★[conejo en apuros]

120 14 0
                                    


Harry quiso pensar que estaba salvado cuando después de correr como alma que llevaba el diablo, sin rumbo y con prisa, su camino se topo con lo que él había nombrado la salvación de su estómago para aquel invierno.

Un bonito conejo blanco.

Que no era mucho tal vez, el conejo era pequeño y parecía un tanto flaco, pero era mejor a morir de hambre y se había cruzado en su camino en el momento exacto en dónde pudo desviarse de quella avalancha.

Quizá podría decir que había salvado a aquel conejo pero sería un engaño pues en su mente no estaba la idea de mantenerlo con vida más de lo necesario.

Lastimosamente el pequeño peludo se había desmayado en el camino, por un instante Harry pensó que el animalito no había resistido a aquel trayecto pero cuando pudo encontrar su pequeña cabaña, lo cual lo alegro de sobre manera, verificó que el conejito seguía respirando.

Así que permitiéndole disfrutar al menos un tiempo más de vida lo dejo sobre la alfombra frente al improvisado fuego de la chimenea que había logrado encender apenas ingresar a su casa. Él también necesitaba entrar en calor.

Ahora mismo se hallaba también frente al calor del fuego en su forma humana, con un camisón que le llegaba hasta la mitad de los muslos, unos pantalones chandal sueltos y el cabello que le llegaba por los hombros recogido en un desprolijo moño.

Con miradas por el rabillo del ojo observaba a su pequeña presa. Ahora con la luz anaranjada del fuego dando de lleno pudo fijarse un poco más. Sí, en definitiva era pequeño y flaco pero lo que a Harry le sorprendió en aquel momento no fue su estado físico, sino la notoria endidura que se dejaba notar aún sobre el pelaje blanquesino del animalito.

Alguien lo había atacado.

Tal vez era mala idea, tal vez la peor idea que se le había podido cruzar por la mente al lobo pero solo quería saber que tan grave era aquella marca. Al final era un lobo con instintos.

Con dedos curiosos y la mirada cubierta en inocente incertidumbre aproximó su mano de manera lenta.

Mala idea.

En un movimiento veloz, casi comparable con la rapidez de una brisa, unos afilados dientes se clavaron en la carne blanda de la mano del ojiverde.

Y luego la pequeña figura blanca despareció de la visar del lobo.

Louis corrió, intentando escapar, huir, perder de vista a aquel ser que se había atrevido a intentar tocarlo.

No dejaría que nadie lo tocara.

No otra vez.

A saltos y pasos presurosos, con el sabor metálico impregnado en sus dientes buscó la salida. Pero que difícil era aquello.

Todo era grande desde su forma animal, las paredes parecían imponentes muros de más de veinte metros y sus movimientos seguían siendo atontados después de haber perdido el conocimiento.

Pudo dislumbrar lo que parecía un mueble, una isla y quizá caserolas. Tal vez ahora estaba en la cocina.

"Genial, la presa se había dirigido sola al matadero" Pensó.

A saltos presurosos siguió en su intento por huir. Podía escuchar las maldiciones del hombre tras suyo. Las pisadas fuertes y cercanas le decían que lo estaba persiguiendo y Louis solo tenía una meta, una que le devolvía la mirada a lo que, en pasos humanos, parecían no más de cinco centímetros. La puerta de salida.

Estaba cerca.

Demasiado cerca.

La sensación de dolor le cubrió el cuerpo, nublado su juicio por lo que sintió eterno, el dolor haciéndose camino desde la punta de su pata trasera derecha, corriendo cual agua de río por el camino de aquella maldita herida que finalizaba cerca a su pequeño vientre.

El chillido agudo que soltó le lastimó los oídos al ojiverde que se allaba detrás suyo. El conejo dejó de moverse para adoptar una posición que parecía de lo más incómoda.

Un rodete peludo y blanco.

¿Qué demonios le había pasado al conejo?

El lobo no lo entendía, ni siquiera quiso acercarse después de que el chillido sesara solo para dejar como sonido de ambiente las fuertes respiraciones del animalito.

¿Qué había sido aquello?

Con pasos temerosos retrocedió para intentar encontrar con que ayudarlo. Podía ser un depredador pero era lo suficientemente humano como para saber que no se podía comer al animal en aquel estado.

No podía comerse al animalito si este sufría. No era una bestia.

Con manos temblorosas tomo la tela más cercana que encontró. Un viejo suéter que había olvidó cerca a la puerta de salida. Y con toda la cautela y delicadeza que pudo juntar en su ser la posicionó sobre el pequeño cuerpo para después levantarlo.

Lo dejaría descansar pues el pequeño había vuelto a perder el conocimiento.


𖡼.𖤣𖥧𖡼 𓃥 𖡼.𖤣𖥧

Snow (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora