El secreto de Tomás

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Era un poco más de las seis de la mañana, y el capitán Tomás Lizarazo, ya se encontraba en el puente de mando del aéreo-barco mercante "El Colibrí Errante", se había levantado a deleitar la nave, pues sabía que para él este sería su último encargo, había tomado el puesto ya hacía unos treinta años, y ahora su edad avanzada no le permitiría viajar más sobre el bello Mar de Nubes.

Al sentarse, sintió su pesado y enfermo cuerpo descansar sobre la silla de cuero, vestía el típico camisón blanco de tela ligera, ya ahora amarillenta, que destacaba una anciana barriga colgante, unos pantalones marrón oscuro manchados de aceite y cerveza terminaban su viejo conjunto, miró hacia adelante, la vista del puerto de Cali, le hicieron recordar momentos de alegría y fascinación al ver los viejos barcos de guerra que atracaban allí. No pasó mucho tiempo para que sus recuerdos fueran interrumpidos por la joven voz de su nieto Tristán, que llegaba a despedirse de él.

- ¡Abuelo! - exclamó el pequeño, corriendo hacia el viejo sentado, ambos se abrazaron con fuerza como si el tiempo no existiese - Mamá me trajo, me dijo que este sería tu último viaje - Tomás lo miró entristecido, el niño le devolvió la misma mirada antes de preguntar lo obvio - ¿Estás Triste?

- Mi querido Tristán - respondió Tomás, y lo sentó en su regazo, y así comenzó a hablarle - dime, ¿alguna vez te conté del barco más esplendoroso y peligroso de todos?

- No abuelo - miró al techo tratando de recordar, mientras respondía.

- Perfecto, tenemos todo el tiempo del mundo - expresó el viejo alegre.

Tomás se acomodó en la silla, dejando descansar al niño en sus piernas, y comenzó a contar.

- Yo tenía veintitrés años, había viajado desde Bogotá, la capital hasta Cali, para visitar a un viejo amigo, no recuerdo bien su nombre ¿ehh?... - el silencio se alargó unos instantes mientras el viejo capitán intentaba recordar - Ahh... Moisés, ¡Claro!

El viejo prosiguió un poco más, mientras los recuerdos de sus amistades llegaban a su mente, y luego se centró en el tema.

«Allí lo vi, descansando en el muelle, no era muy grande, pero su diseño elegante y sus detalles artísticos me cautivaron, de él bajaban tres de sus tripulantes un hombre mayor, una mujer y otro hombre un poco más joven que el primero, estos dos últimos discutían, o al menos eso pensé, era fantástico estar allí, nunca antes había observado uno tan cerca, el color caramelo de la madera y el fuerte brillo de los pequeños parches metálicos que tenía, lo hacían ver como una maquina mágica y robusta. Me senté en un barril que momentos antes habían descargado de un barco mercante que estaba a su lado, esperé treinta minutos a que mi amigo me encontrara, como era de esperar llegó furioso, no lo habían aceptado en el trabajo, reí un buen rato, incluso dentro de una taberna llamada "El Licor de Belalcazar", bebimos hasta desmayarnos, al despertarme tenía un nuevo trabajo, era tripulante del Minerva, el barco mercante que observé en el muelle. «

- Abuelo, no estas llegando a ningún lado - concluyó el niño, observándolo decepcionado.

- Espera estamos por llegar a la mejor parte, aguanta - le informó el viejo, y continuó el relato.

«Cinco días estuvimos anclados en el puerto, mientras el Minerva era reparado, al zarpar cambiaron la bandera, ya no era ningún barco mercante, allí observe en el lio que me había metido, lentamente mientras subía el poste supe que eran piratas y no cualquier simple nave pirata, su búho me recordó quienes eran, mientras mi amigo se había alistado en el barco "el Colibrí Errante", yo era ya un pirata...«

El silencio se mantuvo por un instante, el niño parecía contento de saber que su abuelo era un pirata y que además estuvo en la legendaria Minerva. Luego de pronto el anciano hombre regreso de sus recuerdos.

- ¿Dónde está tu mamá?, ya casi es hora de que entres a la escuela y yo debo partir - Tomás bajo al niño suavemente, le dio un beso tierno en la frente - Ve, busca a tu mamá, dile que en dos días regreso, vamos. ¡Andá, corriendo!

- Abuelo, no terminastes la historia - los ojos del niño al decir eso, lastimaron el cansado corazón del viejo Capitán.

De hecho, recordar esa aventura y saber lo horrible que fue, no era apto para un niño como su nieto, debía ocultarlo hasta que él estuviera más maduro. Aquella historia merecía ser contada por horas en clama y tomando un aromático café.

Con lágrimas en los ojos, llamó a su tripulación, usando un pequeño tubo a la izquierda del timón que expandía la voz por todo el navío, y en su mente los sonidos de cañones sonaron con fuerza, recordándole el dolor y la adrenalina de sus días como pirata.

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⏰ Última actualización: Apr 22, 2015 ⏰

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