Él me perturbaba, él y sus ojos brillantes, desde que mi amada esposa había decidido meter al intruso en nuestro hogar, no me encontraba tranquilo, pero a pesar de demostrar mi disconformidad con la llegada de aquel felino en mi vida, ella se negó a echarlo, mostrando como argumento el hecho de que le hacía compañía en los largos días en donde yo me aventuraba a la capital en busca de negocios y oportunidades para enriquecer el bienestar familiar, ante eso no tenía nada que refutar, por lo cual lo deje pasar pues los días que pasaba con ella eran mínimos y prefería disfrutarlos en lugar de discutir.
De esa forma los días pasaron y con ellos el desgaste de mi paciencia, pues entre más tiempo pasaba, su presencia más me molestaba, pero lo ignore de igual forma pues mi relación con mi querida esposa estaba en su mejor etapa y no me apetecía destruir tan agradables momentos que pasaba con ella reviviendo los viejos problemas, recuerdo habernos distanciado durante semanas por el asunto del intruso, cuya presencia me molestaba, pero lo ignore de igual forma ella insistió tanto por el pequeño animal que accedí con facilidad, lo encontró en un callejón me había contado, cuando llego con él era tan diminuto que cabía en sus delicadas manos, una pequeña mota negra con grandes ojos azules, inclusive recordaba haber encontrado esa bestia enternecedora, esa fue la principal razón de aceptar su llegada, pero la niebla que cubrió mi mente en ese entonces desapareció con rapidez y con ello aparecieron las discusiones, solo para terminar siendo dominado por la culpa de abandonarla por largos periodos, así me auto envolvió en una capa de molestia constante que solo aumentaba más con el pasar de las estaciones, transformándose y mutando a sentimientos cada vez más horribles, de la incomodidad a la molestia, de la molestia a la irritación..... de esa forma los sentimientos continuaron mutando hasta que un día se transformo en un completo y absoluto odio, ese pelaje que en su tiempo me cautivo por la pureza de su negro tan oscuro y brillante como la obsidiana, ahora lo veía un negro de ultratumba, el negro de los servidores de Satanás, un color que se camuflaba entre las sombras y lo hacía pasar desapercibido, lo único que lo delataba en esos momentos, eran sus ojos que brillaban cual farolas en la más oscura penumbra, esos ojos azules que pensé eran el mismo tono que cielo en su punto más claro, pero ahora veía la absoluta verdad, eran de un azul tan cristalino que no podía ser de ningún ser vivo, eran los ojos de un muerto, la clase de transparencia que solo es posible después de la muerte y eso era a lo que más temía.
Ahora sé que posiblemente solo lo imaginaba o por lo menos eso dicen ellos, los hombres de blanco, que me observan y examinan solo para devolverme a mi encierro, pero yo se que era verdad, lo veo hoy con la misma claridad que entonces.
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Recuerdo el día en que lo hice, había llegado al límite, ya no era solo su apariencia, tan siniestra cual el de un servidor del mal, era su actitud arrogante, su caminar despreocupado, y el pasear por lo que era mi hogar como si fuera el dueño y señor de todo cual tocara, la noche antes del incidente, descansando en nuestro lecho, lo sentí, percibí el peso de su cuerpo cerca de mis pies, luego caminó lentamente hasta situarse a la altura de mi rostro, entonces me di cuenta que estaba sudando, había llegado a temer a un gato, a un inmundo y común gato, pero no podía negarlo, le tenía terror. Lentamente levante mi cabeza para observarlo, se encontraba sentado mirándome fijamente como quien mira a un extraño a pesar de que el extraño era él, entonces maulló tan fuerte que un escalofrió me recorrió desde la base de la espalda, en cambio mi esposa solo se removió a mi lado para seguir descansando cómodamente, por mi parte no dormí en toda la noche ni moví un musculo pero refugiado en la oscuridad de la noche deje a mis pensamientos divagar con tranquilidad, hasta que sin planearlo encontré la solución a mi problema, tan sencillo, tan accesible, tan rápido y eficaz que me resulto extraño no haber pensado en ello antes, con ese consuelo me permití pasar con tranquilidad las horas que restaban para el amanecer después de todo, él ya se había ido y eso me otorgaba cierta tranquilidad.
Mi esposa había salido, me encontraba solo en la casa, mire la hora y me establecí que solo disponía de 45 minutos, era suficiente. Recuerdo que primero me serví una copa de vino tinto y juro que fue el más exquisito vino que he bebido, entonces no lo sabía pero fue el último que mis labios probaron, luego de eso corte un pequeño trozo de carne y lo llame por el nombre que mi esposa le había puesto, lo recuerdo claramente lo llamo Nix la diosa de la noche en ese entonces no sabíamos que era macho y el nombre se mantuvo, es curioso como recuerdo esos detalles después de tantos años, pero como no recuerdo el nombre de mi esposa tampoco recuerdo su rostro solo son rasgos difusos en mi mente que se confunden y cambia constantemente ni siquiera sé si lo que recuerdo es la realidad o ya mi mente lo ha mezclado he inventado después de tantos años, pero lo referente a ese día lo recuerdo con absoluta claridad, él llego con rapidez y yo le deje comer, después de todo no es cristiano quitarle su última comida a un condenado a muerte, recuerdo esos minutos mientras comía perezosamente, los disfrute enormemente, cuando terminó lo tome suavemente, la suavidad de su pelaje me tomo por sorpresa causando un quiebre en hasta entonces mi absoluta tranquilidad pero lo deje pasar, me dirigí escaleras abajo en dirección al sótano mientras el gato maullaba y se refregaba contra mi brazo en busca de afecto, pero lo ignore con facilidad lo deje sobre la mesa y tome un cuchillo tan rápido y tan eficaz acabe con su vida. No le dio tiempo de maullar, deje su cuerpo en la mesa y volví al salón con la intensión de llegar la cocina para limpiar su sangre de mis manos pero entonces ella llego, mire el reloj y me di cuenta de que había pasado más tiempo de lo pensado, ella me observo con horror y gritó, recuerdo los gritos pero no lo que me gritaba recuerdo el golpe y el dolor en mi mejilla, recuerdo verla correr a al sótano, recuerdo tomar el atizador de la chimenea y bajar detrás de ella, luego no recuerdo nada solo sé que me encontraron riendo en el salón cubierto de sangre y pensaron que estaba loco, pero yo sé que no, pero mi opinión no les importo, sé que reía de alivio y no por locura a pesar de explicarlo y dar mis razones me encerraron a la espera de un juicio, no recuerdo nada, es solo vacio y una condena," veinte años en el manicomio Basquerttep y luego la silla eléctrica", hoy cumplo veinte años aquí y con gusto voy a encontrarme con mi destino pues la muerte, parece un hermoso consuelo que me recibe con los brazos abiertos y la acepto, yo no estoy loco no merezco un día más aquí donde los dementes residen porque yo estoy cuerdo y solo quiero dormir.