53 - Against a locker

237 50 14
                                    

Un beso contra una taquilla.

Los vestuarios del gimnasio, para sorpresa general, son un lugar limpio y —en especial a las horas a las que Nie MingJue y Lan Huan suelen ir a entrenar— tranquilo. Las duchas están a un lado, ocultas tras un muro grueso de azulejos que no llega al techo y las taquillas para los clientes, para dejar ahí las bolsas de deporte y otros objetos importantes, ocupan una pared entera. El lugar huele a ambientador de melocotón y hoy sin ir más lejos está completamente vacío para ellos dos.

No tiene por qué significar nada, pero lo hace.

Los días que no tienen jornada completa, que suelen ser, por desgracia, los días que sus otros dos pobres novios pasan más tiempo atrapados en la universidad, Nie MingJue y Lan Huan aprovechan antes o después de comer, franjas siempre alejadas de la hora punta, para ir a entrenar juntos. Hoy es uno de esos días. Como vienen directos del trabajo —hasta se han encontrado en el gimnasio— tienen que cambiarse a ropa de deporte. Lan Huan acaba de quitarse el jersey, siempre precioso debajo de esas prendas tan pijas que acostumbra a vestir, y Nie MingJue ya está en chándal. Aunque sea pleno invierno, él sigue yendo al gimnasio en pantalones cortos y saliendo con ellos puestos. Es su venganza por tener que aguantar lo de ir al trabajo en traje y corbata.

Lan Huan se quita los pantalones del trabajo. Hoy lleva unos de color beige con la raya bien planchadita. Es el único que plancha en casa y la única tarea doméstica que sabe hacer medianamente bien, por eso le encanta ocuparse de toda la colada (una vez que ya ha salido de la lavadora; tiene prohibido tocar ese aparato sin supervisión) y que los amores de su vida se lo agradezcan a besos. Debajo de esos pantalones hay unas piernas pálidas, larguísimas y bien trabajadas, porque siempre insiste en que los días de piernas son importantes. Nie MingJue tiene que darle la razón. Al verle semi desnudo (solo lleva los calzoncillos) doblando la ropa del trabajo y alargándose en busca de su chándal, Nie MingJue siente la boca seca. Necesita beber agua. Al mismo tiempo, sin embargo, esta es justo la razón por la que todavía no ha subido a la planta de arriba del gimnasio. Le encanta verle cambiarse. 

Le encantaría todavía más si pudiera desnudarle, claro, pero no necesitan que les veten la entrada a su gimnasio favorito... cosa que podría o no haber estado a punto de pasar en más de una ocasión.

Lo primero que se pone su novio, para su desgracia, son los pantalones. Después calcetines y zapatillas. La camiseta siempre es lo último, extraña costumbre suya que Nie MingJue no está muy seguro de si es natural o solo para torturarle con la vista de sus abdominales y de sus brazos. Puede que una retorcida mezcla de ambas, porque, en su inocencia, se atrevería a decir que Lan Huan es el más maquiavélico de sus tres novios. Solo que, a diferencia de Meng Yao, no siempre sabe que lo es. Y Jiang Cheng de eso no tiene nada, aunque a veces lo intenta.

-Por cierto -comienza Lan Huan, que tiene su camiseta de deporte en una mano, pero todavía no se la ha puesto. Nie MingJue no sabe qué pensar. Su novio está dándole la espalda a las taquillas-, ayer salí con A-Cheng.

-¿Sí?

Vale... eso es normal. Son novios, después de todo. Viven juntos y eso.

Lan Huan retrocede un paso. El abogado se adelanta uno casi por inercia.

-Sí. Y me contó una cosita bastante curiosa.

Nie MingJue enarca las cejas a modo de pregunta no pronunciada. Le da un poco de miedo por dónde pueda salir esto. Otro paso en ambos sentidos.

-¿Es verdad que se puso a llamarte "daddy"?

Mierda.

Un paso más.

Es instantáneo e instintivo. La sangre se le sube a las mejillas sin que pueda hacer nada para evitarlo, y ahora mismo todo lo que quiere es esconderse en el último rincón de la Tierra. Pero, como no puede, se enfrentará al problema luego, el modus operandi de su vida.

-Esas novelas eróticas que le prestas van a acabar por fundirle el cerebro.

-¿Seguro? Porque parece que te gustó mucho...

-Me esperaría esto de Meng Yao, A-Huan -hora de cambiar de táctica. Y siguen caminando mientras hablan-, pero ¿de ti?

-¿Qué no esperarías de mí... -cuando vuelva a casa hará que Jiang Cheng le pague esta, lo jura-, daddy?

-A-Huan... estás jugando con fuego.

-Solo estaba probando -Lan Huan retrocede otro paso, ya no puede dar ni uno más, y su espalda desnuda choca contra las taquillas-. Quería ver qué tal sonaba...

-No cuela.

-De verdad. Todavía estoy intentando decidir qué me gusta más. Si daddy... -Nie MingJue avanza entonces su último paso. Su antebrazo se apoya en las taquillas justo a la altura de la cabeza de su novio-, o gege.

El mundo está contra él, sin duda.

Durante un terrible instante —terrible porque se le está levantando y siguen en el gimnasio, no le importaría si estuviesen en casa— Nie MingJue se queda sin respiración. Y sin sangre en el cerebro, porque toda se le está yendo a la polla. Apenas unos centímetros por debajo de él, la sonrisa de Lan Huan es dulce, tierna, y solo un poco traicionera.

-¿Recuerdas cuando te llamaba gege? -murmura, porque no necesita esforzarse para que su novio le oiga-. Éramos unos críos...

-Estábamos en el instituto y me lo hacías pasar fatal. 

-Ahí ya te gustaba.

-Y sufría, no te creas.

La sonrisa de Lan Huan se agranda solo un poco más. Sus labios están a punto de rozarse.

-Puede que A-Cheng y yo no seamos los únicos masoquistas de esta relación... gege.

Nie MingJue lo besa. Se lo está pidiendo, le está provocando y no hay nada que desee más que responder a su tentación con todo lo que tiene. Una pena que no pueda empotrarle como empotró a Jiang Cheng con toda la movida del "daddy" —follaron contra la pared; y luego en el suelo; y en la cama— pero quizá eso juegue a su favor. Al fin y al cabo... esto se merece una venganza.

Lan Huan responde a su beso con la avidez de quién quiere mandar a la mierda las convicciones sociales y hacerlo en el baño del gimnasio. Para su desgracia, el beso se corta en seco sin previo aviso. El maestro de música gime, frustrado, y abre los ojos. Ya no hay nadie a su lado. Para su tamaño, Nie MingJue es rápido cuando quiere serlo, aunque no tanto como Jiang Cheng. Ya está encaminándose hacia la salida del vestuario, hacia las escaleras, y sonríe al ver la erección con la que acaba de dejarle.

-Vamos, A-Huan, o empezaré a entrenar sin ti.

Cinco minutos después, Lan Huan sale del vestuario. Nie MingJue ya está calentando. Cuando le guiña un ojo, la sonrisa encantadora de su novio promete venganza.

77 kisses [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora