Corazón de niño

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Tony arqueó una ceja mientras tomaba su café de la mañana, viendo a sus dos hijos mayores discutir una vez más el por qué la invasión de los vikingos a Normandía era positiva o no. Cuando Peter y Harley se hacían de un tema para pelear, podían durar semanas a menos que su padre lo evitara, lo que no iba a suceder porque Steve no se encontraba en casa, estaba en misión, una que terminaría en unas horas si Friday le había dicho bien. Negó apenas, queriendo aclararles algunos puntos históricos importantes, pero lo dejó para después, Sarah María apareció mostrándole su nuevo dibujo y eso requirió su atención.

—Vaya, ¿qué tenemos aquí? ¿Acaso estoy viendo la Noche Estrellada?

—Pero en Nueva York.

—Razón por la que no hay tantas estrellas —bromeó Tony, tomando el dibujo que pegó en el amplio refrigerador con otros más.

Sus ojos captaron algo que había olvidado de momento, sacando de entre notas de la escuela, dibujos, sus propios recados y boletas escolares un panfleto que miró sonriendo.

—Papi, ¿qué miras? —Morgan estiró un brazo desde su silla queriendo ver.

—¿Qué es? ¿Qué es? —Sarah María brincoteó al lado intentando lo mismo.

—Nada, el desayuno es primero. Peter, Harley, vengan acá.

—¡Pero es que Pedro...!

—¡Harley!

Hacer una familia siendo Vengadores no había sido fácil, entre misiones, villanos desquiciados y uno que otro ciudadano loco de Nueva York se las tuvieron que arreglar para casarse, tener una luna de miel más o menos tranquila y claro, los niños. A Tony le resultaba todo un milagro que ahora tuvieran cuatro hijos cuando en un momento dado creyó que ni siquiera podrían con uno. Pero ahí estaba su jauría devorando sus tazones de cereal, peleando por la fruta picada y embarrándose de mermelada las mejillas al comer aprisa porque el autobús pasaría por los mayores cuya edad traía ese orgullo propio de los adolescentes que necesitan demostrar que son independientes.

—¡Nos vemos! —corearon Peter y Harley.

—Sin pelear con los profesores.

Sarah María entraba más tarde, Tony solía llevarla personalmente con Morgan. Si Steve se encontraba, iban los dos juntos. También era una promesa que se habían hecho, el cuidar de sus niños como no sucedió con ellos, no repetir los errores de sus padres. El millonario decidió hacer una parada antes de volver a la torre, iban a necesitar ciertas cosas si su plan salía como estaba pensando.

—¿Papi?

—Dime, cariño.

—¿Para qué todo esto?

—Oh, es una sorpresa que le daremos a papá cuando llegue.

—¡Me gustan las sorpresas!

Steve apareció justo cuando estaban en la cena, de nuevo los chicos peleando por los nombres correctos de los vikingos que habían sido adulterados por los modismos anglosajones. Esas cuatro caritas se llenaron de alegría al ver a su padre, igual que Tony, quien lo recibió de brazos abiertos, un beso largo observando ese rostro perfecto, su reflejo en los brillantes ojos azules de su capitán quien tomó asiento a su lado, escuchando las noticias de la familia y poniendo orden a la mesa. Aunque Tony casi siempre era quien estaba coordinando a todos, le gustaba mucho cuando su esposo tomaba ese papel de padre de familia chapado a la antigua, sabía que era de las cosas que Steve necesitaba, algo para sentirse bien porque tenía esa naturaleza protectora además de retacada de patriotismo y esas cosas.

—Tengo una sorpresa —anunció cuando estaban en el postre.

—¿Otro hermano? —bromeó Peter, recibiendo un coscorrón de Tony.

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