Sus ojos cafés.

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Sus ojos cafés fueron embriagándome lentamente. Ese color marrón oscuro, era el mismo que me traía recuerdos desde las penumbras, de esos recuerdos que tocan cada fibra de tu ser y te hacen temblar inconscientemente; había algo en él que no lograba discernir, pero sabía perfectamente que ocultaba así fuese lo más mínimo, no precisamente bueno; y tristemente, al tener curiosidad me es complejo retener las ganas de averiguar lo que retumba en mi mente...

En años anteriores, tuve trastornos de alimentación y depresión crónica, por consiguiente mi vida no era de la “típica adolescente”. Mi cuerpo, casi en su totalidad se encontraba lleno de cortes y hematomas. Y mi rostro, pálido, sin brillo... Casi sin vida, pero por suerte; Adeline, mi mejor amiga (Que en ese entonces no se había ido a vivir a Rusia con sus padres) Fue mi apoyo y mano derecha en cada minuto que pasaba tendida en una fría camilla recibiendo medicamentos intravenosos.

Pero al pasar el tiempo, pude caer en cuenta de que, ¿Si no te valoras tú, quién lo hará por ti? Lógicamente el cuerpo no ha de serlo todo; sin embargo, ese era el que el destino, Dios, o lo que fuese, tenía deparado para mí, supongo que debí valorarlo en el momento...
Tras meses tortuosos y melancólicos en el tratamiento, aunque no  logré ser la de antes, continué con mi vida.
Mientras seguía sumida en mis pensamientos e ideas absurdas, el Señor Payton se levantó de su asiento y me preguntó sarcásticamente:

—¿Has terminado ya, verdad Miller?
—...
-Eso pensé, ahora en vez de hacer cara de cachorro asustado, haz el trabajo que te corresponde, ¿no? Pues, si es que en verdad anhelas obtener la beca de la que tanto has hablado...

Las personas como él en definitiva, eran las que más detestaba; ¿Por qué se fijan en cada minúsculo error de cada uno y no en los propios? En fin, eso no era lo importante; lo importante en ese momento era que estaba tratando de desviar el mirar del de mi intimidante y atractivo nuevo compañero.

Al dirigirme a casa, todo era callado, demasiado, diría yo. Eso no me incomodó, hasta poder divisar a lo lejos a dos hombres que a simple vista se comprendía que poseían una fuerza descomunal.

Entré en pánico.

¿¡Mierda, qué  voy a hacer!? Bueno, calma y hazte la indiferente...
—Pensé con el pulso acelerado.

-—Hey tú! ¡Chiquilla! ¡La de culo grande! —Dijo uno de ellos.
-...
Chistan de nuevo.
—No te hagas la difícil, linda.
—...
—¿Crees que puedes ignorarme, pedazo de zorra? —Dijo, subiendo el tono de voz, acercándose con fuertes pisadas.
Seguí tratando de ignorarlo. Pero no fue posible.
—¡Vuelve aquí, estúpida o... —No alcanzó a terminar su amenaza, ya que de repente cayó al suelo.
Volteé a mirar y se encontraba sangrando por una herida en el cráneo. Y a su derecha otro joven corriendo despavorido. Por mi parte, como la gallina que soy, escapé también.

Al llegar a casa, con el corazón a punto de salir de mi pecho y saludando a mi madre con un fuerte abrazo, corrí tan pronto como pude a mi alcoba. Probablemente eso le haya provocado extrañeza, sin embargo lo único que quería en ese instante era poder respirar profunda y tranquilamente, pero sabía bien que ese no era un hecho de ignorar u olvidar fácilmente. Al cabo de unos minutos, sin tocar ingresó mi madre algo sorprendida por mi palidéz y temblor en mis manos; cosa que solo ocurría al pasarme algo. Me observó atentamente y preguntó:
—¿Te pasa algo, cariño?

Vale, vale, no entres en pánico y cuéntale lo sucedido de una manera menos atroz.
—Pensé.

—Este... Pues... Estaba de camino a casa y...
—¿Y qué? —Preguntó enarcando una ceja.
—Y... Prométeme en primer lugar que no te inquietarás.
—Está bien —Se tensó poco a poco.
—De acuerdo... Iba de camino a casa, y un hombre fornido iba a... Bueno sí, a lo cual llegó un joven al que no distinguí bien, que le provocó una  herida en el cráneo; fue allí cuando huí de tal acto.
—¡Mi pequeña! ¿Te encuentras completamente bien? 
—Sí, mamá.
—¿Quieres algo? ¿Segura de que nada te hicieron esos cabrones?
—Totalmente segura.
—Si has de necesitarme, estaré en el jardín...
—Gracias, me parece perfecto.

Ahora sí, totalmente sola, lo primordial era descansar; y eso hice sin pensarlo dos veces.

Desde aquel díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora