Capítulo dieciséis

388 26 2
                                    

Tres días después, despedimos a mis padres en el aeropuerto

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Tres días después, despedimos a mis padres en el aeropuerto. Según lo que nos dijeron, volverán en una semana ya que aprovecharán a solucionar algunas otras cosas relacionadas a la empresa. Pienso que el trabajo de mi madre de escritora es genial si tienes un esposo que de vez en cuando tiene que realizar viajes de negocios. Ella puede seguir escribiendo sus historias en cualquier parte del mundo, a no ser que esa semana justo tenga que estar presente en una convención o reunión con colegas importantes.

Obviamente, si no tuviera esa flexibilidad, mi padre tendría que viajar solo. De todos modos, eso no supondría un problema. Aunque están acostumbrados a hacer todo juntos, en esa situación deberían adaptarse. Les resultaría difícil, de todas formas, ya que desde que se conocieron, cada cosa la comparten y se hacen compañía el uno al otro.

No me juzguen cuando les digo que sueño con un amor de película si mis padres demuestran el afecto que se tienen en cada oportunidad y además yo crecí entre novelas románticas, películas melosas y canciones empalagosas.

Conocer a un chico como Brian es parte de mis expectativas.

-Avísame si vas a salir, ¿Bien?- Pide Peter. Ahora que mis padres no están, él tiene responsabilidad sobre mí. Y tiene que cuidarme, supuestamente.

-Si, papá.- Me burlo.- ¿Cuáles serán tus nuevas reglas?

-Yo no voy a ser tan cruel, el castigo de mamá se levanta mientras que ella no esté y puedes ir a alguna fiesta si quieres.

Mi rostro se ilumina.

-¿En serio?- Ríe.

-Claro.- Me abalanzo hacia él y lo abrazo con entusiasmo.

-Eres el mejor.- Su risa retumba en mis oídos.

-Bien, bien piojosa.

Lo suelto pero todavía sigo emocionada.

-Tengo que irme ahora.- Aviso.- Con Camille y Emily.

-Te dejaremos de camino a casa entonces.

Zack sale del baño del aeropuerto. Su expresión es casual como siempre pero no me mira, va distraído con su alrededor. Desde nuestra guerra de comida no me ha dicho nada. Apenas me dirige la mirada aunque cuando lo hace no noto recelo en sus ojos. Más bien es como si de pronto hubiera perdido interés en molestarme y actuara como un muchacho normal se comportaría con la hermana de su mejor amigo. Es extraño, debo admitirlo.

¿Se habrá golpeado la cabeza?

¿Y si lo cambiaron en la noche por su gemelo bueno?

-¿Vamos?- Seca sus manos en sus propios pantalones. Mi hermano asiente y caminamos por el lugar en dirección al estacionamiento.

Personas van y vienen con sus maletas, familias hablan sobre los acontecimientos de sus vacaciones, algunos hombres vestidos de traje caminan sumergidos en sus negocios, los altavoces anuncian vuelos y los puestos de comida rápida están repletos.

Bésame, ódiameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora