Alexandra
Lo primero que me detuvo fue que las llaves de mi camioneta no estaban.
Tampoco estaba el repuesto.
Papá se había tomado demasiado en serio mi castigo, y me entraron unas ganas horribles de decirle que mi comportamiento era mucho más aceptable que el alcalde engañando a su esposa, pero tenía más autocontrol que eso.
Mi familia se había roto mucho antes de que papá se metiera con otra mujer, solo que no lo sabíamos aún.
Despejé mi cabeza de esos pensamientos y eché todas mis cosas a una mochila. A pesar de que no estaban las llaves, papá había olvidado cerrarla, así que pude sacar mis cosas del maletero. Tenía ahí mi uniforme y mi bolso con un poco de dinero. Ahora necesitaba encontrar la forma de llegar al lugar del partido, que estaba a hora y media de acá. El bus escolar no sería opción. Todos sabrían que estaba vetada del partido y no me dejarían subir.
La cosa de Sylver Valley es que es una ciudad pequeña, y todo el mundo tiene su propio medio de transporte, así que no habría buses cerca. Tendría que caminar hasta Vanglens Valley y eso me tomaría por lo menos dos horas.
La buena noticia era que el partido sería a las 8, así que el tiempo no debería ser un problema.
Luego de trazar mi plan, finalmente lo puse en marcha a eso de las dos de la tarde. Papá había estado tan enojado que incluso me había prohibido ir a mi entrenamiento de All Stars con tal de que no saliera de la casa. Yo no era de desobedecer, así que contaba con que su palabra fuera suficiente para detenerme, pero no esta vez.
Llegué dos horas antes que el resto del mundo, así que estuve dos horas bastante aburrida sentada sobre el pasto de una pequeña plaza que daba hacia el estadio, por lo que no fue difícil avistar cuando llegaron los autobuses de Sylver Valley. Por un momento pensé que solo serían dos, pero por ser la final estatal y un partido tan importante, la escuela había dispuesto buses para todos los estudiantes que quisieran ver el partido. Conté por lo menos cuatro, y uno que llegó unos minutos rezagado. En ese estaban las animadoras, pero también estaba la entrenadora muy cerca de Katt, así que no pude acercarme. Acercarme a cualquier otra sería un tiro al aire; no sabía qué territorio estaba pisando después de echarme la culpa para salvar a Aiden, pero sabía que no podía ser bueno.
Para mi buena suerte, Ashley venía al final de la fila, dándole algo de distancia a las demás. A pesar de que las cosas se habían calmado un poco, las Raiders no eran sus personas favoritas, y ella no era la de las Raiders.
Trotando, me puse a su lado.
—¿Alexandra? —me miró con el ceño fruncido—. ¿Qué haces aquí? Pensé que te habían prohibido venir al partido.
—Quiero ver qué hacen para sacarme —le di una sonrisa ladeada, y ella suspiró.
Algunas Raiders notaron mi presencia y se giraron a mirar. Esperaba que me dieran sus miradas de desdén habituales, pero casi parecían aliviadas... Algunas incluso me dieron leves sonrisas, lo que fue algo espeluznante, no por las sonrisas, que eran todas dientes blancos y perfectos, sino por el hecho de que las Raiders me estuviesen sonriendo.
—Todas estábamos nerviosas por cómo resultaría todo sin ti, y además todas agradecen lo que hiciste por Aiden—mencionó Ashley, como si pudiera adivinar lo que estaba pensando.
—¿Saben... saben por qué lo hice?
—Creo que es fácil de adivinar. Si yo fuera tú, me mantendría lejos de Beatrice.
—Anotado.
—Y las chicas del norte... No están de tu lado. Pensé que debías saberlo.
Un nudo se hizo en mi garganta. Aiden me lo había dicho esta mañana, pero escucharlo de Ashley lo hizo más real, sobre todo porque ella estaba más cerca de las animadoras. Si las animadoras no estaban de mi lado, tampoco lo estarían el resto de los del norte. Me quedaría sin amigos y ni siquiera había acabado el primer semestre.
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The wrong side of town - Parte I y II
RomanceAlexandra King es una reina; la reina de la escuela, la reina de toda la ciudad. Hija del alcalde de Sylver Valley y capitana de las porristas, se encuentra en la cima de la pirámide social, pero tiene un pequeño secreto. Está enamorada de quién no...