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H//D:

Un escalofrío recorre mi cuerpo al ver su foto, su sonrisa encantadora y llena de cálida alegría. Hace mucho no sabía de ella, pero me alegraba saber que estaba bien, que no le había pasado nada malo desde la última vez que no vimos.

—Lo siento señora pero no puede estar aquí sin un permiso —despego mi vista de la foto.

—¿Perdón? —la chica frente a mi fingió una sonrisa amable, eso era tan estúpido —Yo puedo estar aquí, con o sin permiso. No seas imprudente —le respondí con máxima autoridad.

—Si no se va ahora me meterá en problemas no puede estar aquí, necesita un permiso —dijo en voz baja —Mis jefes no tienen buen carácter, debe marcharse.

—Pues en este momento estás en problemas, si me sigues hablando haré que  jamás te vuela a servir de algo esa rosada y delgada boca que tienes —Fruncí mi ceño y de manera exagerada me di la vuelta y me dirigí a la oficina de mi padre, el dueño de la mansión en la que me encontraba.

Toqué la puerta y la chica de hace un rato a había ido, seguramente a llamar a los de seguridad, en esta casa nadie me conocía, no sabían quién era porque básicamente mi familia y yo siempre nos encontrábamos en casas de campo a las afueras del país.

—Pase —escuché la voz gruesa y varonil de mi padre. Con mi espalda recta, caminé a dentro y observé el ornamento en forma de flores en las paredes y después de ver todo allí desde los antiguos libros hasta los muebles a los lados de su oficina, me detuve a mirar la pequeña corona de oro que mi padre tenía sobre su escritorio de madera, según lo que yo sabía se lo había regalado su madre por el cumpleaños número 123 del pueblo donde antes vivía. Mi padre sonrió y se dirigió a mi —Hija.

—Hola, papá —le dí un corto abrazo debido a que el contacto físico y yo no nos la llevamos bien.

—¿A qué se debe está repentina visita? —se sentó en la silla de su escritorio y me hizo una seña para que hiciera los mismo pero esta vez en la silla de enfrente a él.

—Eso deberías agradecerle a tu pequeña plaga —le dije.

—Sabes que ser yo no es fácil ¿A cuál de todas mis plagas te refieres? —entrelazó sus manos sobre su escritorio.

—A la hija de Klaus, obviamente.

—¿Qué pasa con ella?.

—Esta en la escuela —mi padre se levantó sorprendido por la noticia y no dudó en salir de su oficina. Justo cuando abrió la puerta estaban los de seguridad allí fuera —No me quería dejar entrar —le informé.

—Que falta de respeto, están despedidos —les dijo a los hombres de traje oscuro.

Y yo lo seguí, iríamos directo a la escuela Salvatore. Yo acabaría con esa pequeña plaga que mi padre dejo libre hace 14 años atrás, debió acabar con todos los Mikaelson.

Mi padre fue tan idiota, todo lo hizo por amor.

¿Y a dónde lo llevó el amor? A tener que enfrentar al demonio que Klaus engendro en su esposa, y hasta el día de hoy mi prisionera madre.

Evitar La Muerte [Hope Mikaelson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora