No llevó mucho tiempo dar con Meldon Geurin, alias «Brick». Sólo hicieron falta unas cuantas preguntas para llegar hasta su bar favorito, lo cual permitió llegar a los nombres de algunos de sus amigos, lo cual permitió llegar a la afirmación de:
-Sí, Brick, él y esa novieta suya, ¿no? Se pelearon por algo, y me han dicho que se va a pegar con Victor.
- ¿Cómo se apellida ese Victor? -preguntó el detective Roger Bernsen muy amablemente, pero aun así le salió un tono que sonó más bien a amenaza, porque el detective Bernsen era un tipo de unos ciento diez kilos embutidos en un cuerpo de uno noventa y siete, con un cuello de cincuenta centímetros, una voz de rana y una expresión que decía que no le faltaba ni un tanto así para montar en cólera. No podía hacer nada respecto de su voz, el peso no le importaba lo más mínimo, y la expresión la aprovechaba. El conjunto total resultaba muy intimidatorio.
-Er... Ables. Victor Ables.
- ¿Tiene idea de dónde vive Victor?
-En la ciudad, amigo.
De modo que el detective de Sterling Heights se puso en contacto con el departamento de policía de Detroit y se detuvo a Meldon «Brick» Geurin para interrogarlo.
El señor Geurin estaba de muy mal humor cuando el detective Bernsen se sentó a hablar con él. Traía los ojos inyectados en sangre y olía a alcohol rancio, de modo que su mal humor quizá pudiera atribuirse a las uvas de la ira.
-Señor Geurin -dijo el detective en un tono educado que de todas formas hizo encogerse al señor Geurin-, ¿cuándo fue la última vez que vio a Clara Dean?
El señor Geurin levantó la cabeza bruscamente, un movimiento del que pareció arrepentirse. Cuando pudo hablar, dijo en tono hosco:
-El jueves por la noche.
- ¿El jueves? ¿Está seguro de eso?
-Sí, ¿por qué? ¿Ha dicho Clara que yo le hubiera robado algo? Estaba allí cuando yo me marché, y si dice que me he llevado algo que es suyo, miente.
El detective Bernsen no reaccionó. En vez de eso dijo:
- ¿Dónde ha estado usted desde el jueves por la noche?
-En la cárcel -respondió el señor Geurin, todavía más malhumorado que antes.
El detective Bernsen se reclinó en su asiento, única evidencia externa de su perplejidad.
- ¿En qué cárcel?
-En la de Detroit.
- ¿Cuándo lo detuvieron?
-El jueves por la noche.
- ¿Y cuándo lo soltaron?
-Ayer por la tarde.
- ¿Así que ha pasado tres días como invitado de la ciudad de Detroit?
El señor Geurin mostró una sonrisa torcida.
-Como invitado, sí.
- ¿De qué lo acusaron?
-De conducir borracho, y dijeron que me resistí.
Todo aquello podía comprobarse fácilmente. El detective Bernsen le ofreció un café, pero se sorprendió de que el señor Geurin lo rechazara. Lo dejó a solas y salió de la sala para telefonear al departamento de policía de Detroit.
Los hechos eran tal y como los había descrito el señor Geurin. Desde las 23:34 de la noche del jueves hasta las 3:41 de la tarde del domingo, el señor Geurin había estado en la cárcel.
Como coartada, era difícil de rebatir.
La señorita Dean había sido vista con vida por última vez cuando ella y sus tres amigas salieron de Ernie's el viernes por la noche. Dado el estado del cadáver y el avance del rigor mortis, combinado con la temperatura que había en el interior de aquella casa climatizada, la señorita Dean había sido asesinada en algún momento de la noche del viernes o la mañana del sábado.
Sin embargo, el señor Geurin no había sido el asesino.
Aquel sencillo hecho le planteó al detective un rompecabezas más difícil de lo que había supuesto al principio. Si no lo había hecho el señor Geurin, entonces ¿quién? Hasta el momento no habían descubierto ninguna otra relación romántica, ningún amante frustrado y enfurecido por el hecho de que ella se hubiera negado a dejar al señor Geurin. Como la víctima y el señor Geurin habían roto en efecto su relación el jueves por la noche, aquella teoría no iba a ninguna parte.
Pero la agresión había sido muy personal, caracterizada por la rabia, el ensañamiento y el intento de borrar la identidad de la víctima. Las heridas de arma blanca eran postmortem; la mataron los golpes de martillo, pero el asesino aún estaba furioso y recurrió al cuchillo. Las heridas habían sangrado muy poco, lo cual indicaba que el corazón ya no le latía cuando las recibió. La agresión sexual también había sido postmortem.
Clara Dean conocía a su asesino, probablemente lo dejó entrar en la casa, ya que no había señales de haber forzado la entrada. Con el señor Geurin descartado, el detective regresaba a la casilla de salida.
Tendría que repetir los pasos de la víctima del viernes por la noche, pensó. Comenzar por Ernie's. ¿Adónde habría ido a continuación? ¿Habría entrado en uno o dos bares, quizás habría ligado con algún hombre y se lo habría llevado a casa?
Con la frente arrugada en un gesto pensativo, volvió al señor Geurin, que estaba retrepado en la silla con los ojos cerrados y se irguió cuando el detective Bernsen entró en la sala.
-Gracias por su colaboración -dijo educadamente el detective Bernsen-. Daré orden de que lo lleven a alguna parte, si lo necesita.
- ¿Ya está? ¿Eso es todo lo que quería preguntarme? ¿De qué va todo esto?
El detective Bernsen vaciló. Si había algo que odiase hacer era ser el portador de la noticia de una muerte. Se acordaba de un capellán del ejército que en 1968 se presentó a su puerta y avisó a su madre de que su marido no iba a regresar vivo de Vietnam. Aquel doloroso recuerdo se le había quedado grabado a fuego en el cerebro.
Pero al señor Geurin se le habían causado ciertas molestias en aquel asunto y merecía una explicación.
-La señorita Dean sufrió una agresión en su casa...
- ¿Clara? -El señor Geurin se enderezó en la silla, alerta de pronto, y cambió totalmente de actitud-. ¿Está herida? ¿Se encuentra bien?
El detective Bernsen vaciló de nuevo, atrapado por una de aquellas incómodas intuiciones de las emociones humanas.
-Lo siento -dijo en el tono más suave posible, pues sabía que aquella noticia iba a ser más devastadora de lo que había supuesto en un principio-. La señorita Dean no sobrevivió a la agresión.
- ¿Que no sobrevivió? ¿Quiere decir que... que está muerta?
-Lo siento -repitió el detective.
Brick Geurin permaneció estupefacto durante unos instantes, y entonces se fue derrumbando lentamente. Escondió su rostro sin afeitar entre las manos y empezó a sollozar.Su hermana Cake llegó a la puerta de la casa antes de las siete de la mañana del día siguiente.
-Quería encontrarte antes de que te fueras a trabajar -dijo enérgicamente cuando Fionna le abrió la puerta de la cocina.
-Hoy no voy a ir a trabajar. -Con gesto automático, Fionna sacó otra taza del armario, la llenó de café y se la pasó a Cake. ¿Y ahora qué? No se sentía con fuerzas para enfrentarse al enfado de su hermana.
Cake depositó la tasa sobre la mesa y rodeó a Fionna con los brazos estrechándola con fuerza.
-No supe lo de Clara hasta que oí las noticias, y he venido enseguida. ¿Estás bien?
Las lágrimas volvieron a escocerle en los ojos a Fionna, cuando ella creía que no podía llorar más. Debería haberse quedado ya sin lágrimas.
-Estoy bien -contestó.
No había dormido gran cosa, no había comido gran cosa, y se sentía como si le funcionasen sólo la mitad de los cilindros, pero seguía adelante. A pesar de lo mucho que le dolía la muerte de Clara, sabía que superaría aquel mal trago. El viejo dicho de que la vida sigue era un viejo dicho precisamente porque era cierto.
Cake se apartó un poco para observarla y examinó su cara desprovista de color y sus ojos hinchados y demacrados.
-Te he traído un pepino -dijo-. Siéntate.
¿Un pepino?
- ¿Por qué? -preguntó Fionna con gesto cansado-. ¿Qué vas a hacer con él?
-Ponerte un par de rodajas en los ojos, tonta -respondió Cake exasperada. A menudo se exasperaba al hablar con Fionna-. Reducirá la hinchazón.
-Tengo compresas especiales para eso.
-Es mejor el pepino. Siéntate.
Como estaba tan cansada, Fionna se sentó. Observó cómo Cake sacaba un enorme pepino de su bolso y lo lavaba. Seguidamente dijo:
- ¿Dónde tienes los cuchillos?
-No lo sé. En uno de los cajones.
- ¿No sabes dónde tienes los cuchillos?
-Por favor. Todavía no llevo ni un mes viviendo aquí. ¿Cuánto tardaste tú en desembalarlo todo cuando se mudaron Mono y tú?
-Bueno, vamos a ver, nos mudamos hace ocho años, así que... ocho años. -El humor chispeó en los ojos de Cake mientras comenzaba a abrir y cerrar metódicamente los cajones de los armarios.
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El hombre perfecto (fiolee)
FanfictionAutor(CREADORA): →Rariana8 en DevianArt ← Representa en Wattpad: @Silence_SWS ¡Muchas gracias! Por leer, votar y comentar. [LA HISTORIA NO ES MÍA] ✅HISTORIA FINALIZADA✅