Capítulo 12

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Sango llegó al vestíbulo y le dijeron que los cincuenta huéspedes habían llegado y quedado satisfechos con sus habitaciones. Fue en busca de Miroku, pero no pudo encontrarlo y decidió no molestarlo en su habitación. ¡Algunas cosas hay que hacerlas con calma, y domar a Miroku era una de ellas!

Para ayudarse a pasar el tiempo, se dedicó a arreglar las flores de la recepción, y todavía se sentía de excelente estado de ánimo cuando subió a su habitación para cambiarse para la cena.

Decidida a impresionar a Miroku, escogió uno de sus vestidos más elegantes, uno negro con tirantes de pedrería que sostenían un corpiño diminuto. Su corte delineaba cada curva de su cuerpo: su pecho pleno y firme, esbelta cintura y caderas redondeadas. Para enfatizar su aire de sofisticado abandono, se cepilló el cabello hasta convertirla en una cascada de cabellos que caían sobre sus hombros, y se aplicaba una segunda capa de máscara cuando oyó que llamaban a su puerta.

Al abrirla, se sorprendió de que Kuranosuke estuviera allí, con una caja de celofán en las manos.

- Una oferta de paz -le dijo entregándole un arreglo de orquídeas.

- Gracias -abrió la caja y tocó los frágiles pétalos-. Son muy hermosas.

- No tan hermosas como tú -Kuranosuke entró en la habitación-. Sé que me comporté de manera indebida esta tarde y quiero que me disculpes.

- No te preocupes. El asunto está olvidado -volvió a mirar las flores y rió-. Son preciosas y es una gentileza de tu parte traérmelas pero no creo que mi vestido sea lo bastante amplio para ponérmelas.

- Me deleita el tener que reconocerlo -replicó él sonriente-. Ponlas en un florero -la observó mientras lo hacía, con una expresión muy seria.

- ¿Sucede algo? -inquirió Sango.

- No. Sólo pensaba en lo hermosa que eres. No sólo en tu apariencia exterior. Tu belleza la llevas en el interior.

- Ese es un regalo más hermoso que las flores.

- ¿Quieres cenar conmigo? -la vio titubear-. ¿Un trago, entonces?

¿Por qué no? se dijo ella y aceptó. Sólo eran las ocho y Miroku podría tardar en bajar. Los dos juntos, recorrieron el pasillo.

- ¿Cómo resultó la conferencia de hoy? -preguntó ella.

- Una pérdida de tiempo. Hoshi hizo bien en mantenerse alejado.

- ¿Por qué? ¿Qué sucedió?

- Bonlam insiste en mantenernos en la cuerda floja. Habló algo acerca de que el Primer Ministro estará fuera dos semanas, pero me imagino que es sólo un pretexto. Me siento inclinado a retirarme.

- Me parece recordar que dijiste tener buenas probabilidades.

- Así es -replicó Kuranosuke sin entusiasmo y entraron en el ascensor.

Sango se ruborizó al ver que allí se encontraba Miroku, quien observó la mano de Kuranosuke en su brazo; ella vio en su expresión que creía que Sango y Kuranosuke venían de su habitación.

Era cierto, ¡pero no lo que él pensaba! No obstante, se sabía juzgada y condenada. Maldiciendo al destino que lo hizo estar en el mismo ascensor en ese momento, Sango se concretó a contemplar un muro. En el instante en que el ascensor se detuvo en la planta baja, Miroku salió sin pronunciar palabra y Kuranosuke arqueó las cejas en actitud sorprendida.

- Sabes lo que se imagina, ¿no es así?

- Sí.

- ¿Quieres que vaya y aclare las cosas con él?

- ¿Para qué molestarte? -se encogió de hombros, observando con el rabillo del ojo que Miroku se reunía con Shima. ¿Se citó con la chica antes de tratar de arreglar las cosas con ella, o la llamó después del estúpido comportamiento de Kuranosuke esa tarde? Habría pagado una fortuna por saberlo.

- ¿Estás segura de no querer cambiar de opinión y cenar conmigo esta noche? -preguntó Kuranosuke llevándola a uno de los bares.

- Quizá lo haga -respondió con una amplia sonrisa-; es de sabios cambiar de opinión.

Tomaron asiento en sendos bancos de la barra, y Sango rogó que Miroku y Shima no se dirigieran a ese mismo sitio. Si el maldito contrato ya hubiese sido otorgado y Miroku saliera de su vida. Nunca podría reconstruirla mientras él estuviese allí.

- ¿Lo has hecho, Sango?

Con sobresalto, se percató de que Kuranosuke le estaba hablando.

- Lo siento, Kuranosuke, estaba distraída.

- Sólo te preguntaba si realmente me has perdonado por lo de esta tarde.

- Por supuesto que sí.

- Entonces, ¿cómo es que en tu mente estás a cientos de kilómetros de aquí, en vez de sentirte en los cuernos de la luna conmigo a tu lado?

- No puedo acercarme mucho a ti -le contestó bromeando-. ¡Tienes la cabeza llena de humo!

- Yo me lo busqué, ¿no es así? Pero aparte de ello, soy atento, amoroso y dispuesto a aceptar una negativa.

- El novio ideal -bromeó.

- Un marido ideal, llegado el momento -adoptó una expresión seria.

- Lo dudo -repuso con franqueza-. El trabajo es demasiado importante para ti, Kuranosuke. Aun casado, considerarías tu hogar como si fuese un hotel y a tu esposa como un adorno que puedes tomar y dejar a tu antojo.

- También eso podría complacerla a ella. Pagaría todas sus cuentas y me aseguraría de que estuviera sexualmente satisfecha.

- ¿Cómo podrías estar seguro de ello cuando estarías lejos tanto? De cualquier modo, la mayoría de las mujeres quiere algo más que sexo en estos días. Quieren ser parte de la vida de sus esposos. Si...

Se obligó a sí misma a detenerse, reacia a volver a repetir lo que ya le había dicho en Inglaterra. Además, era una pérdida de tiempo.

Kuranosuke dio un sorbo a su whisky y la miró pensativo.

- Sé que me consideras un antifeminista completo, pero estoy dispuesto a demostrarte lo contrario, si me das la oportunidad.

Pero Sango ya no lo escuchaba, su atención estaba en Miroku y en Shima, que acababan de entrar. ¡Qué elegante lucía la chica con un vestido blanco que hacía contraste con su piel aceitunada! Cruzó el salón dedicando toda su atención al hombre que la acompañaba; pero al acercarse a la barra, donde se encontraban ella y Kuranosuke, se volvió hacia ellos y los saludó sonriente. Luego se acercó a ellos, seguida por un reacio Miroku.

- Espero, Kuranosuke, que mi padre no te haya disgustado esta tarde.

- No más que a cualquier otro. Pero, ¿cuánto más tendremos que esperar para tener una respuesta?

- Mi padre nunca me escucha, pero prometo decirle cuáles son tus sentimientos -exclamó Shima riendo.

- Los míos y los de todos los demás -replicó Kuranosuke.

- ¡Válgame! ¡En verdad que estás disgustado! -contempló a Miroku, cuya expresión ponía en evidencia que deseaba marcharse-. ¿Por qué no unimos fuerzas y cenamos juntos? Así podré intentar tranquilizar a dos empresas al mismo tiempo.

- ¿Por qué no? -comentó Miroku, luego de posar la mirada en Sango un instante y con un gesto que ponía de manifiesto que no le importaba quién cenaba con él.

Kuranosuke lanzó una mirada inquisitiva a Sango y si bien lo último que ella quería era cenar con Miroku y Shima, no tenía ninguna intención de que lo notaran.

- Me parece bien -contestó con alegría, colgándose del brazo de Kuranosuke.

Tú, sólo tú | Adaptación (MirokuxSango)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora