Un carruaje muy feo

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- Dice mi mamá que salgas a comer

Al ver a ese niño que me observaba desde la puerta, se me ocurrió una idea un tanto arriesgada. ¿Eran los niños aquí igual de crédulos que en mi reino? Si, en efecto, era así, podía aprovechar eso para aprender más sobre el lugar en el que me encontraba. Así que decidí dar un salto de fé y le conté toda mi historia, evitando la parte en la que me rechazó mi mejor amigo claro.

El niño, que luego supe por él mismo que se llamaba Carlitos, se me quedó viendo por largos minutos antes de que gruesas lágrimas empezarán a caer por sus mejillas. Entre en pánico y empecé a pensar en cómo detenerlo, sin embargo, antes de que pudiese hacer algo, murmuró:

- Entonces ¿dónde está July?

De inmediato supe que mi plan había funcionado, Carlitos había creído mi historia. Así que procedí con la segunda parte.

- Yo tampoco se en dónde se encuentra July, le dije, pero si sé que para traerla de vuelta tenemos que evitar que me descubran

-¿Qué es evitar?, preguntó el niño mientras su llanto incrementaba

Por qué los niños son tan... bueno... niños...

Desesperada, y un poco estresada por la situación, le di una breve explicación de la palabra y me esforcé por calmarlo. Cuando por fin el niño dejó de llorar le dije:

- Entonces, ¿me ayudarás a traer a July de vuelta?

Carlitos solo asintió

-Bien... Ahora ¿qué tengo que hacer?

Lo que vino después fue una experiencia muy extraña. Carlitos me explicó detalladamente, y con sus palabras de niño, en dónde encontrar la ropa, cómo bañarme y vestirme, y hacia dónde dirigirme para tomar mi desayuno. Así que tome lo que él llamo "uniforme", un atuendo demasiado revelador para mi gusto, y la extremadamente pequeña ropa interior, y me dirigí al cubículo que llamó "baño".

Ahí dentro seguí los pasos exactos que el niño me había indicado y procedí a darme una ducha. Debo decir que fue más parecido a mojarme bajo la lluvia que a una ducha en el palacio, y que no estaba acostumbrada a hacerlo sin la asistencia de mis sirvientes y damas de compañía. Si tuviera opción definitivamente no lo haría de nuevo, pero mis presentimientos indicaban que tal véz esta no sería mi última vez. Después de esa incómoda experiencia, me vestí con los feos harapos que tomé de una especie de cajón de madera y salí a tomar el desayuno. La ropa era muy reveladora, la falda muy corta y la ropa interior muy ajustada, me sentía casi desnuda.

En una pequeña mesa de madera con cuatro sillas, me esperaba sentado Carlitos. Frente a él, vislumbre dos platos blancos con comida y una taza con una bebida marrón. Con un poco de desconfianza, me senté a la mesa y empecé a comer; contrario a su burda apariencia, el desayuno sabía delicioso y el líquido marrón tenía una amargura exquisita. "Existe al menos una cosa buena en este mundo pensé". Entonces recordé que Carlitos mencionó en algún momento a su mamá.

- ¿En dónde está tu madre?, pregunté con cautela

-Mi mami se fue a trabajar, come rápido, tenemos que ir a la escuela.

A decir verdad, no entendía muy bien la situación. Esta debía tratarse de una familia plebeya, de lo contrario, una mujer jamás haría tal cosa como trabajar. Además, intuí que con escuela se refería a algo similar a la Academia Real, sin embargo, ¿por qué un niño plebeyo y una mujer asistirían a una institución como esa? no tenía ni idea.

Terminamos de comer y Carlitos me condujo a la salida, no sin antes tomar una monedas que se encontraban en la mesa. Al salir, me entregó un manojo de llaves y me explicó cómo asegurar la cerradura.

-Ahora vamos a la parada de bus, dijo antes de empezar a caminar

Lo seguí sin decir palabra.

Llegamos a un lugar con muchas personas, algunos conversanto entre ellos, otros con caras muy serias. Esperaban algo, y al parecer nosotros también.

De pronto, un cosa enorme se aproximó hacia nosotros, por sus ruedas asumí que se trataba de un carruaje. El horrible y gigantesco carruaje expulsaba mucho humo y se detuvo tras hacer un agudo chirrido. Las personas, al verlo, empezaron a correr y, por instinto, nosotros también. Entre empujones y roces, logramos subir al carruaje y Carlitos entregó algunas monedas a un hombre que se encontraba en la entrada. El resto del viaje, Carlitos, se pegó a mí como... pues... pegamento, y me explicó que, aunque el se bajaría antes, yo debía quedarme.

- Sigue a los que llevan puesto un uniforme como el tuyo. Bajate cuando ellos también se bajen

Yo asentí. El transporte siguió rodando y las personas seguían subiendo. Uno tras otro, los nuevos pasajeros ocuparon los espacios libres hasta que incluso respirar se volvió dificultoso. Eventualmente, llegó el momento en que Carlitos debía bajar. Cuándo estaba a punto de salir, se dirigió a un pasajero que aparentaba mi edad y vestía mi uniforme y le dijo algo. Yo no pude escuchar su conversación. Sin embargo, por lo que aconteció después, puedo imaginar lo que mi nuevo hermano le había dicho a aquel extraño.

Después del intercambio de palabras, el muchacho, con mucho esfuerzo debido a la cantidad excesiva de personas, se arrastro hasta mi y se detuvo a un par de centimetros. Mientras tanto, el carruaje se tambaleaba de forma brusca y yo chocaba con las personas que se encontraban apretujadas a mi alrededor. Declaré esta como la experiencia más incómoda de mi vida, aún más que el baño de esta mañana.

Después de unas cuantas paradas más, el extraño me miró y me dijo de forma pausada y fuerte:

- SI-GUE-ME

¿Por qué me hablaba así? No estaba en posición de molestarme, así que solo asentí y lo seguí.

Con esfuerzo, ambos bajamos de ese espantoso carruaje chirriante y ruidoso, y caminamos hasta un edificio cuya entrada negra me recordó a aquella de los calabozos del palacio.  Un escalofrío recorrió mi cuerpo desde mi cabeza hasta la punta de mis pies.

-¿En dónde estoy?, dije para mí misma

El muchacho que seguía liderando el camino, y que, al parecer creía que la pregunta había sido hacia él, repondio:

-ES-CUE-LA



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⏰ Última actualización: Dec 14, 2022 ⏰

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La princesa despertó en LatinoaméricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora