me haré una bufanda con ellos, ¿me entiendes?― rió Corton, dándole un puñetazo en el hombro a modo de despedida―. Nos veremos la próxima entonces.

Wenz asintió y dejó que Mirei y Corton se marcharan. La chica le besó la mejilla antes de hacer lo propio con el viejo, mientras Corton estrechaba sus manos. Dashi se quedó viendo a Wenz en silencio durante un largo rato, terminando de deliberar sobre si tenía que decir algo o no. Wenz suspiró y sonrió tibiamente al viejo.

―Mañana vendré a verte, Dashi, necesitaré tu compañía.

―Ya dije que siempre estaré dispuesto a recibirlos, muchacho. Es una promesa que no quiero romper.

―Gracias. Por todo, Dashi, de verdad. Espero ser como tú algún día, te admiro profundamente.

Dashi sonrió aunque el corazón se le estaba haciendo añicos. No los merecía, de verdad no lo merecía.


Stormbringers I: Los Colores de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora