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Desde el interior se oían las gotas de lluvia chocando el cristal de las ventanas del departamento de Crímenes Modernos, sin embargo, la temperatura del aire se percibía reguladamente cálido. Era inusual que detectives se quedaran trabajando un lunes hasta tan tarde, antes de medianoche, pero si algo caracteriza a Kato Haru es su obstinación cuando un caso de injusticia se pone difícil, tanto así que en reiteradas oportunidades lo desvelan.

Por su lado, Kambe Daisuke sencillamente había tenido que acostumbrarse a tan arduos ritmos de su pareja tanto en la vida personal que compartían como novios hace ya varios meses como en el deber cuando eran policías, aunque a ninguno le era fácil despegarse por completo del trabajo, mejor dicho, vocación. Si bien le disgustó en un principio, reflexionó que ya había vivido en un vacío existencial demasiados años, demasiado carente de acción, movimiento y significado como para negarse a vivir una nueva vida ahora y junto al amor, cuando por fin cada cosa estaba, poco a poco, retornando ordenadamente a su sitio.

Ambos se hallaban en la oficina, en su lugar de siempre. Haru examinaba unas anotaciones que había hecho después de ver dos horas de grabaciones de unas cámaras de seguridad; sus ojos más brillosos de lo usual, cansados y un poco mal dormidos. Pensar sin distracciones, sin Kamei molestando, era otra de las razones por las que acostumbraba a llevarse papeleo a casa o quedarse haciendo horas extra. Levantó la vista de las hojas para observar a Kambe, quien se había comprometido a movilizar sus influencias para acelerar los análisis clínicos que se halló en la evidencia de la escena del crimen. Efectivamente, se había puesto sus lentes oscuros y movía sus manos negras y enguantadas con la agilidad impresionante de alguien que creció junto la tecnología. Aunque era un paisaje que antes le resultó irritante y hasta ridículo, podría haber jurado en aquel momento que era más bello y misterioso que un eclipse. Tener a Daisuke cerca le parecía mejor que tener cualquier otra compañía. En aquel contexto, era un compañero ideal, enfocado y selectivo para los temas que potencialmente saldrían de sus labios. En la intimidad, en cambio, resultaba difícil adivinar sus pensamientos, por lo que, en ocasiones, Haru deseaba que su carácter frio y distante quedara reservado para el trabajo y su personalidad sensual sin limitaciones que solo él conocía a tal grado fluyera de forma más o menos permanente entre ellos.

-Iré a prepararme un café. ¿Quieres algo, Kambe?- Se incorporó estirando la espalda que, oprimida demasiado tiempo, crujió como una pisada en calles otoñales.

-No por ahora.- Contestó sin ademán de interrumpir su labor.

Con esto, el detective salió y entrecerró la puerta. Los sonidos de sus zapatos generaban ecos en la soledad del edificio que, si hubiera sido un novato, hasta le habría dado miedo, pero ya había hecho esa travesía lo suficiente para no prestar atención a si hay o no fantasmas. Camino al pequeño sector reservado al café, su torrente de pensamientos divagaba como solía hacer cuando tenía muchos deberes pendientes, pero un reprimido impulso le impedía realizarlos con la acostumbrada calma mental o libertad necesaria.

-*¿Qué quiere Kambe?*

Aquella pregunta rondaba religiosamente su mente cada vez que quedaban solos por tantas horas en la oficina. Al comienzo de su relación, Daisuke había propuesto tener sexo allí usando las esposas, pero él lo había considerado de mal gusto. Sin embargo, la idea no dejó de visitarlo desde aquel día hasta aceptar que realmente le atraía intentar. Tardó meses en llegar a esa conclusión, pero ahora importaba lo que pensaba el millonario y, teniendo en cuenta lo vagas y confusas de las formas en las que la máquina de su lógica suele obrar, no estaba seguro para nada de si lo dijo como una broma para molestarlo que, en su momento, funcionó, o un fetiche real. En cualquier caso, sería vergonzoso preguntar.

El café de la oficina no era el mejor si de calidad se habla, razón principal por la que Kambe pocas veces aceptaba beber uno, pero Haru lo amaba porque, antes que Daisuke, ese sabor fue su única compañía en noches interminables de vigilia en la fuerza.

Lover - DaiharuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora