Como de costumbre, la alarma sonó a las ocho de la mañana de un lunes, el dia de la semana el cual Xiao Zhan tenía establecido para ir comprar todo lo que iba a necesitar para el resto de los días de la semana, de aquella forma, no tendría que "malgastar", según él, minutos de su vida para hacer la aburrida compra los demás días.
Se vistió y se puso los auriculares, reproduciendo "If were young" de Ronghao Li.
Salió de casa, cerró con llave y se dirigió al supermercado a paso lento, realmente odiaba hacer la compra.
Tenía la costumbre de ir al supermercado sin lista de compra alguna, pues miraba lo que le iba a apetecer durante la semana y lo compraba. Es más, si olvidaba algo, no volvería allí, se aguantaría y comería las sobras que encontrase en la nevera. Zhan realmente no entendía a las personas que iban a comprar entusiasmadas, definitivamente él no era uno de esos, no le gustaba demasiado salir y tener que poner un pie en la calle para ir al super... era de lo peor.
Mientras tarareaba la canción que sonaba en su reproductor a un volumen moderado, puso la compra en la cinta para pagar e irse ya del lugar.
— Serán 58,90, por favor — dijo el cajero.
El pelinegro levantó la mirada, confundido. Conocía las voces de todos los que le atendían diariamente y aquella claramente no estaba en la lista.
¿Un nuevo trabajador? Se preguntó mentalmente, mirando con curiosidad al chico y esperando a que levantase la cabeza para poder recordar su rostro.
Sí, esa era otra de las raras costumbres de Zhan, a cualquier tienda, restaurante u hotel que iba, solía recordar caras y nombres de todo el que le atendía, lo consideraba necesario.
Tras unos largos 20 segundos en los que Zhan se dedicó a mirar fijamente al cajero de la tienda, este levantó su mirada al fin, extrañado porque no hubo ademán de pagar o respuesta de su cliente en ningún momento.
— Dije 58,90, por favor — habló nuevamente con un deje de incomodidad, mientras la mueca que formaban sus labios denotaba confusión.
Xiao Zhan se quedó pasmado en el lugar, sin ser capaz de pronunciar sigquiera una sola sílaba. El hermoso rostro frente a sus ojos parecía estar tan cerca que un sofocante calor azotó sus mejillas con fuerza, tiñéndolas en un rojo rosáceo.
¿Alguien tan lindo existe? Pensó, respondiéndose afirmativamente a sí mismo al parpadear, volviendo a la realidad.
— Sí, lo siento — el pelinegro notó como su propia voz temblaba, tartamudeando sin quererlo. Estaba tan avergonzado, se sentía ridículo.
Sacó la billetera con torpeza y pagó lo acordado. Intentó mirar la placa de identificación del chico para así poder memorizar su nombre, pues no hacía falta esmerarse en recordar su rostro, de hecho no se le olvidaría en meses, qué digo, en años. Pero lamentablemente, Zhan no logró encontrar identificación alguna en el uniforme del chico, concluyó que aún no la tenía por ser novato en el lugar, sin embargo, aquello hizo que se sintiese algo decepcionado y que la incertidumbre de no saber cómo se llamaba carcomiese su curiosidad.
No le preguntaría ni loco cómo se llamaba, por dios, qué vergüenza.
Ni siquiera se molestó en mirarle de nuevo, temiendo volvera experimentar el molesto bochorno en sus mejillas ya tener aquella extraña sensación de atontamiento estupefacto. Guardó la compra en una bolsa aún algo perplejo, ¿cómo el mirar a alguien le había hecho sentir que desfallecía de aquella manera?
Zhan no podía irse, no sin saber el nombre de aquel chico enviado del mismísimo cielo que se había cruzado en su camino.
— Disculpe... ¿Cómo se llama? — Le miró nervioso, viendo como el otro lo miraba extrañado, lo cual hizo que Zhan se arrepintiera de su pregunta al instante.
No respondió.
Zhan sintió que nuevamente, había hecho el ridículo y como era de esperar, sus mejillas y orejas volvieron a calentarse.
—Perdón por preguntar eso — dejó un suspiro salir de sus labios y haciendo un berrinche mental, se dispuso a salir del comercio.
O eso era lo que tenía pensado hacer, de no ser por el agarre en su brazo que obligó al joven a detenerse.
— Yibo, me llamo Wang Yibo.
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