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*Advertencia: en este capítulo aparecerán escenas sensibles, se recomienda discreción al momento de leer.




Furciferous

Cada noche ella cerró sus ojos
Cada noche ella se volvió temerosa
Pero si ella regresa al dolor, se volverá la niña de papá.
Y escuchó gritos...
Escuchó gritos, como una víctima la primera vez.


Los autos se estacionaron frente a la sede del gabinete.

-Todo bien- preguntó Mycroft al ayudar a Clara a bajar del auto.
-Excelente- dijo ella. Pero era una completa mentira, ambos lo sabían y prefirieron no decir más. Mientras que, Will y Hannibal descendían del otro auto.

Una vez listos, se presentó ante ellos, la enorme escalera de entrada. Clara respiró profundamente y de repente, un ligero escalofrío invadió todo su cuerpo, era momento de encontrarse con su antigua vida.
Hannibal lo notó y pronto, le ofreció una sonrisa tranquilizadora.
Clara agradeció levemente el gesto y exclamó.
-Recuerda que una vez le dije que no podía pensar en Inglaterra.
-Por supuesto
-Ahora entenderá de lo que habló- respondió Clara
Después ofreció una mirada de complicidad a Mycroft. Juntos comenzaron a subir.

En un pasado lejano, ambos subían esas mismas escaleras convertidos en la pareja más poderosa del país. Nadie se oponía a sus deseos y si algo salía mal. Clara era la encargada de resolver los problemas. Ahora todo era distinto, y por eso la primera impresión que los políticos tuvieron de Clara al verla, fue de sorpresa y lástima.

Sorpresa, porque todos pensaban que había muerto. Y lástima, porque las secuelas físicas eran tan evidentes. Un cicatriz horrible surcaba toda su pierna izquierda debido a tantas operaciones y una ligera cojera derivado de la desviación de su columna. Todo eso, se acentuó aun más con la ropa que Clara vestía para la ocasión.

-Bueno, no se puede decir que ahora sea una persona muy encantadora- exclamó una de las secretarias, en voz baja.
-Es un despojo humano- apoyó Anna con una sonrisa burlona. Ella era parte del cuerpo diplómatico.
Clara las escuchó perfectamente, pero tuvo que hacer un gran esfuerzo por ignorarlas. En el caso de Hannibal, les dedicó una mirada despiadada, pues si de él dependiera tendría carne suficiente para muchos de sus platillos.

Aunque no todo era hipocresía, también había personas leales y que esperaban ver a Clara con mucha impaciencia. La primera fue Anthea.
-Mi señora, no sabe lo feliz que me siento al verla- exclamó ella
Clara sonrió y sin ningún reparo ambas compartieron un abrazo. Anthea más que una asistente, era la mejor amiga de Clara.
Luego estaba Horacio Cantlemere ministro del interior.
-Mujer de mi vida, te extrañé tanto. Aquí nada es lo mismo sin ti- dijo él al verla.
-Eres un adulador incorregible- vociferó Clara con una mirada acusadora.
Horacio soltó una carcajada y en cuanto abrió los abrazos. Clara le correspondió plenamente el gesto.

Después de esos breves reencuentros, Anthea acompaño a Clara, Will y Hannibal hasta la sala de juntas.

Mientras que Horacio y Mycroft arreglaban los últimos detalles.
-Ya han llegado
-Sí, vienen en camino.
-Muy bien, entonces tenemos todo listo- exclamó el mayor mientras revisaba los últimos documentos.
Horacio no era nada tonto, sabía que algo agobiaba a su amigo de la infancia y por eso, preguntó.
-Mycroft qué es lo que te preocupa.
-No empieces...
-Es Clara, verdad- insistió él
Mycroft se quedó en silencio y tras un breve instante miro enojado a Horacio, y sin más contestó.
-Sí
-Lo sabía, pareces león enjaulado. Y la única razón de ello, es porque temes que a Clara le suceda algo.
Mycroft resopló.
-No deberías subestimar su valentía. Clara es una mujer excepcional- respondió Horacio.
Eso no pareció ayudar mucho, pero Mycroft supo que no era tiempo de hacer confidencias. Por lo que, solo asintió.

Mi amigo secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora