Parte 13

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- No... No debes. Todavía no... - una voz susurró en su mente. Su tono le parecía extrañamente familiar, pero no recordaba por qué - Tienes mucho que hacer por delante... Para mí. Eres mío y sólo mío. No puedes luchar en esta batalla, Leonardo Hamato...

El invisible dueño rió espeluznantemente. Y aquello hizo abrirle los ojos.

Seguía en el laboratorio, sentado en la camilla. Observó a Donnie y a Raphael discutiendo un poco más adelante. El genio gesticulaba ampliamente pero ninguno alzó la voz. No pudo escucharles.

Giró la cabeza, perdido en sus pensamientos. Un Mikey sonriente le saludó. Estaba tan colgado que dio un pequeño salto seguido por un suspiro un poco molesto.

- Mikey... - murmuró con impaciencia.

- ... Me llamo - rió pillamente.

- No tienes remedio - le imitó.

- Lo sé - canturreó como un pajarillo.

Encontró sus ojos color diamante y le dedicó una sonrisa dulce y sincera. Pasó un brazo por su cuello y le acarició la cabeza de manera tierna con la otra mano.

Sus risas llamaron la atención de sus otros hermanos. Ellos les miraron dulcemente, abandonando la pelea, y se les acercaron.

- ¿Estás bien? - preguntaron al unísono las tortugas que acababan de llegar.

- Sí - respondió con una sonrisa falsa bien disimulada soltando al menor.

Había descubierto el sudor frío y los leves temblores que invadían su cuerpo. Cerró los ojos mientras seguía con su sonrisa.

- ... ¿Seguro? - aquella voz fría sorprendió a los tres presentes, sus ojos se fijaron en él con una mezcla de sorpresa y nervios por parte del mayor.

Un silencio recorrió la sala. Lo único que se escuchaba era el ruido del mundo de arriba. El corazón de Leo se había acelerado, haciendo que sólo lo oyera.

- ... Sí, Raph - lo miró; el mencionado le observaba con los brazos cruzados y una chispa de incredulidad. Leonardo apretó los puños suavemente pero se detuvo al notar algo blando pero firme tocar sus dedos - ... ¿Q-qué...? - alzó las manos para responder a su pregunta; unas gasas vendaban las palmas de sus manos firmemente - ... ¿P-por... Qué?

- Te hiciste daño - Donnie avanzó hasta él y le cogió las manos, empezó a desenvolverlas con cuidado hasta hacer verlas.

Le miró confusamente y después las observó. Los lugares en los que se había hecho daño, ahora eran morado oscuro y cubría casi toda su palma. Apenas podía sentirlas y notaba sus latidos fuertemente en ese lugar.

Volvió a empezar a temblar levemente. Donatello volvió a vendarlas con paciencia y atención.

Tras terminar, el genio volvió a su posición, esta vez más cerca del recién despierto. Éste miró a cada uno de los miembros de su familia presente, esperando no recibir preguntas. Afortunadamente, nadie mencionó el tema.

- Y, bien... - una tímida voz provino desde la izquierda del líder; el menor había hablado - ... ¿Hoy daban algo interesante en la tele?

Un resoplido cansado, gruñidos y una risita llenaron el aire en aquel instante.

- ... ¿En serio, Mikey? - susurró  con voz cansada e irritada el hermano de rojo.

Rió levemente y sacó la lengua al tiempo que, con un dedo en su pómulo, tiraba de él hacia abajo.

- Bleh - rió en esa posición y abrió grande la boca, vocalizando exageradamente -. El tonto Raphael no entiende al genio de la familia - saltó de la camilla para erguirse orgulloso, con el pulgar izquierdo apuntando a su corazón y los ojos cerrados.

- Repite eso...

Ahora.

Michelangelo deletreó con los labios el pequeño insulto que le había dicho, con una sonrisa pilla. Antes de que el orgulloso saltara sobre él para despedazarlo vivo en segundos, Leo extendió su brazo derecho delante del menor de todos, con los ojos cerrados y el ceño fruncido, llamando la atención.

 - Paren o les tendré que parar yo, cosa que nadie querrá, ¿no? - escupió secamente con un tono tranquilamente aterrador, parecía que estaba reprimiendo las ganas de pegarle un puñetazo a alguien.

Los hermanos tortuga se quedaron paralizados, sin saber qué hacer o decir. Los tres pares de ojos posados en el líder cada vez lo enfadaban más. Estaba cansado de todo, sólo dejó escapar una muy pequeña parte de su molestia y se comportaban así. ¿No podía desahogarse? ¿No podía comportarse como el de rojo o naranja porque era el estúpido líder? En primer lugar, no había elegido ese puesto, se lo habían asignado, sin saber el por qué. Hacía decisiones erróneas, peleaba constantemente con sus hermanos y se dejaba llevar fácilmente por sus sentimientos. ¿Acaso es eso ser un buen paladín?

Crujió los dientes, dejándolos mostrar levemente. Bajó suavemente la cabeza. Nadie había hecho un solo movimiento. Podía cortar el aire con una de sus katanas sin molestia alguna si quería.

En segundo lugar, algún día tendría que soltar su ira y todo aquel incidente le dio la oportunidad perfecta. Dio gracias en secreto a aquel alienígena, sin saberlo, le regaló libertad... Libertad... Esa palabra tan fácil de decir que nadie podía obtener plenamente. 

Dio una media sonrisa, relajando un poco su ceño. Destapó sus ojos y observó cada línea del piso, siguiéndola con la mirada. Tal vez pudiera... Qué decía, si quería hacer algo, podía hacerlo, nada se lo impedía, y menos en ese momento. Nada lo ataba u obligaba a nada. Una pequeña risa se escapó de entre sus labios, alertando a los demás presentes. Sintió cómo los cuerpos de sus hermanos se volvieron rígidos en un abrir y cerrar de ojos ante su reacción, lo cual le pareció divertido y disminuyó su disgusto.

 - L-Leo, ¿est...? - interrumpió la frase del asustado inocente con un suspiro irritado; acto seguido, apoyó sus manos a los lados de su cadera y, con un impulso, se levantó indiferente y se dirigió a la salida, junto a los ojos incrédulos de su familia.

Una mano firme en su brazo interrumpió su huida. Vio un destello, como si alguien hubiera encendido y apagado rápidamente una luz en la oscuridad más profunda, mas no le prestó ninguna atención. 

Furioso, miró al responsable de aquello. Otra vez los ojos fríos esmeralda. Al subir la mirada a sus orbes, el de rojo vaciló un segundo pero recuperó su posición duramente. Realizó en examen rápido en busca de alguna más debilidad, sin éxito. Tan solo permanecieron allí, trazando una guerra en silencio, determinados a ganar esa batalla.

 - Leonardo, deja de comportarte de esta manera - pronunció claramente enfadado el de la tez más oscura.

 - No vuelvas a tocarme - proclamó con superioridad, recalcando cada palabra, y se deshizo de su carcelero con un movimiento brusco.

Como si nada hubiera pasado, volvió a su trayectoria. Cuando llegó, frenó sus pasos y se giró para mirarlos por última vez. Inspeccionó a sus atónitos parientes. Junto a otro destello de luz pronunció unas palabras que nunca pensó articular en su vida con hiriente frialdad y una leve sonrisa de superioridad y maldad.

 - No quiero volver a veros en mi vida, os odio. A todos.

Dejó el umbral, satisfecho, con un gesto cínico grabado en sus labios, mientras escuchaba los increíbles sollozos del genio y el llanto del amante de la pizza.

Bad Blood [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora