1. playlist de viaje

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El pequeño cuerpo moreno daba lentos pasos hacia atrás dado a los gritos que salían por la boca del mayor, con una mano en cada oído evitando escuchar cada uno de estos, mientras sentía el terror adueñarse de él.

—¡NO QUIERO UN MARICA COMO HIJO! - se escuchó fuerte y claro, haciéndolo cerrar sus lindos ojos color miel, que en ese momento estaban cristalizados.

No entendía nada. Sólo fue un beso con uno de sus amigos, ¿por qué su papá se molestaría por eso? La puerta de la habitación fue abierta de golpe, y ahora el pequeño moreno tenía sus ojos muy abiertos mirando fijamente a la alta figura a metros de él, aterrado con su corazón acelerado.

—¡TE VOY A DECIR UNA COSA! - el solo grito lo hizo acurrucarse en sí mismo al momento de chocar contra el rincón, agachado con sus manos alrededor de sus pequeñas piernas y con su cabeza en medio de estas, sintiendo las fuertes pisadas acercarse hacia él, pero alzó la mirada cuándo la dulce voz de su mamá hizo eco en la habitación.

—¡SUFICIENTE YÁSER! ¡TAMBIÉN ES MI HIJO Y NO TE PERMITO QUE LO TRATES ASÍ! - el pequeño se tranquilizó un poco ante la firmeza en la agradable voz. Agradecía que su madre fuese tan valiente.

—¡POR ESO ES QUE ES ASÍ! ¡LO TIENES MUY CONSENTIDO! - replicó nuevamente la voz masculina.

—¡NO HA MATADO A NADIE, DEJA DE EXAGERAR! - la mujer bajó la voz después de hablar, para dirigirse al pequeño. —Ven cariño. - el menor hizo lo ordenado después de darle una fugaz mirada a su padre. Dando rápidos pasos llegó hasta los cálidos brazos de su madre quiénes lo recibieron dulcemente. La amable mujer limpió las saladas lágrimas del rostro del pequeño, pegándolo más hacia ella y plasmando un dulce beso en su cabeza cuándo la puerta de la habitación fue cerrada bruscamente detrás de ambos.

Once años después.

La imponente luz del sol comenzaba a colarse por la ventana de mi habitación, traspasando los vidrios de esta e impactando directamente en mi cara. Me moví en mi lugar perezosamente ante. molesto toque, abrí muy poco los ojos para no quedarme ciego ante la luz del día, y le di una mirada al reloj en mi mesita de noche, este indicaba que eran las siete de la mañana. Los motores de los autos y motos podían oírse como cada día, y mis ojos ya entreabiertos me decían que era muy temprano para un domingo.

No pasaron ni cinco minutos cuándo escuché que tocaban la puerta.

—Javadd, ¿estás despierto? ¡Apresúrate! - la voz de mi mamá detrás de esta sonaba agitada, no sabía por... ¡Esperen, lo olvidé!

Me levanté en un santiamén de la caliente y suave cama, podía sentir la sensación de mis sábanas pegadas a mí, pero saqué esas imágenes de mi mente rápidamente y fui directo al baño. Me cepillé los dientes mientras miraba mi reflejo en el vidrio del espejo frente a mí. Cuándo terminé, tiré mi cepillo dental en la cama y me desnudé, dejando ver mi voluptuosa figura. Entré a la ducha, encendiendo el agua caliente y dejando que las gotas recorrieran mi moreno cuerpo una vez más.

Después de estar totalmente limpio y dejar mi cuerpo oliendo a avenas con fresas, cerré la llave detrás de mí, enrollé la toalla en mi torso y salí del baño.

Busqué en el cajón de mi ropa un bóxer negro, de mis favoritos, y después de secarme me lo puse, sintiendo como mi trasero se ajustaba a la elástica tela. Luego me dediqué a buscar un buen outfit, cómodo, pero no muy elegante, decidiéndome al final por una camisa totalmente negra, unos pantalones beige, casi marrones, y mis converse también negras. No estaba seguro si era suficiente, pero me gustaba.

Revisé por un momento mi teléfono, sabiendo que no podía darme el lujo de hacerlo, ya que ya había tardado lo suficiente gracias a mi cerebro que me hace dudar y sobrepensar cada decisión que tomo, pero estaba revisando mi correo, hace una semana que envié mi solicitud para la universidad pero aún no recibía respuesta alguna. Quizá no soy lo bueno suficiente.

Flashbacks de aquella noche llegaron a mi mente, debido a la palabra “suficiente”, siempre me pregunté si lo era para papá, pero nadie podía darme la respuesta excepto él mismo, pero eso era algo casi imposible. Creo que parte por la cuál pasaba mucho tiempo alejado de nosotros era por eso, por mí. Aunque ya habían pasado once años desde eso, y nunca más volvimos a hablar del tema, menos mal.

Salí de mi trance y cuándo me aseguré de revisar todos los correos, apagué el aparato y seguí con lo que estaba haciendo, abriendo la puerta de mi habitación.

—¿Mamá y mi maleta negra? - las escaleras no me responderían, pero mi mamá sí.

—Zayn no lo sé, toma la blanca que está detrás de la puerta de mi habitación. ¡Y apúrate!

—¡¿Blanca?! - enloquecí. -No gracias, mejor deja, ya sigo buscando la negra. ¡Gracias!

No pude escuchar lo siguiente que me dijo mi progenitora porque ya había cerrado la puerta.

Me arrodillé con cuidado al lado de la cama, ya que no quería que mi pantalón se arruinara, subí las sábanas y ahí estaba.

La saqué rápido de allí abajo y la soplé, haciéndome estornudar al instante. La puse encima de la cama, abriéndola para ir metiendo ropa en su interior. Cuándo ya tenía todo dentro la cerré y me senté en la cama exhausto.

Y justo...

—¡¿Zayn, listo?! - preguntó impaciente mi mamá desde abajo. Y esta vez si fue suficiente para oírla por detrás de la puerta.

—¡Si! - respondí al instante, orgulloso de mi trabajo.

—Te quiero en cinco minutos en el auto. ¡Date prisa o su padre se molestará! ¡Y trae el agua!

—¡Si mujer, ya voy! - grité.

Seguro se preguntarán adónde íbamos, pues... Verán.

Soy Zayn Malik, un chico de diecinueve años, vivo en Bradford, Londres, con mi mamá y papá, aunque este último casi nunca está. Se la pasa ocupado en su casa de campo, en un pequeño pueblo muy alejado de todo, donde tiene una granja, establos, animales y todo eso. Ahí que es dónde se queda todo el tiempo ausente cuándo no está con nosotros.

Y sí, allí iríamos.

Papá dijo que haría una cena para todos cuándo llegáramos, y cuándo dijo todos se refería literalmente a todos, ya que nos iba a presentar a sus empleados. Probablemente pensarán que es raro, pero no, papá los apreciaba mucho, y decía que eran como familia. Y era obvio, después de más de cinco años conociéndolos creo que era normal.

Estaba emocionado, en realidad todos lo estábamos. Sí que nos hacía falta unas vacaciones juntos, o eso decía él. Y particularmente creo que yo no soportaba otro día más en la ciudad.

No es que no me gustara estar aquí, es que no es fácil cambiar drásticamente de vida, y pueden decir que estoy exagerando, pero me parecía un cambio drástico tener que trabajar después de estudiar tantos años y estar acostumbrado a ello. Y aunque me gustaba venderles medicamentos a las personas, sí que podía ser agotadora la rutina, sin contar las innumerables veces que tenía que caminar por los largos pasillos para buscar muchos de ellos. O sin contar las innumerables veces cuándo perdía la cabeza con un que otro cliente.

Pero era agosto, y al fin tendría vacaciones.

—¿Entonces está todo aquí? ¿No se queda nada? - preguntó ansiosa mamá ya estando en el auto.

—Sí, creo que tenemos todo lo que necesario. - respondí casi seguro.

—Perfecto. Será un poco largo pero valdrá la pena. Sé que será grandioso. - sus ojos achinados por la sonrisa podían verse por el espejo y le sonreí de vuelta mientras me ponía los audífonos.

—Si me vas a hablar me tocas porque no voy a escuchar. - cuándo asintió le di play a la playlist de viaje y así finalmente nos hacíamos camino hacia nuestro destino.

ziam | ride (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora