Jeon Jungkook ha pasado toda su vida anhelando encontrar su lugar en el mundo, construyendo una personalidad magnética que atrae a todos a su alrededor. Sin embargo, todo lo que creía conocer se ve desafiado cuando se encuentra con Kim Taehyung, cuy...
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La tarde transcurrió entre conversaciones fluidas y risas espontáneas, ambos inmersos en la calidez de una compañía que se sentía cada vez más natural. En este instante, lejos de miradas inquisitivas y juicios ajenos, podían relajarse sin la sombra de la preocupación acechándolos. No había necesidad de disimular ni de ocultarse detrás de barreras; aquí eran solo ellos dos, conociéndose poco a poco, entendiendo que, pese a lo distintos que eran, se complementaban de una manera que resultaba difícil de explicar, pero imposible de ignorar.
Desde el momento en que Jungkook confesó sus sentimientos y Taehyung, tras vacilar, decidió prometer quedarse a su lado, algo en su vínculo cambió. Se volvió más fuerte, más tangible. Taehyung no podía precisar el momento exacto en que sus barreras comenzaron a desmoronarse, cuando el miedo cedió ante la curiosidad de adentrarse en lo más profundo del alma de Jungkook. Pero lo que sí sabía era que cada detalle de él lo fascinaba. Sus palabras, sus gestos, la manera en que hablaba de lo que le apasionaba, sus sueños, incluso la forma en la que se expresaba con tanta naturalidad. Le encantaba la intensidad de su mirada, cómo sus ojos brillaban cuando algo lo entusiasmaba, y aquella sonrisa que, estaba seguro, lo hacía parecer un adorable conejo. También se sorprendía notando esos pequeños detalles, como la forma en que su nariz se arrugaba al reír o el lunar que descansaba justo bajo sus labios, tan sutil pero, de algún modo, tan perfecto.
Taehyung no podía apartar de su mente aquella pregunta que lo perseguía con insistencia: ¿qué era exactamente lo que sentía por Jungkook? Le gustaría decir que su confesión lo había hecho reflexionar al respecto, pero la verdad era que llevaba mucho tiempo sin poder encontrar una respuesta clara. Todo lo que sabía sobre el amor provenía de los libros que tanto le gustaban, de historias ajenas que narraban sentimientos con una certeza que él no comprendía del todo. En la realidad, todo se sentía mucho más incierto, más difuso. No sabía cómo ponerle un nombre a lo que le provocaba Jungkook, cómo describir esa sensación de calidez en su pecho cuando estaban juntos o la manera en que su presencia parecía llenar cada espacio vacío en su mente.
Por un lado, entendía lo que el azabache le había dicho, que no había una etiqueta precisa para lo que sentía. Y, en el fondo, él también lo vivía de la misma manera. No era cuestión de definirlo, sino de aceptar que estaba ahí, latiendo con una intensidad imposible de ignorar.
Desde el momento en que perdió a su mejor amigo, cerró su corazón por completo. Se prometió a sí mismo que no permitiría que nadie más volviera a entrar en su vida, porque la sola idea de atravesar otra vez un infierno de dolor y pérdida le resultaba insoportable. El miedo se arraigó en su interior, profundo y constante, dictando cada una de sus decisiones. Como una medida de autodefensa, hizo lo único que le pareció seguro: alejarse.
Se distanció de todos, dejándolos con la satisfacción de convertirlo en un marginado, aunque en realidad había sido su propia elección. Era más fácil así. Si nadie se acercaba, nadie podía hacerle daño. Pero lo que comenzó como una forma de protegerse terminó por volverse una prisión. Se encerró en una burbuja donde nada parecía importar, ni el paso del tiempo ni el mundo a su alrededor. Desde aquel día, todo perdió sentido. Y con ello, también se esfumó la poca determinación que le quedaba.