El amanecer del sábado, con ojos de sueño, Marshall bostezó y se levantó a medias en el sofá de Luna. Alrededor de la medianoche las chicas habían decidido que él podía vigilar el apartamento perfectamente desde dentro igual que desde fuera, e insistieron en que entrara. Estaba cansado, de modo que accedió. Llevaba dos días y dos noches sin dormir mucho -habría dormido más si no hubiera tenido debajo a cierta sabihonda que insistía en menear su precioso trasero- y estaba disgustado después de haberse pasado un día entero siguiendo pistas de otro caso en el que trabajaba, que resultaron no conducir a nada, además de no haber encontrado nada en los archivos de Hammerstead. Los ordenadores aún no habían extraído nada de los nombres que habían examinado, excepto la típica multa sin pagar y unos cuantos problemas domésticos.
Para cuando llegó la medianoche, abastecidas con cerveza y chocolate, a las cuatro mujeres todavía les sobraban ganas de mucha fiesta. Cheryl resultó ser una versión suavizada de Clara, parecida en el aspecto y en la voz, y dotada del mismo alegre sentido del humor. Hablaron hasta quedarse afónicas, rieron y lloraron, bebieron cerveza y comieron todo aquello a lo que echaron mano. Resultaba asombroso observarlas.
Trasladaron el velatorio a la cocina, y entonces Marshall se tendió en el sofá. Había dormido, pero con un oído atento al ruido procedente de la cocina. No sucedió nada alarmante, excepto que descubrió que Fionna cantaba mucho cuando estaba achispada.
Cuando se despertó, se percató inmediatamente de que el ruido había disminuido. De hecho había cesado del todo. Abrió en silencio la puerta de la cocina y espió. Estaban todas dormidas, respirando profundamente debido a la pesadez del cansancio y del alcohol. T. J. estaba roncando ligeramente, un sonido delicado que no llegaba a ser un ronquido como Dios manda. Tras haberse criado en una casa con cuatro hermanos y su padre, Marshall sabía exactamente cómo era un ronquido en toda regla. Fionna estaba debajo de la mesa. Literalmente. Estaba hecha un ovillo con la cabeza apoyada en las manos, igual que un ángel. Marshall lanzó un resoplido; aquello era una verdadera contrariedad. Probablemente había practicado dormir de aquella forma desde que era pequeña.
Luna tenía la cabeza apoyada en los brazos cruzados, como una niña de primaria. Era una niña muy dulce, pensó Marshall, aunque debía de tener bastante firmeza de carácter para mantenerse en su terreno al lado de las otras. Cheryl también tenía la cabeza sobre la mesa, pero con una bandeja a modo de almohada, una plana. Cuando se tiene suficiente cerveza en el cuerpo, hay muchas cosas que antes parecían ilógicas que ahora cobran sentido.
Buscó y encontró el café y los filtros, y seguidamente preparó una cafetera sin poner el menor cuidado en no hacer ruido. Las chicas seguían dormidas. Una vez que estuvo listo el café, rebuscó entre los armarios hasta dar con las tazas, y sacó cinco. Llenó cuatro tazas sólo hasta la mitad por si a alguna le temblaba la mano, pero la suya la llenó hasta el borde. Luego dijo:
-Muy bien, señoritas, hora de despertarse.
Bien podría habérselo dicho a la pared, a juzgar por el efecto que tuvo aquel anuncio.
- ¡Señoritas! -exclamó con más fuerza.
Nada.
- ¡Fionna! ¡Luna! ¡T. J.! ¡Cheryl!
Luna levantó la cabeza unos centímetros y lo miró con ojos turbios, y acto seguido volvió a dejar caer la cabeza entre los brazos. Las otras tres ni se movieron.
Una ancha sonrisa se extendió por su rostro. Supuso que podía sacudirlas un poco para que se despertasen, pero eso no resultaría muy divertido. Lo divertido fue buscar una cacerola y una cuchara metálica y ponerse a armar ruido observando cómo las cuatro despertaban de un salto con ojos como platos. Fionna se golpeó la cabeza contra la mesa y chilló:
- ¡Hijo de puta!
Con la misión cumplida, Marshall distribuyó las tazas de café, y en el caso de Fionna se agachó para entregarle la suya. Fionna estaba sentada bajo la mesa, frotándose la cabeza y mirándolo con cara de pocos amigos. Dios, cuánto quería a aquella mujer.
-Vamos, ponganse las pilas -le dijo al grupo en general-. El funeral dará comienzo en apenas cinco horas.
- ¿Cinco horas? -gruñó Luna-. ¿Estás seguro?
-Estoy seguro. Eso quiere decir que tienen que estar en la funeraria dentro de cuatro horas.
-Ni hablar -declaró T. J., pero logró tomar un sorbo de café.
-Tendrán que curarse la borrachera...
-No estamos borrachas -dijo una voz por debajo de la mesa.
-... comer algo, si pueden, ducharse, lavarse el cabello, lo que tengan que hacer. No tienen tiempo para quedase sentadas debajo de la mesa a gruñir.
-No estoy gruñendo.
No, aquello era más bien un bufido. Tal vez un poco de sexo medicinal le suavizase el humor... si es que él llegaba vivo al final. Por el momento, sabía más o menos cómo se sentía el macho de la mantis religiosa cuando se aproximaba a la hembra, sabedor de que el sexo iba a ser estupendo pero que después iban a arrancarle la cabeza.
En fin. Había cosas por las que merecía la pena perder la cabeza.
Cheryl se puso de pie con piernas temblorosas. Llevaba la marca del borde de la bandeja en la cara. Tomó un poco de café, se aclaró la garganta y dijo:
-Marshall tiene razón. Tenemos que empezar a movernos, de lo contrario llegaremos tarde.
Un esbelto brazo surgió de debajo de la mesa sosteniendo una taza de café vacía. Marshall captó la indirecta y la rellenó de líquido. Acto seguido el brazo se replegó.
Dios mediante, podría desear pasar con ella unos cuarenta o cincuenta años. Daba miedo. Lo que daba más miedo aún era que le gustaba la idea.
T. J. se terminó el café y se levantó para repostar, con el fin de poder funcionar.
Dijo:
-Está bien, podré hacerlo. Déjenme hacer pis y que me lave la cara, y estaré lista para irme a mi casa conduciendo. -Tropezó mientras avanzaba por el breve pasillo, y hasta la cocina llegó un quejido repentino-: ¡Dios, no puedo creer que haya dicho frente a Marshall que tengo que hacer pis!Quince minutos después Marshall las tenía a todas en fila, incluida Fionna, todas mirándolo ceñudas.
- ¡No puedo creer que nos hagas esto! -le soltó ella, pero sopló obediente por el analizador de alcoholemia.
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El hombre perfecto (fiolee)
FanfictionAutor(CREADORA): →Rariana8 en DevianArt ← Representa en Wattpad: @Silence_SWS ¡Muchas gracias! Por leer, votar y comentar. [LA HISTORIA NO ES MÍA] ✅HISTORIA FINALIZADA✅