Un beso contra una pared.
Dejando a un lado el hecho de que Jiang Cheng no es un gran lector —ya bastante tiene con meterse artículos académicos en vena día sí y día también durante las clases del doctorado, se merece un rato de tiempo libre que le permita desconectar con algo distinto— tiene un secreto oscuro que en realidad para sus tres novios no es tal cosa, aunque él cree que sí. Un placer oculto, un vicio personal. Es aficionado a la novela erótica.
(Sus novios, por supuesto, lo saben más que de sobra. No por nada Lan Huan le recomienda las mejores que conoce.)
En cualquier caso, su tan bien (mal) guardado secreto no es el problema esta vez. No, no es más que una causa. El problema reside en las consecuencias de la causa y en una serie de asuntos sin resolver que ni siquiera le comenta a su psicólogo y que, por lo tanto, no se molesta en gestionar porque no cree que sean "importantes". Y claro, luego pasa lo que pasa.
Luego pasa que Nie MingJue llega de trabajar el primero un viernes a mediodía y se encuentra a Jiang Cheng leyendo en el móvil —el móvil es más discreto, puede estar viendo Twitter, o Instagram, o un artículo... o cualquier cosa y nadie se extraña— tirado en el sofá. Esa parte no le preocupa, porque ya sabe que los viernes su novio no tiene clase y tras muchas sesiones con Shen Yuan y mucho trabajo en común han conseguido que se los tome como su día libre "obligatorio" a la semana. No, eso está bien. El problema viene cuando, mientras se desabrocha la corbata, Nie MingJue habla.
-Tengo una propuesta para la comida, Jiang Cheng.
-¿Sí, daddy?
Es automático. Y una catástrofe. Jiang Cheng todavía está absorto en la pantalla de su móvil al pronunciar la última sílaba, pero en cuanto se da cuenta de lo que ha dicho alza la mirada hacia su novio abogado, rojo como un tomate maduro.
Enorme es su sorpresa cuando se encuentra con que Nie MingJue no solo está tan paralizado y tan avergonzado como él, si no que además tiene una auténtica tienda de campaña creciéndole en los pantalones del traje.
Vaya, vaya, vaya... así que eso le ha gustado, ¿eh?
***
El "incidente" se repite.
Nie MingJue no puede saber si es a propósito o no —es domingo por la mañana y están medio dormidos; Jiang Cheng antes del primer café no sabe lo que dice, por eso suele ser fácil arrancarle confesiones y mimos pre-desayuno— pero esa condenada palabreja, ese anglicismo del demonio, da vueltas en sus oídos.
-Daddy...
Nie MingJue traga saliva, y hasta eso le supone un esfuerzo titánico. Jiang Cheng está todavía más dormido que despierto a su espalda, con la cara más apoyada entre sus omóplatos que en la propia almohada. Le abraza sin fuerza, pero se mantiene bien pegadito a su cuerpo, piel contra piel, como la tentación perfecta. Y el pobre abogado, medio abrazado a la larga almohada, se encuentra perdido. Desamparado. ¡¿Dónde está el bastardo de Meng Yao cuando se lo necesita?! ¡Meng Yao sabría lidiar con esto!
(Ah, sí, está con Lan Huan, probando lo del running mañanero a ver qué tal funciona con él, porque empieza a ahogarse cada vez que le toca subir a pie las escaleras y eso no es bueno. Después de todo, solo viven en un tercero. Nie MingJue todavía tiene esperanzas de que se apunte al gimnasio con ellos.)
Jiang Cheng vuelve a acurrucarse en su espalda, todavía más cerca, si es que eso es posible. Su cuerpo es una fuente de agradable calor y el tacto de su piel, tan tersa en contacto contra la propia, le resulta arrebatador. Nie MingJue contiene el aliento, tenso, tensísimo, mientras nota como una de las piernas de su novio se cuela entre las suyas. Se estremece, porque a pesar de estar tan caliente, Jiang Cheng tiene los pies helados. Son como las manos de Lan Huan, siempre están fríos, y su roce siempre le deja sin aliento. Su adorable novio murmura algo entre el sueño y la vigilia que no tiene ningún sentido, pero el abogado sigue atascado en el último "daddy" que ha llegado hasta sus oídos.
A modo de tentativa, Nie MingJue levanta un poco por encima las sábanas que los cubren. Sí, vuelve a tener una erección. Genial.
***
-Vamos, si este es un plato básico. Estoy seguro de que puedes hacerlo, daddy.
Nie MingJue puede jurar, y jurará, que está a puntito de perder la cabeza. Un gruñido se le escapa desde el fondo de la garganta sin apenas ser consciente, sin que pueda detenerlo. Sin embargo, apoyado en la barra americana de mármol de la cocina de su piso compartido, la sonrisa de Jiang Cheng se hace un poquito más amplia. Un poquitín más afilada también.
-Para con eso, Jiang Cheng.
-¿Con qué -su voz baja, el tono casi parece meloso, al menos para sus estándares-, daddy?
-Lo estás haciendo a propósito, no te hagas el tonto.
-No sé de qué me estás hablando.
Nie MingJue se da la vuelta en su dirección, su mirada de pronto oscura. Peligrosa. Jiang Cheng se relame los labios, porque le encantan esta clase de juegos.
-Escucha, niñato -masculla, y puede jurar que un escalofrío recorre la espalda de su novio-. Sé que la primera vez fue una equivocación. Y la segunda puede que algo subconsciente o puede que no, no tengo ni idea, pero esto ya lo estás haciendo a propósito.
-Pero te gusta -constata Jiang Cheng, enarcando ambas cejas como hace cada vez que quiere desafiarle. Le pone de los nervios y al mismo tiempo le encantan esos dejes suyos-. Te gusta mucho, de hecho.
-Jiang Cheng...
Jiang Cheng es un ser veloz, sobre todo cuando le conviene. En ocasiones como esta, Nie MingJue odia esta cualidad suya, porque se le ha escurrido de entre los dedos antes de poder atraparle con una facilidad pasmosa, casi insultante, después de dejar un beso tentador en su mejilla y ahora camina de vuelta hacia su cuarto a seguir leyendo el terrorífico desencadenante de esta situación.
Y el pobre Nie MingJue se queda atrás, espátula en mano y la polla en alza una vez más.
***
Al final, toda la culpa es de Jiang Cheng, su adorado Jiang Cheng, que finalmente ha conseguido volverle loco.
Se están besando. Se besan como si no se hubieran besado nunca, sumidos en uno de estos arranques que dejan a ambas partes sin aliento. Se besan explorando cada rincón de sus bocas como si esperasen encontrar un tesoro oculto bajo sus lenguas. Se besan como si el otro fuese oxígeno y ellos se estuvieran ahogando sin remedio. Se besan ya semi desnudos, dejando que sus manos completen el efecto de sus labios allá, de pie en el centro de la habitación de Jiang Cheng. Se besan como si fuese el fin del mundo, y entonces se separan. Y Jiang Cheng, con una sonrisa excitada y ladina, musita algo contra sus labios.
-MingJue... daddy...
Nie MingJue no puede soportarlo más.
Es solo un impulso, y pasa todo increíblemente rápido. Primero están de pie y de pronto tiene a Jiang Cheng atrapado entre sus brazos, que lo presionan contra una de las paredes de su cuarto. Y de esos labios, de esa boquita enrojecida, acaba de salir el más húmedo y necesitado de todos los gemidos, el más alto y escandaloso, que ahora resuena en su cerebro al mismo tiempo que ese condenado mote. Su erección se presiona, evidente, dura y casi dolorosa, contra la cadera de su novio, que sonríe azorado y sonrojado.
-Sabía que te gustaba.
-A ti sí que te va a gustar esto.
Y resulta que Jiang Cheng, por una vez en su vida, no le lleva la contraria. En su lugar se dedica a pasar los brazos alrededor de su cuello y se deja besar así, atrapado como está, dispuesto a dejarse hacer de todo.
Aunque solo es una sospecha, Nie MingJue no tiene la más mínima duda de que no se ha librado de esta tortura. De todas formas, no le disgusta.
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77 kisses [Mo Dao Zu Shi Fanfic]
FanfictionUna pequeña lista de besos que compartir a cuatro. Porque la vida para Jiang Cheng es más entretenida teniendo a tres novios a sus pies. -Capítulos cortos -Los capítulos no siguen un orden cronológico -AU moderno -Actualización los jueves -Versión a...