Luar

1.1K 60 6
                                    

El pitido del final del partido cayó sobre ellos como un jarro de agua fría.

Ya está. Se había acabado. El sueño de conseguir un trofeo en el primer equipo del Barça tendría que esperar, al menos, otra temporada. Se acababa su aventura en la Europa League tan catastróficamente como se había acabado la Champions. Y la Supercopa. Y la Copa. Justo cuando creían que se estaban levantando, volvían a caer.

La parte racional de su cerebro, la que le hacía un chico inteligente y buen estudiante que había saltado de curso, le decía a Nico que no pasaba nada, que no siempre se podía ganar y que ya habrían más oportunidades; que no era culpa de nadie. Pero la otra parte, aquella dominada por la ansiedad y las inseguridades, la que ganaba siempre, amenazaba con tirarlo todo abajo.

Eric seguía a su lado en el banquillo, con la sudadera de calentamiento en la falda y la misma postura derrotada y culpable que había tenido desde que Xavi lo había sustituido. Nico quería decirle que no era culpa suya, que errores tenían todos y que podían (y deberían) haber remontado el partido después del penalti en el segundo minuto, pero no le salían las palabras y conocía demasiado bien a Eric como para no saber que una frase motivadora de manual no serviría de nada para animarlo. Y la verdad, es que Nico se sentía más inútil que nunca, más de lo que se había sentido en todo el partido en el banquillo: no había jugado, así que no podía realmente cargar con la culpa del partido; pero tampoco era capitán o tenía una personalidad fuerte como para ir animando a sus compañeros de equipo. Sólo era el chico que había cumplido su sueño de llegar al primer equipo y quería llorar al ver que su sueño de ganar un trofeo no iba a cumplirse.

Ansu le sonrió con simpatía desde la grada y Nico no pudo evitar sentirse peor al pensar que para él se había acabado antes de siquiera empezar. Felicitó de la manera más cordial y menos falsa posible a los jugadores del Frankfurt de su alrededor, intentando dar alguna palabra de ánimo a sus compañeros aunque todo le sonaba vacío e insuficiente. Ni siquiera sabía dónde estaban sus amigos ni en qué momento había empezado a andar hacia el vestuario ni que haría cuando entrase ni porque no podía parar de pensar un segundo y solo estar ahí, para el equipo, dando la cara como todos.

El vestuario era todo lo contrario al ambiente festivo que había rodeado al equipo en los últimos meses, los jugadores se cambiaban en silencio en su sitio, cabizbajos, sin mirarse ni hablar entre ellos. La idea de que el equipo pudiera volver a hundirse como a principio de temporada cruzó la mente de Nico como un rayo, provocando que la ansiedad invadiera todo su cuerpo. Miró a sus compañeros una vez más: los veteranos parecían resignados, como si supieran que esto iba a pasar en algún momento; Pedri y Eric no estaban por ningún lado; el único que estaba en el vestidor era Ferran, que estaba sentado en el suelo enfrente de su taquilla, con la cara entre las manos y una toalla cubriéndole la cabeza; Nico estaba seguro de que lloraba, pero era incapaz de decirle nada.

"¿Por qué eres incapaz de decirle nada?" pensaba, "es tu amigo Nicolás. Ha estado ahí para ti, ¿por qué no puedes hacer lo mismo? ¿por qué eres incapaz de hacer algo bien?"

Sin embargo, ni siquiera le dió tiempo a plantearse qué decirle a Ferran, antes de que alguien gritando "¡joder!" y el sonido de algo o alguien golpeando una taquilla rompieran el silencio del vestidor. Algunos de los jugadores se giraron hacia la puerta, pero a Nico no le hizo falta ni girarse ni el "que puto susto me has dado, enano" de Jordi, para saber que había sido Gavi.

Y los golpes y gritos de Gavi nunca eran sólo uno.

De la misma forma que no sabía cómo había llegado al vestidor, Nico tampoco sabía cómo había acabado con Gavi en brazos, intentando retenerlo mientras daba puñetazos y patadas a su taquilla, luego al aire, gritando sin parar y diciéndole a Nico que le soltara.

Luar |Gavico|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora