Capitulo 1: "Tragedias enmascaradas"

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¿Quieres que te cuente algo? Cuando alguien te alabe cuan maravillosos son los bailes reales y qué tan perfecta se ve la vida de una princesa estando allí con todo ese lujo alrededor..., simplemente, no les creas. Desde el fondo de mi corazón te lo ruego, no les creas, no son nada más que reuniones aburridas donde una mujer solamente puede sonreír, presumir las riquezas de su marido o la posición política e importante que ha heredado por parte de su familia y cargar el entusiasmo más falso que encuentres. Las mujeres en los bailes reales no son más que la vista bonita, ya que mientras ellas hablan de cuántas veces ha tenido que ir a la modista... los hombres, los hombres la pasan verdaderamente bien. Ellos pueden hacer negocios, presumir sus propios logros y no deben de pavonearse con las cosas o victorias ajenas.

Ahora bien, creo que lo único bueno que puedo resaltar de estos eventos inventados por el mismísimo diablo, es la comida. Se suele servir un banquete tan grande y tan variado que pensar en ellos ocasiona cierta salivación en mi boca y un ruido espantoso por parte de mis entrañas... Ahora que lo recuerdo, no he comido en todo el día y ahora, ahora sí tengo razón suficiente para permanecer más de dos horas en el baile de esta noche.

Un fuerte estirón en las tiras de mi corsé, logró sacarme de mis ensoñaciones con la comida y que suelte un pequeño bufido. Otra cosa para agregar a mi lista de "Cosas que Rebecca Rodó odia más que ser princesa" está el tener que usar corsés. Son tan rígidos e incómodos que se pueden considerar otro invento del mismísimo Diablo.

Ahora que pienso... Satanás se ha esforzado mucho en crear cosas que yo detesto con todo mi corazón. Creo que realmente es más enemigo mío que del mismísimo Dios.

-Mis disculpas, madame – se disculpó Victoria, mi dama de compañía.

-No te preocupes, Tori.

Ambas regresamos al silencio que anteriormente nos consumía, mientras Victoria me ayudaba a entrar en mi vestido y yo me sumía otra vez en mis pensamientos de odio hacia Satanás y sus creaciones.

De repente, la puerta de mi habitación se abrió fuertemente provocándose que se golpee contra la pared y un ruido ensordecedor hiciera eco en el silencio que nos consumía. Entonces, la presencia de mi madre llenó la estancia.
Ella se acercó hasta mí, llevaba puesto un vestido azul marino, el cual contenía bordado pequeñas flores en hilo dorado por el rededor de su corsé, las que luego caían en una pequeña enredadera de hilos dorados y pequeños diamantes, por toda la pollera de tul. Mientras, su cabello lo llevaba recogido en un moño discreto adornado por su corona de zafiros, la que ella tanto cariño tenía por ser la primera que mi padre le regaló al proponerle matrimonio. Lucía como una verdadera monarca, rígida y totalmente correcta, pero aun así mantenía ese brillo de bondad que tanto la caracterizaba en la historia de las reinas españolas hasta entonces.

-Te ves hermosa, Rebecca – pronunció con su español forzado. Mi madre era princesa de Francia cuando mi padre la conoció, luego de eso, se casaron y la trajo a España para que juntos pudieran gobernar el trono español y mantener a Francia como una amiga y dejar de lado todos los malentendidos que pudieran sobrevenir. "¡Buena estrategia política, papá! Sigue escudándote con el amor para salvarte de aquellos que te pueden derrocar..."

-Gracias, madre – sonreí mientras observaba embelesada mi vestido.

Luego de mucho buscar, al fin me había decidido con qué vestido usar, ya que era uno que lograba resaltar mi silueta al no tener ese estilo pomposo como los que usualmente me obligaban a vestir.

Si bien no estaba muy bien visto por parte de la sociedad este tipo de vestidos, y había sido partícipe de una tensionada discusión con mi padre respecto, al fin había obtenido el visto bueno para poder lucirlo aquella noche.
La maravillosa obra de arte que llevaba puesta era de color verde esmeralda, el cual resaltaba el color de mis ojos marrones y contrastaba con el bronceado que me cargaba encima debido a los días de calor. Además, disfrutaba de un corsé con corte corazón y hombros caídos, el cual se encontraba decorado con hilos dorados y diamantes que formaban pequeñas líneas que se entrecruzan una encima de otra, por otro lado, bajo mi cintura caía una cascada de tul y seda, que me permitieron no usar enagua por aquella noche.

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⏰ Última actualización: May 20, 2022 ⏰

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