📖OCHENTA Y CUATRO📖

34 6 2
                                    

-¿lo hicimos?

Niggel cerró justo a tiempo la puerta, pero antes de responderle a Carla esperamos unos minutos para comprobar que nadie nos hubiera visto o seguido.

-si, lo logramos - confirme sintiendo mi pulso a toda velocidad.

Carla celebro dando saltitos emocionada y comenzó a avanzar por el lugar entre risas de victoria. Por otro lado, yo sentía que algo malo estába por pasar, pero decidí ignorar aquel presentimiento.

En la habitación, un poco más reducida que las anteriores, aún había material de construcción, en las paredes descansaban los que parecían ser cuadros cubiertos con telas blancas; al fondo había un estante que simulaba ser un librero con documentos sueltos, libretas y pergaminos. Las ventanas estaban cubiertas con unas cuantas tablas, aún así se filtraba la suficiente luz para ver con claridad. Y en el centro, una gran mesa redonda estaba cubierta con la misma tela que los cuadros, pero sobre ella descansaban un par de libros y hojas con trazos rápidos.

-¿lo que buscamos será eso? - pregunto Niggel.

-posiblemente - le respondió Kikyō.

Mire a Carla esperando que se acercara, pero ya estaba en eso. Se quedó observando los papeles y luego presto atención al libro que resultaba más.

-¿quién está listo para respuestas? - pregunto en cuanto comprobó que era.

Bien, ahora si que podía celebrar. Todos nos acercamos hasta la mesa y comenzamos a desordenar un poco los papeles que en su mayoría eran autorizaciones de la Reina para exhibir ciertas cosas; luego fuimos a la cereza del pastel, estaba por abrirla  cuando:

-espera - me dijo Kikyō mientras analizaba una hoja que sostenía en sus manos. - primero vean esto...

-¿qué es? - pregunto Carla acercándose a la menor de nosotros para leer.

“Decreto Real #234: Pará todas las escuelas y profesores, que trabajen con menores de 15 años.

Las escuelas mencionadas tendrán que formar el criterio de cada estudiante, con el fin de que la información poco apta para ellos pueda ser asimilada de mejor manera cuando sean mayores.

La información que podrá ser transmitida a los menores de 15 años estará sujeta al estatuto de censura; por lo cual se retirara todo material indebido de las escuelas que trabajen con menores de edad.

Una vez cumplidos los 15 años y si el estudiante así lo desea, tendrá total acceso a las alas restringidas de museos, bibliotecas y archivos nacionales; sin embargo, ciertos temas seguirán siendo clasificados por su relevancia política, por lo que las áreas restringidas (que sean de conformidad en el artículo 73 del Estatuto de Censura) mantendrán su estricto reglamento de acceso al que sólo quedarán exentos los miembros del Consejo Real y aquellos pertenecientes a los máximos rangos del ejército, que además juren guardar silencio para salvaguardar la paz nacional.”

-esto está muy mal, significa que siempre desconoceremos parte de la historia - se quejo Carla al instante.

-exacto, y la pregunta es: ¿qué tanto nos permitirán ver? - añadió Kikyō.

Seguí mirando el documento hasta dar con la fecha de publicación y la firma de la Reina, todo coincidía con aquel día.

-nuestros padres aprobaron esto - comente convencido. Las chicas me voltearon a ver confundidas - miren la fecha, fue nuestro primer día de clases, el mismo en que nuestros padres se reunieron con la Reina.

Ambas revisaron lo que les señale. Mis memorias sobre: lo que Ami había estado investigando para la Historia, lo que habíamos mencionado hace semanas sobre el robo de documentos históricos, lo sucedido en la biblioteca de la escuela, lo que Kikyō había dicho que le contó Michele y hasta todo el silencio respecto a ciertos temas de mis padres... Todo encajaba. El decreto lo habían aprobado ellos, la reunión fue para ver que y hasta cuando censuraban, fue para acordar que el archivo nacional se iría a la ciudad subterránea por seguridad. No había duda, nuestros padres no querían que supiéramos la verdad, ¿por qué? ¿Qué había en el pasado que los preocupaba tanto?

-miren esto, Tropa 104 de reclutas - nos mostró Niggel que ya se nos había adelantado en ver el álbum que tanto buscamos.

Observamos con confusión al ver un par de caras desconocidas, pero no nos detuvimos ahi, seguimos hojeando el álbum lentamente, esperando apreciar y memorizar  cada detalle de lo que veíamos: un par de fotos de los titanes, algunos soldados con el segundo uniforme de la legión de exploración, la fracción jeagerista, los capitanes de la legión (ahí salía mi padre y mi madre, no habían cambiado demasiado) y luego...

-¿qué hacen aquí? - pregunto una voz que me pareció demasiado familiar, tanto que podía sentir un escalofrío de solo pensar en quien era quien nos había descubierto.

Nos quedamos estáticos, sin saber que hacer o donde escondernos, habíamos sido absorbidos por lo que veíamos y nos habíamos olvidado de vigilar que nadie viniera.

-dense la vuelta - nos ordenaron. Lentamente obedecimos. - no puedo creerlo, ¿saben en los problemas que meterán a sus padres por esto?

Con aquel perfecto uniforme de la legión, Historia estaba parada en la puerta abierta de par en par, con una apenada Ymir pegada a su espalda.

-nosotros solo nos... - comencé a decir.

-¿solo se perdieron? Que coincidencia, Ackerman - me interrumpió la Reina. - ¿creen que no me di cuenta de que algo se traían entre manos? Los vieron 6 personas cuando entraron aquí, den gracias de que el guardia de seguridad estaba entretenido con Ymir, de lo contrario pudo haberlos detenido hasta comprobar que no eran ladrones. - Historia hizo una pausa esperando nuestra reacción - Me decepcionan chicos y estoy segura de que sus papas tiene más que decirles.

-¿qué? No, por favor, su majestad - comenzó a suplicar Carla - no les diga a nuestros padres, esto fue una simple travesura, nada más.

-¿una travesura? A mi parecer entraron en una zona no autorizada, siguiendo un plan, con ayuda de una cómplice y todo por cumplir un capricho, ¿es eso una travesura o un acto de rebeldía? - nos siguió sermoneando, realmente estaba molesta.

-su majestad, si me permite explicarle... - intervino Kikyō manteniendo la calma.

-no, Arlert, tus argumentos y chantajes no los permitiré esta vez - la hizo callar la Reina - ahora vengan aquí, mandaremos llamar a sus padres.

Podía considerarme hombre muerto, pero no tanto como Ymir tendría que pagar por habernos servido de distracción. Los cuatro comenzamos a quejarnos y a suplicar por misericordia, aunque todo fue en vano. Los soldado que solían vigilar a Ymir, al final fueron los que nos arrastraron fuera de la sala hasta una pequeña oficina escondida en el costado del vestíbulo por el que habíamos entrado.

No preste demasiada atención al lugar, estaba más preocupado por la reacción de mis padres, tanto que no note que de hecho ya se encontraban ahí.

Imagen: ©️ a quien corresponda.

Levi's diaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora