| Acto 2 |

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Magnifico.

Llevo varios días mirándote y no me canso de pensar que esa es tu descripción, en una palabra, aunque en realidad ninguna bastaría para contener todos los honoríficos hacia ti.

Orión.


Orión Yue de Atlanta.


Un hermoso nombre tal como su portador.

¿Cómo lo sé? Mi dulce emperatriz, era muy necesario que lo supiera.

Fue durante el tercer día de la celebración hecha por mi padre cuando lo descubrí durante el desayuno, situaciones en las que todos están reunidos en un solo lugar a excepción de las fiestas imperiales.

Una reunión que carecía de alegría o un cariño, solo compartimos sangre, no amor.

Solo nos dedicamos a escuchar lo que fuera que dijera su padre complaciendo su ego comentando ante algunas preguntas, aunque me alegre mucho de haber asistido a ese desayuno y no faltar como en ocasiones lo hacía.

— Estoy satisfecho por la gran cantidad de delegación que asistieron a las fiestas. —el hombre tomo su copa para llevarla a sus labios con una sonrisa. — Jamás esperaba que los imperios del sur se unieran.

Lo mire por unos segundos antes de atreverme a preguntar. — ¿Sabe quiénes son los invitados que usan esas túnicas blancas o ropas... traslucidas?

— ¿Oh? ¿Túnicas? Creo que te refieres a la delegación de Atlanta. Es un imperio que se basa en los conocimientos y el arte de la música con la danza, el principal cabecilla es el archiduque Yue.

— ¿Archiduque? —pregunto Claude uniéndose a la conversación para disgusto de su madre. —

— Si, es el primo de la emperatriz del imperio. Además, me pareciera haber visto a sus dos hijos en la fiesta junto al resto de su grupo.


Eso me llamo la atención, ya que solo te vi entre esos adultos que portaban túnicas elegantes decoradas por flores y joyas.

— ¿Sus hijos?

— Son una niña y un niño... —el mayor llevo su mano hasta su frente como si de ese modo pudiera recordar algo. — Si mi memoria no falla... se llamaban Orión y Diana, creo que el retrato de la niña fue enviado para volverse consorte tuya ¿Qué opinas?

Sonreí silenciosamente para darle un sorbo al jugo en mi vaso y regresar a ingerir los alimentos dispuestos en mi plato, no me interesaba la dama.

No sabes la alegría que me invadía cada que te veía en las fiestas de campo, tu cuerpo iba de un lado a otro siendo seguido por una niña algo grande de cabellos rubios y unos grandes ojos magentas, siempre tomaba tu mano y te jalaba a donde ella quisiera.

La flor del emperador.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora