La fuente de Sangre 07

103 20 20
                                    

Era un sentimiento extraño lo que sentía en su interior, quizás lo que normalmente la gente común llamaría "traición".

----------

19 de marzo, noche de fin de semana:

Orion Hunter estaba sentado en el asiento del conductor de un discreto coche negro, sosteniendo un papel de envoltorio grasiento en la mano, y engullendo un sándwich. En ese estado, se parecía particularmente a un viejo policía que ha estado acechando la puerta de un sospechoso durante cuatro días, lo que de hecho, era lo que hacía normalmente en su línea de trabajo.

"En general", dijo vagamente con algo de comida en la boca, luchando por tragar el gran bocado, "están siendo muy cautelosos, y según mis observaciones de los últimos días, los perros serán sacados al patio después de las ocho y media. Cuando salgas, inevitablemente te encontrarás con los perros, así que tendrás que usar tu propia discreción en cuanto a cómo manejarlos."

El que había recibido la orden de manejar a los perro a su discreción -Albariño Bacchus- estaba sentado en el asiento del copiloto, vestido con un chándal negro apto para la movilidad y con un pasamontañas negro en el regazo, como si estuviera a punto de atracar un banco.

Cuando Hunter escribió aquel verborreico manuscrito con una muerte asegurada en su corazón y empezó a sospechar que Albariño debía de tener un próximo asesinato entre manos, definitivamente no había pensado que la otra parte y él estarían acurrucados en un automóvil, planeando invadir la mansión de un difunto magnate de los periódicos. El mundo siempre era tan impredecible

—De todos modos, remontando la historia a sus orígenes, esto es lo que sucedió:

El viejo Hunter llevaba unos días trabajando honradamente como limpiador en la mansión, el trabajo no era pesado y recibía mucho más dinero que su dote en el servicio de ayuda para los mayores. Si él fuera un hombre que sólo buscaba una vida cómoda probablemente habría empezado a pensar seriamente en ser limpiador por el resto de su vida.

A nadie le importaban los limpiadores, no tenían rostro, ni pensamientos, ni pasado ni futuro a los ojos de la mayoría de las personas que disfrutaban del servicio. La Mansión de las Secuoyas era visitada por sus miembros todos los días de la semana, la ropa de cama de las habitaciones se cambiaba a diario, los largos pasillos se limpiaban todos los días; el viejo Hunter sólo parecía un pobre hombre cojeando hacia la jubilación en un lugar como éste, pasando su vida tediosa con un trabajo igualmente repetitivo y aburrido.

No fue hasta el viernes por la tarde cuando el secretario del jefe, un hombre especializado en el cuidado de los fondos del club que sorprendentemente tenia incluso una secretaria, les informó de que no tenían que ir a trabajar el domingo.

"Hay una fiesta de carácter privado el domingo por la noche", dijo el secretario, llamado Rowan, que tenía una cara muy mezquina y parecía el tipo de persona que estaría calculando con extrema exactitud el sueldo de su personal, "nuestros miembros necesitan paz y tranquilidad, así que tendrán que regresar a trabajar el lunes por la mañana".

Hunter se escondió detrás de la multitud y frunció el ceño: según Albariño, había una alta probabilidad de que las muertes de los siete niños en los últimos años esté relacionada con este club, pero por lo que había visto en los pocos días que había trabajado aquí, la Mansión de las Secuoyas era un lugar de placer bastante depravado en el mejor de los casos, sin embargo no había niños presentes. Casi pensó que Albariño se había equivocado, pero en esta coyuntura se produjo una novedad.

Era una fiesta privada en la que no se permitía la presencia del personal contratado, lo que resultaba realmente extraño siendo que estas personas adineradas no podían esperar para usar scooters en el interior, y ni que decir de las muchas actividades sucias que se realizaba entre bastidores que había que limpiar constantemente.

Vino y armasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora