Capítulo 20

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-Necesitamos hablar.

-No tenemos nada de que hablar- Dije firme.

Eso Amanda, mantente fuerte.

Me repetía mi consciencia una y otra vez.

-Claro que sí- Hizo ademan de levantarse, sin embargo no lo hizo -Es importante- Dijo y me miró fijamente a los ojos, analizando mi reacción.

Su penetrante mirada hacía que mi corazón aumentara su ritmo.

Volteé hacía el mostrador donde estaba Marshall y le hice una seña con el dedo índice para pedirle un momento.

Entre cerró los ojos pero asintió. Le sonreí en agradecimiento y mire a Chris de nuevo, quien me observaba esperando una respuesta.

-Esta bien, vamos a los vestidores. Ahí hablaremos más tranquilos- Guarde la libreta y el bolígrafo en la bolsa de mi uniforme.

Asintió y se levantó.

Note como un grupo de putas se comían a Chris con la mirada mientras caminábamos. Gruñí.

Les envíe una mirada envenenada y tome a Chris del brazo para ir más rápido.

Lo mire y éste solo me miraba divertido.

-¿Qué?- Pregunté en tono brusco.

-Nada- Dijo inocente.

Lo mire mal y seguí avanzando.

-No es que me queje- Habló después de unos pasos -Pero ¿puedes devolverme mi brazo?- Dijo con una sonrisa en su rostro.

Mire el agarre en su brazo y lo solté como si su piel quemara.

Estúpidos celos.

Lo mire mal y su sonrisa no podía ser más grande.

Idiota.

Llegamos a los vestidores y cerré la puerta detrás de él.

Observó el lugar y se recostó en el lavamanos.

-Muy bien ¿de que quieres hablar?- Me miró.

-Del beso- Dijo serio.

Mi estómago se contrajo.

Desvíe la mirada a cualquier lugar que no fueran sus ojos.

-Eso no debió pasar, olvídalo- Mi voz sonó más temblorosa de lo que pensé.

La desesperación por probar esos carnosos labios de nuevo y no dejarlos escapar nunca... y saber que no podre hacerlo por su propio bien... o por el mío, me consumía segundo a segundo.

-No puedo- Susurró a unos pocos centímetros de mi rostro.

¿A que hora se acerco tanto?

-P-pues deberías- Tartamudee cuando puso una mano en mi rostro.

Trate de hacer algún movimiento pero mi cuerpo no se movía. Hasta respirar se me hacía difícil por el nudo que se formó en mi garganta.

-¿Y tú?- Se acercó un poco más -¿Ya lo olvidaste?- Nuestras narices se tocaron.

Su aliento a hierba buena chocaba tibio contra mis labios y sus ojos... esos hermosos y brillantes lagos verdosos, no se despegaban ni un momento de los míos.

Encarceló mi rostro con su otra mano y bajo la mirada a mis labios. Cerré los ojos.

Necesito sus besos, necesito su cercanía, necesito su olor, su calor... lo necesito a él.

Protección de testigos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora