Capítulo III

201 17 6
                                    

.

.

.

Se había reunido con su agente inmobiliaria por la mañana. La cordial mujer le mostró diferentes locales hasta que encontraron uno que se adecuaba a cada una de sus necesidades. Kagome quería llevar sus diseños al país que la vio crecer, por eso no se conformaría con cualquier sitio.

Su marca era muy reconocida en Europa, cada año se presentaba una nueva colección en las pasarelas de alta costura. La capital del amor era testigo de que sus diseños eran muy cotizados. En este momento, gracias a la oportunidad laboral de su pareja podría realizar otro de sus sueños, tener una tienda en Japón, la cual dejaría funcionando a la perfección cuando ella tuviera que volver a París.

Caminó por las concurridas calles de Tokio hasta llegar a un pequeño café. Observó su reloj y se dio cuenta que eran las cinco de la tarde, la hora exacta en la que había quedado en reunirse con su vieja amiga de la infancia.

Sintió gran emoción cuando entró al lugar y la vio sentada de espaldas. Su enorme cabello castaño estaba recogido en su característica coleta alta, llevaba un traje formal, ya que Sango era una importante administradora de empresas. Suspiró, con paso firmé caminó hasta la mesa, al llegar puso su mano con delicadeza sobre el hombro de Ryūguji. Ella levantó la mirada, se apresuró a ponerse de pie y se lanzó sobre Higurashi, dándole ese cálido abrazo que desde hace muchos años no había podido obsequiarle.

La azabache correspondió a su gesto abrazando con mucho amor a su mejor amiga. Los años habían pasado, pero ellas seguían tan unidas como el primer día. Su amistad era un tesoro para ambas y nada iba a lograr separarlas, ni siquiera la distancia o las circunstancias.

—Sango, ¿cómo estás? Mírate, luces preciosa —dijo con gran emoción al separarse de la castaña.

—Muy bien, gracias. Y tú, ¿cómo estás, Kagome? —preguntó con curiosidad.

—Estoy muy bien. Feliz de verte después de tantos años.

—Diez para ser exactas —comentó Sango mientras tomaba asiento—. Por favor.

—Gracias, estoy tan emocionada. Tenemos tanto de qué hablar que la tarde se nos pasará volando —expresó eufórica al sentarse frente a su amiga.

—Opino lo mismo, pero tranquila, tenemos mucho tiempo —informó Ryūguji con una enorme sonrisa en los labios—. Ya avisé que llegaré tarde, así que podremos conversar a gusto.

Kagome bajó la mirada, eso significaba que Sango le había mentido a Miroku para poder verse con ella, le dolía, pero, ¿qué más podía hacer? Nadie debía enterarse que ellas nunca dejaron de comunicarse y eso desgraciadamente, involucraba también al esposo de su compañera de la infancia.

—Perdóname por causarte tantos inconvenientes —murmuró con dolor—. No deberías estarle ocultando cosas a tu esposo por mi culpa.

—Oye, tú no me causas problemas. Levanta la mirada, por favor —pidió con sinceridad para que Higurashi dejara de culparse—. Antes de que llegara Miroku a mi vida ya existías tú. Siempre fuiste esa hermana que quise tener, Kohaku es un buen hermano, pero no es lo mismo. Yo haría lo que fuera por ti y entiendo los motivos por los cuales no querías que nadie supiera dónde encontrarte.

—Sí, pero... me siento mal de imaginar lo que tienes que inventar cada vez que hablas conmigo para que él no se entere. Miroku siempre ha sido un hombre muy sabio, ¿cómo has logrado que no sospeche en todos estos años?

La castaña parpadeó un par de veces, suspiró y vio a su amiga directamente a los ojos. Kagome decía la verdad, Hanagaki era una persona muy intuitiva, difícil de engañar. Ella había tenido que pensar mucho para que su mentira sonara convincente, no es que fuera una experta, sin embargo, en varias ocasiones había utilizado su astucia para «omitir información» cuando esto era necesario.

Tarde [InuKag]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora