—Estoy bien, gracias. —Me niego inmediatamente. No pienso ir con ella a ningún lado, al menos no hasta que se disculpe por su grosera actitud.
—Vale. —Se aleja por la acera hasta su moto. Miro la hora en mi teléfono y gruño. La veo colocarse el casco y encender la moto.
—Espera. —Digo mientras me trago mi orgullo y camino hasta ella. No se gira a mirarme, pero si me espera. — ¿Puedes llevarme? —Mascullo. No me mira, sólo hace un pequeño gesto con la cabeza para que suba.
No me da la mano para ayudarme y tampoco me dice que me sujete como siempre hacía. Quisiera saber que pasa por su mente justo ahora.
Arranca y me mantengo lo más alejada de ella que puedo. El viaje se me hace eterno y los semáforos se tardan demasiado en cambiar de rojo a verde. La brisa fría me eriza la piel y alborota mi cabello.
Detiene la moto en el estacionamiento y bajo casi de un salto. Nunca me había sentido tan incómoda con ella durante un viaje en moto. Ella también se baja y mi corazón brinca.
— ¿Qué haces? —Pregunto nerviosa y emocionada al mismo tiempo.
—Pues, acompañarte a tu habitación, ¿no? —Dice como si fuese lo más obvio antes de empezar a caminar delante de mí. Me quedo estática sin poder creerlo todavía. — ¿No vienes? —Se burla. Parpadeo para salir de mi trance y comienzo a caminar hasta ella.
Abre la puerta del edificio para que yo pueda pasar delante. Hago acopio de todas mis fuerzas para no hacer nada torpe. Tengo que verme tranquila y despreocupada, como sino me importara que ella esté a punto de subir conmigo a mi habitación.
En las escaleras la tensión que hay entre nosotras es palpable. Puedo sentir el leve roce entre su mano con el dorso de mi mano. Maldición. Creo que ella está igual de ansiosa que yo, porque juega con sus manos constantemente.
Nos detenemos justo frente a la puerta de mi habitación. El corazón me late con fuerza en el pecho, ni siquiera sé porque estoy tan nerviosa. Abro la puerta y me giro a mirarla. ¿Debería invitarla a pasar?
— ¿Quieres ...? —Me detengo a mitad de la frase cuando siento su mano en mi cintura. Su cara está a centímetros de la mía y no aparta los ojos de los míos.
Lame sus labios y se ven tan provocativos, no puedo dejar de mirarlos.