Era un viernes en la tarde, el clima parecía ser bastante hermoso y después de clases Jill lo había aprovechado para empezar a leer aquellos libros que había prestado recientemente. Casualmente su mamá había descansado ese día y la había mantenido bastante ocupada, teniendo que pausar la lectura cada vez que iba en la mejor parte, mandándola a ordenar su cuarto y a desocupar parte de la habitación, dejando un espacio vacío que le hacía sentir ansiosa.
Pensó que quizás su mamá iba a traer visita, que vendrían algunas de sus tías y que por eso había instalado una nueva cama en su habitación. En una de aquellas labores, le había tocado ir a comprar algo de comer, y estando de regreso a su casa pudo divisar a unos cuantos metros una cabellera ondulada y oscura, un chico de piel canela con un rostro que durante tantos años había recordado.
Darían estaba entrando a su casa.
Apresuró el paso, viéndose realmente estresada para los pares de ojos ajenos a los suyos que la volteaban a ver. Al llegar a casa pudo darse cuenta de cómo su madre, el señor Torres y Darían se encontraban conversando. - Jill, déjame eso en la cocina - Su madre le ordenó pero sus ojos se encontraron con los del moreno, su rostro le mostró la misma confusión que quizás reflejaba ella. ¿Su mamá cómo conocía a Darían? No había siquiera posibilidades de eso, no tenían absolutamente ningún familiar en común, incluso recién ellos se conocían.
Dejó todo en la cocina con prisa y regresó a un lado de su madre, observando estupefacta y aún con el ceño fruncido la escena frente a sus ojos. - Bueno, si quieres puedes subir y dejar tus cosas - Darían llevaba maletines con él, muchos. El señor Torres tomó unos y caminó detrás de él, perdiéndose ambos en el pasillo
- El chico se quedará aquí hasta que termine el colegio - Su madre suelta todo tan repentinamente y la pelinegra aún no procesaba de lo que hablaba, ¿Acaso a qué refería con eso?
- ¿Es un inquilino? - Preguntó estúpidamente, sabiendo que aquello no era obvio
Su madre negó. - Es sobrino del Señor Torres, los hoteles acá son carísimos así que tuvo que traerlo consigo - La mujer caminó a la cocina y empezó a revisar lo que Jill había dejado un rato sobre la encimera
- No hay más habitaciones en la casa - Habló Jill a las espaldas de su madre, rogando que lo que estaba cruzando por su mente no fuese cierto
- Tu cuarto es el más grande, así que me tocó instalarlo ahí - La voz de la madre de la pelinegra era firme, se notaba que no estaba conforme con ello. Por supuesto, ambos eran adolescentes, coincidencias con la edad y la mujer había notado cierta tensión entre ambos chicos - Igualmente él no estará aquí en las tardes, así que no veo ningún problema - La madre la miró unos cortos segundos. La pelinegra ya entendía todo, su mamá no quería que ambos tuviesen relación alguna o que se llegaran a relacionar - Están en el mismo colegio, ¿Sabías? - La mujer volvió a hablar - ¿Lo conocías? - La miró. Jill negó insegura, era inteligente y había calculado de manera rápida las consecuencias que tendría el afirmar aquella pregunta. - Igualmente llegó hace poco, se llama Darían - Volvió hablar mientras le daba la espalda. Se quedó unos largos minutos en silencio, la pelinegra seguía procesando lo que estaba pasando.
Se levantó para irse de allí a su ahora compartida habitación y conversar con el chico pero fue interrumpida. - Si quieres, sal con tus amigas a algún lugar - Aquello le había hecho poner toda la atención a su madre - o ve a una pijamada - Bien, su madre quería mantenerlos bastante lejos.
La pelinegra subió a su habitación confundida, en trance, parecía increible como no había rastro alguno de nerviosismo en ella cuando se acababa de enterar de golpe que Darían viviría con ella por unos meses
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AUTUMN
Teen FictionJill se convierte en la obsesiva chica del color naranja, rojo, del otoño, del chico de cabellos ondulados y piel canela que la hace pasar de la nostalgia a hacerla sentir cálida. Ha vivido sumida en una burbuja azul con una rutina ínsipida, disocia...